[3] Reflexiones sonoras desde el Sur

De flautas, pájaros y piedras | Reflexiones sonoras desde el sur

Claudio Mercado

Museo Chileno de Arte Precolombino

¿ESCUCHAS?

Hay una premisa muy extraña en este mundo urbano del siglo XXI: a nadie le interesa el sonido que lo rodea. Pocos ponen atención al sonido que rodea su vida, al paisaje sonoro en que desarrolla su vida. Todo nos entra por los ojos. Somos una sociedad visual en que lo sonoro está limitado al hablar y al escuchar música y, cada vez más, ver películas. La atención humana al paisaje sonoro desapareció porque no quedó otra alternativa al ser el sonido de las ciudades un ruido desquiciante, agresivo y continuo.

Desde que el invento del motor comenzó a mover el mundo hubo un cambio drástico en el sonido de la tierra. El motor es un hito en la historia sonora del planeta. Nunca un invento penetró antes con tal intensidad y variedad los más lejanos paisajes sonoros del planeta. Hoy siempre hay un motor de auto, de lancha, de bote, de avión, de helicóptero, de cortapasto, de motosierra, o de cualquier máquina sonando, interviniendo el paisaje sonoro natural.

Es bastante obvio, los humanos nos hemos expandido como una plaga, el antropoceno implica que hemos tomado el planeta por asalto en todos los niveles. El sonido es uno de ellos.

Ahora mismo estoy en mi casa en un cerro de Pirque, un valle al sur de Santiago, el primer plano sonoro son las chicharras, las loicas, los tordos, codornices y chercanes, las hojas al viento. Luego el motor de una retroexcavadora destrozando la tierra a un kilómetro de distancia, más atrás el zumbido de algunos autos y de una avioneta que va entrando a Santiago.

Puedes estar en el salar de Punta Negra, perdido en el desierto de Atacama a 4.300 metros de altura y ahí llegará el sonido del motor del avión, o en el bosque sureño más denso y se escuchará de pronto una motosierra lejana.

El sonido de los motores ha invadido el mundo, y ayudado por los avances tecnológicos que permiten la estridencia de las bocinas, alarmas y sirenas, no quedó otra posibiidad que cerrar los oídos, pegar un salto gigantesco, negar miles de años de evolución del sistema auditivo humano y ponerse audífonos y escuchar música y bloquear la relación sonora con el ambiente.

El oído, ese fino mecanismo de percepción que fue uno de los primeros en desarrollarse en los primates para poder percibir los peligros en 360º, está desapareciendo de los humanos urbanos. El oído se desarrolló antes que el mecanismo de la visión porque es mucho más certero y eficaz que la vista para detectar los peligros. 

Como mecanismo de alerta y percepción sin duda supera en sus prestaciones a la vista. Es eficaz porque te avisa que algo se acerca aunque no estés mirando en esa dirección. Es un mecanismo de alerta tan autónomo, perfecto e intenso, que uno literalmente salta de susto cuando, estando en un lugar silencioso, algo suena repentinamente por atrás. El cuerpo salta, se pone tenso y en guardia por un segundo, hasta que las señales indican que no hay peligro. Ese mecanismo que tiene que ver con lo esencial en un mamífero, su sobrevivencia, está siendo eliminado. El sonido del ambiente, que siempre ha dado información a quien sabe escuchar e interpretar, es prescindible en la sociedad urbana del siglo XXI.

Pero el mundo es continuo cambio y hace unos años me tocó estar en ciudades en China en que no se escuchaban los motores pues los cientos de motos que salían disparadas al cambiar la luz del semáforo eran eléctricas, no sonaban. Es hermoso y extraño ver cientos de motos que no producen ruido de motores. Tal vez las ciudades del futuro dejarán de ser puntos de desquiciamiento sonoro, tal vez pueda disminuir su saturada polución acústica.

En contraste con el tapiado de los oídos y la no percepción del paisaje sonoro de la sociedad urbana, los pueblos americanos desarrollaron una compleja y vasta experiencia de vida en torno al sonido. Vivir en contacto directo con la naturaleza, depender de ella en la subsistencia, criar y cazar animales, sembrar, criar y cosechar vegetales, relacionarse con las plantas directamente, sin duda crea y establece una relación muy distinta con el ambiente. Esta relación es la de una inmersión total en el entorno en que se vive.

En ese entorno, ese ambiente en que conviven seres humanos y no humanos, entidades, espíritus, ancestros y distintas fuerzas en continua trasformación, en ese entorno el humano se considera uno más. No el mejor, situado en la punta de la pirámide, si no uno más de la inmensa trama que forma el universo.

En esa trama el sonido juega un rol importante, forma parte de las mitologías de los pueblos americanos, de la ritualidad, de la vida cotidiana, es parte de la relación establecida entre los humanos y todos los otros seres. La naturaleza da continuamente señales sónicas. Quien las puede interpretar tiene una ventaja.

La historia de la música ha sido escrita cientos de veces por mucha gente y una buena parte de ellas comienzan con los orígenes de la música en la humanidad y se mencionan los cantos de cuna, los sonidos con palos, tambores, sonajas, flautas, el arco musical.

Dicen que las flautas más antiguas que se ha encontrado tienen entre 20.000 a 35.000 años, un conjunto de flautas de hueso de pájaro encontrado en la gruta de Isturitz, en Los Pirineos, Francia [1] Lawson y D’Errico 2002 . Pero para llegar a construir y tocar esa flauta hubo un largo proceso; escuchar la natura, descubrir, identificar, reconocer los sonidos, aprender de los sonidos. Fijarse en el sonido de las ramas y hojas moviéndose en el viento, moverlas a gusto y darse cuenta que se pueden hacer ritmos. De ahí a la invención de la sonaja hay un paso.

O soplar una caña y darse cuenta que sale un sonido, y soplar nuevamente y vuelve a sonar. Hace un segundo no había nada y ahora que el aire entró a la caña, hay un sonido. O tomar el arco recién inventado para cazar y darse cuenta que si lo pulsas teniéndolo en la mano no suena pero si pones un extremo en la boca y usas el cráneo como caja de resonancia suena muy bien. Fue un proceso natural, sin duda, sentido común, curiosidad y aprendizaje, inteligencia, fuerza, empeño, pura vida haciendo más vida.

Escuchar la natura, ser parte de la naturaleza que suena continuamente, obsesivamente, es algo que debemos recuperar. No hay vida sin sonido, aún en el desierto más recóndito la tierra suena, y si eres capaz de la concentración máxima en el absoluto silencio, suena el fluir de tu sangre, el bombeo del corazón, los fluidos que te hacen ser un ser consciente preguntándose dónde han quedado todos los sonidos que han sonado en esta tierra. ¿Desaparecen sin más?

El sonido es movimiento y la vida es movimiento, una ecuación clara y simple. Por supuesto que la vida es simultáneamente muchas cosas más, pero en este texto, que debiera ser sonoro y no escrito, hablamos de sonido. Y hablamos de sonido escribiendo sobre él, no sintiéndolo, no escuchándolo. Ustedes no escuchan la bandada de queltehues que acaba de aparecer cruzando el valle de norte a sur. No los veo, estoy bajo la flor de la pluma y rodeado de árboles y mi relación con el valle desde aquí es absolutamente acústica. Estoy escondido visualmente, pero auditivamente, desde la altura del cerro, escucho todo lo que pasa en esta parte del valle y ahí van los queltehues cruzándolo. La pequeña araña negra que sube por el vaso de vidrio iluminado por el sol de la tarde hace sonido. No lo escucho porque soy un simple humano pero seguro que sus patitas veloces suenan al rozar el vidrio.

Todo suena.
No sabemos escuchar. 
Sería bueno aprender.

Relacionarse con los otros seres vivos de la natura a través de señales sonoras, conversar con los otros seres vivos escuchando y emitiendo señales sonoras. El cazador amazónico comienza desde pequeño a entender el mundo, no todo se entiende con los ojos, hay aspectos de la naturaleza que son sonoros, momentos en que en el denso follaje del bosque se escucha el grito del mono pero no se ve el mono. El cazador debe atraer a ese mono para poder verlo y disparar su arco o cerbatana. Para atraerlo hace algo muy difícil; imita el llamado de una mona en celo. Y la debe imitar con tal destreza que el mono será engañado y su búsqueda de amor lo llevará a la muerte, que significará la vida del cazador y su grupo.

Curiosa paradoja ésta en que los seres vivos somos comida de otros. Nos nutrimos de la energía de otros, plantas, animales, minerales, aire, agua, hasta que nos llega el día y nos toca cambiar de lado en la cadena y ahí damos nuestra energía, que ya está muerta, para que otros seres vivos hagan sus vidas. Tantos afanes y empresas realizadas y finalmente alimento para los gusanos.

Maravilla de vida.

El sonido de los bosques, de los vientos, del arroyo, de las chicharras, de los pájaros, el lenguaje de los pájaros y su inmensa variedad de sonidos. Un cazador distingue el canto de los pájaros porque a través de su sonido sabe si vale la pena intentar su caza. Un agricultor conoce el canto de los pájaros porque necesita distinguir a aquellos que querrán comerle los frutos.

Vuelvo a preguntarme dónde quedan los sonidos, dónde van los sonidos. ¿Hay un almacén de sonidos en algún lugar de este mundo? ¿Una nube que guarda los sonidos del universo?

El árbol está ahí, lo ves, lo palpas y durante los minutos que lo miras es un árbol, el sonido de sus hojas en cambio va mutando continuamente. La brisa sopla y descansa para luego volver a soplar. El sonido es un instante, absoluto presente. No existe, existe y acaba. Por eso es difícil y por eso el éxito de las grabadoras de audio y la industria de la música. La magia de hacer accesible cuando uno quiera algo que es completamente inasible, que se acaba al momento de ser hecho: el sonido. La única forma de mantener un sonido en el tiempo es seguir haciéndolo o grabarlo y reproducirlo. Su esencia es ser efímero, deja ondas huellas emotivas pero al mismo tiempo no deja huellas, no deja presencia física. El mundo sonoro es inmenso, infinito, efímero.

Pero en realidad la vida entera es efímera, hoy somos, mañana no.

Los actuales campesinos de los pueblos en la zona central de Chile tienen sus perros zorreros, cazan los zorros, que matan sus gallinas y animales y hay viejos que se dedican a correr el zorro. Es un deporte de fin de semana, prohibido por el Estado y los animalistas pero realizado igualmente por la gente de campo. Es de invierno, tiene que haber llovido y estar el pasto húmedo, ese es el momento para partir de madrugada al cerro con los perros que han sido enseñados desde cachorros a cazar el zorro.

Cada viejo tiene cuatro o cinco perros, los sueltan y se lanzan por la ladera del cerro hacia arriba en busca de algún rastro. Los hombres van subiendo mucho más lentos, siguiendo los ladridos. Según cómo ladran, cuánto ladran, con qué intensidad, con qué frecuencia, saben si ya encontraron el rastro y lo están siguiendo, o si se les perdió y lo volvieron a encontrar. Van comentando desde media ladera todo lo que está pasando allá arriba. La información proviene del ladrido de los perros. Los perros no se ven, la ladera está cubierta de árboles nativos, peumos, quillayes, boldos, litres. Los ojos no sirven, solo el oído. ¡Allá el Barrabás encontró el rastro, ahí va, ahí!. Los viejos se entusiasman. ¡Ahí ya lo tienen acorralado ya!… No, se les fue, se les arrancó. ¡Pero cómo, si lo tenían ya, puta el zorro diablo!

Don Samuel Fernández corriendo el zorro en Los Maquis, Puchuncaví, Chile central. Fotograma del video Samuel Fernández, chino, carbonero y buen amigo, de Claudio Mercado, 2018 [2] Para conocer esta situación ver los primeros 3.30 minutos del video mencionado en el pie de foto. https://vimeo.com/271533391 .

Y no solo los dueños de los perros conocen los ladridos de cada uno. Me ha tocado estar abajo en el valle de Pucalán, con Guillermo Díaz en su patio, y de pronto Guillermo dice: Escucha, ahí el perro de don Samue, el chico, ese flaco, ahí ladrando, ¿lo escuchai? Los perros están a kilómetros de distancia y Guillermo es capaz de distinguir no sólo el ladrido de los perros, si no cuál es el perro que anda corriendo el zorro.

La misma discriminación y sensibilidad auditiva que es aplicada al ladrido de los perros es aplicada al sonido de la flautas. Hay una clara atención al paisaje sonoro, hay aprendizaje, identificación, discriminación, aprehensión del entorno sonoro.

Estos viejos zorreros, que conocen el canto de todos los pájaros y están atentos al sonido de su entorno, son los mismos que forman los bailes chinos, unos estetas del sonido, unos campesinos rudos que poco saben leer y escribir pero que manejan una estética sonora y musical muy refinada, delicada y potente, exacta en sus definiciones, absolutamente contemporánea y de vanguardia si se presentara en un festival de música contemporánea, pese a que sus inicios se remontan a 3.000 años atrás, a la cultura Parakas del desierto costero del sur del Perú y también a 2.000 años atrás acá más cerca, en el Wallmapu, el sur de Chile, el territorio mapuche.

Una larga historia. 

Más adelante hablaré de los chinos, me voy acercando en una espiral, por el sonido vamos entrando de a poco a un territorio específico, a la práctica de un territorio, una práctica sonora que es al mismo tiempo ritual, devocional, social, estética, identitaria en lo micro y en lo macro. Por ahora solo diré para quien no lo sabe que estos chinos nada tienen que ver con el país asiático, si no con los pueblos originarios del territorio, que vivían en él antes de la llegada de los europeos y que siguen viviendo, transformados, mezclados, invisibilizados sus elementos americanos, sincretizados en rituales de apariencia católica pero poseedores de una fuerza americana subterránea y subversiva muy potente. Una tradición cuyo sonido se expresa en el siglo XXI como resistencia cultural.

Las flautas del Wallmapu y del Valle del Aconcagua

Volvamos al paisaje sonoro, la atención al paisaje sonoro es un remanente de los modos de entender el mundo de las antiguas culturas americanas. Por estos territorios ha pasado mucha gente, se han movido muchos humanos que han ido dejando sus huellas en los más recónditos lugares. Algunos son descubiertos e investigados por los arqueólogos, otros permanecen ocultos en la natura y no entran a nuestras redes de información. Pura fragmentería, la historia hecha de retazos pegados según se van encontrando, cambiando la historia cada vez que un nuevo dato sale a la luz.

Monteverde es el sitio arqueológico con presencia humana más antigua de América. Tiene 18.500 años y está aquí en el sur Chile, cerca de Puerto Montt. El grupo humano que vivió ahí sin duda usó sus orejas para conocer el mundo que estaba descubriendo, fue identificando sonidos de pájaros y mamíferos, de vientos, truenos, temblores y terremotos. Todo era nuevo, el territorio y todo lo que implica. Hace 18.500 años los humanos formaban bandas de cazadores recolectores parecidas a las que destruyeron los colonizadores en Tierra del Fuego a inicios del siglo XX.

Antes hablaba del cazador amazónico y la imitación de la mona en celo porque es un ejemplo etnográfico conocido, pero más que seguro que los cazadores selk´nam imitaban perfectamente el llamado de una guanaca en celo o el grito de auxilio de una cría. De hecho, en las grabaciones de audio de inicios y mediados del siglo XX, hacen imitaciones de los cantos de los pájaros, hay cantos que incluyen imitar a las gaviotas y otros pájaros. Hace miles de años bandas de cazadores rodaban por el sur del actual Chile, poblando los confines más australes del planeta. Su tecnología era mínima pero eficaz, su adaptación al medio les permitía enfrentar el rigor de los inviernos sureños con ropajes que ahora nos parecen muy insuficientes. Pero vivieron allí durante miles de años, perfectamente adaptados hasta que llegaron hombres de otro continente y los acabaron como sociedad. Hoy los sobrevivientes se están levantando y diciendo No nos hemos extinguido, estamos vivos, seguimos siendo Selk´nam.

Y así como los Selk´nam porfiadamente siguen siendo Selk´nam, los Mapuche siguen siendo Mapuche, habitantes del sur del continente desde hace miles de años. El lugar con evidencia de ocupación humana más antigua de América está aquí, en el Wallmapu, el actual territorio mapuche. Desde ahí algunos grupos habrán partido hacia el sur y formaron los grupos patagónicos que poblaron el extremo sur del continente.

Los grupos que se quedaron en las cercanías de Puerto Montt y Osorno (el sitio Pilauco, en Osorno, fue ocupado hace 15.000 años) fueron desarrollándose y expandiéndose por el territorio, por las costas, valles y cordilleras, por los ríos, bosques y esteros.

Fueron conociendo cada vez más y mejor el ambiente que los rodeaba y llegaron a un equilibrio con la natura, ese equilibrio, como todo pueblo americano, se estableció al saberse parte de la naturaleza, un eslabón más de la infinita trama de relaciones de todos los seres, incluyendo la tierra, sus cerros, piedras, animales, plantas, vientos, estrellas, espíritus, deidades.

De pronto uno de ellos encontró un pedazo de quila y la sopló y desde adentro de la quila salió un sonido que lo maravilló. Y siguió soplando y fue encontrando distintos sonidos. Se dio cuenta que los largos de las cañas cambian la altura del sonido. Pero las cañas se rompen y duran poco y de pronto se dijo ¿y si le hago un hoyo a un palo y lo soplo, funcionará? Y le hizo un hoyo a un palo y el palo sonó y nacieron las pifilcas. Y los años siguieron pasando y de pronto a alguien que era bueno para trabajar las piedras se le ocurrió preguntarse ¿y si hago una flauta de piedra, qué pasará?

Las investigaciones de José Pérez de Arce sobre las flautas arqueológicas de los Andes sur [3] Flautas arqueológicas del extremo sur andino. 1987 , dicen que el Wallmapu, el sur de Chile, es el territorio de América que presenta la mayor concentración de flautas de piedra. Existe aquí una tradición de confección de flautas de piedra que se remonta a dos mil años atrás. Hay flautas de piedra de varios tubos, llamadas piloilos y antaras, y de uno o dos tubos, llamadas pifilcas, que se encuentran en el Wallmapu desde la cultura Pitrén en adelante (100-1.100 d.C.).

Cientos de flautas de piedra. Las de madera se perdieron pues la humedad del clima no permite la conservación de materiales orgánicos. Solo quedaron hasta hoy las flautas de piedra. Un pedazo de madera o piedra con un agujero bien hecho. Eso es todo. No hay agujeros de digitación en estas flautas, es la expresión material mínima, que produce un sonido lleno, fértil, abundante, hipnótico.

La simpleza y la eficacia hace que las cosas perduren. Esas mismas flautas de hace dos mil años atrás son tocadas hoy por los actuales mapuches, que son descendientes de aquellos que hicieron esas flautas de piedra y seguramente también de aquellos que vivían en Monteverde, que aún no tenían flautas de piedra pero ya trabajaban la piedra.

Pifilcas de piedra del Wallmapu. Extraído de presentación de José Pérez de Arce.

Flautas de piedra del Wallmapu. Extraído de presentación de José Pérez de Arce.

Las actuales pifilcas de madera se tocan en abundancia en guillatunes y distintos rituales, son un eje importante de la ritualidad. Son las que suenan al lado de la machi ayudándola a entrar en trance, son las que congregan en un pensamiento y en un sentimiento, a través de su sonido hipnótico, continuo, rítmico,  a toda la comunidad.

El sonido, la música, tiene esa particularidad de congregar a las personas, de hacerlas sentir parte de un todo, músicas sencillas en que toda la comunidad participa, coros en que no es necesario ser cantante para cantar. El sonido, la música es quien aglutina a la comunidad en torno a un sentimiento, a un sentir, a un pensamiento, a un agradecimiento, a una petición.

Pifilqueros o pifilkatufes en un Kamaruco en Nahuelpán, Esquel, Patagonia argentina. Fotograma del video Kamaruco en Nahuelpán, de Claudio Mercado, 2018.

El sonido de estas flautas, pifilcas en el sur, flautas de chino en el centro y norte chico de Chile es parte de estos territorios. El mismo instrumento, el mismo sonido repetido miles de veces, durante miles de años, siempre igual y siempre distinto, cambiante, fugaz. Nos dijeron que en Chile central no ha habido indígenas durante los últimos 400 años, que no los mataron o los mandaron a trabajar a otros lados. Pero algunos se quedaron y se fueron mestizando y se transformaron prontamente en campesinos, huasos, peones. Pues bien, actualmente el eje central de la ritualidad rural de Chile central es justamente la flauta de chino, el sonido de las flautas, los bailes chinos, que no son otra cosa que los antiguos bailes de indios descritos por los cronistas durante el primer siglo de la llegada de los españoles. Nada que ver con los chinos de China. Las flautas de madera que resuenan hoy en el valle de del Aconcagua son descendientes de las flautas de piedra y madera usadas en este mismo territorio desde mucho antes que llegaran los españoles.

Cada pueblo, cada localidad tiene un grupo de flauteros. Una fiesta de chinos en Chile central es actualmente un despliegue impresionante de sonidos propios de América, un sonido potente, lleno, abundante, rico, completo, exhuberante, fértil. Un sonido que es plena resistencia cultural. Pese a 500 años de hostigamiento intenso y continuo, el sonido de las flautas de Chile central sigue sonando lleno de fuerza. Parece que fuera un ritual católico pues las fiestas se celebran siguiendo el calendario ritual católico, que fue impuesto por los conquistadores y reemplazó al calendario ritual nativo, pero lo que ocurre en ellas es un acto sublime de resistencia cultural.

Ese sonido de las flautas no pudo ser mezclado con instrumentos europeos, el sistema musical es tan férreo y está tan bien concebido que ha seguido existiendo pese a contener todo lo más aborrecible para la música occidental. Como decían los cronistas y sigue diciendo la gente que no conoce; es un ruido espantoso, feo, disarmónico, repetitivo, siempre igual, sin melodía, primitivo, parece sonido de animales.

Todo esto es exacto si se mira desde la estética de la música europea, pero si se escucha desde la estética americana es un sonido pleno, hermoso, con muchos adjetivos que nombran su riqueza y diversidad. Es el sonido que según cuentan las investigaciones, aparece por primera vez hace 3.000 años en la costa sur del Perú, en la cultura Parakas, y en el centro y sur de Chile continúa sonando.

Estos territorios, estas montañas han escuchado ese sonido durante miles de años, están acostumbradas a él y también lo aman y lo esperan una vez al año. Los pueblos y comunidades suelen hacer sus fiestas anualmente, todos los años en determinada fecha suenan las flautas. El territorio tiene memoria, los lugares en que las fiestas se han realizado durante cientos de años tienen memoria, esperan la algarabía sonora de la fiesta. La alegría de la fiesta es una alegría que la tierra siente, para eso se hace la fiesta, para que la tierra y los dioses sepan que los humanos les están agradeciendo, la fiesta es alegría, encuentro de humanos y no humanos. El sonido consolida ese encuentro.

El baile chino de La Quebrada, Puchuncaví, Chile central, en su fiesta de la Cruz de Mayo. Fotografía de Nicolás Piwonka. 2004.

Hay tantos lugares, tantos territorios poblados por distintos grupos humanos en este mundo, cada uno con sus sonidos propios, con sus instrumentos propios, y todos ellos enamorados de sus sonidos, que son marcas de identidad.

¿Por qué la obsesión por el sonido de las flautas? “Flautas le dicen, chistosos!” Decía un comentario mientras hacíamos el programa web de las flautas de chino y estábamos con José Pérez y el Manolo del baile de Puchuncaví y el Perico alférez del baile de Loncura y el Esteban chino de Loncura y conversábamos felices sobre las flautas y sus sonidos. “Flautas, flautas, flautas, ¿por qué tantas flautas?”, se llamaba un artículo que escribí hace años y que finalmente cambió de título y se llamó “Con mi flauta hasta la tumba”.

No voy a repetir aquí lo que escribí ahí pero lo fundamental es el gran acorde formado por dos acordes que se suceden sin fin. El acorde infinito que produce la manera en que son tocadas las flautas, el acorde siempre cambiante, nunca igual, impredecible, nunca un soplido igual al otro. Cambio continuo, azaroso, que se va haciendo, se va formando en cada soplo. No hay una melodía que seguir, solo soplar y respirar, soplar y respirar. Puro timbre en un pulso básico y continuo.

Un dominio exquisito, profundo y complejo del sonido de las flautas y de su funcionamiento en grupo. Una estructura absolutamente rígida, dos masas sonoras que se contrapuntean ad infinitum, siempre distintas, cambiantes. Dos acordes que se repiten sin parar en un sutil cambio continuo del sonido. Dos masas plenas, llenas de sonidos enfrentándose, contrayéndose, respirándose, expandiéndose. Chinear es generar una energía sonora desbordante, fecunda y llena de matices y sutilezas, cambios de intensidad, ritmos, fraseos, timbres. Dos masas sonoras constantes en continuo cambio sutil.

Energía sonora desbordantemente armónica para los oídos expertos de los campesinos. Una concepción estética clara y férrea del sonido, de los instrumentos y de la performance en que son usados,” como digo en un texto que está en edición.

Después de 30 años soplando mi flauta, muy linda ella, muy nombrá entre los chinos, se pudrió, murió y tuve que cambiarla y he estado en ese proceso en las 12 fiestas que llevo este año 2022. Mientras chineo he estado muy atento a la fineza del equilibrio y potencia de los sonidos, encontrando mi sonido en la flauta nueva, fijándome en la generación del sonido y en lo que produce en el conjunto, es lo de siempre pero adentrándome en una dimensión más profunda.

Sonora, estética, de aprendizaje a través del sonido y de la danza. Es el sonido el que enseña, es la danza misma, cuestiones que no son fáciles de hablar. Luego de 30 años chineando empiezo a vislumbrar el largo camino del sonido de las flautas.

El sonido haciéndose a sí mismo.

El sonido de la última chineada, hace cuatro días por los cordones de los cerros de Olmué con el Baile de los Arrieros, un baile formado por chinos de distintos bailes, de distintos lugares que llegan arriba del cerro en sus caballos, vestidos de huaso con sus chupallas y perneras y espuelas y así mismo chinean entre los peumos y boldos y litres y nubes y cerros y La Campana tapada por las nubes. ¡El sonido que hicimos en esas alturas, ayayai!

El baile de los Arrieros en la fiesta de la Gruta de la Virgen de los Arrieros, El Granizo, Olmué, Chile central. Fotograma del video Fiesta de la Gruta de la Virgen de los Arrieros, de Claudio Mercado, cámara Rodrigo Rogaler. 2022.

El sonido es la cuestión. Ese sonido desquiciante, hermoso, potente, cambiante.

Es difícil explicar pero lo intentaré, no se si tiene sentido hablarles de esto, esto es para ser hablado entre chinos, entre conocedores del sonido chino, porque quiero hablar de honduras, de profundidades donde solo los chinos llegan, los que han soplado y escuchado y danzado durante años, siendo buenos chinos, chinos atentos, que trabajan el sonido de las flautas y del baile. Como dice don Abelardo Guzmán, cacique de el Baile de El Carmelo, hay que trabajar el baile. Perico Cisternas, pescador, alférez del baile de Loncura y buen flautero, decía en el programa web de los chinos:

Los sonidos son totalmente distintos los de Olmué (del interior) a (los de la costa), los de caña se sabe que tienen un sonido más lento porque suenan mejores sus flautas. Cay cay es un poco más rápido, que también es de la comuna de Olmué. Y Pachacamita ya tienen otro estilo, ahí son puras flautas gorgoreadoras, lloronas, es un sonido especial que tiene Pachacamita. Le vale mucho de no tener bombo porque no le opaca su sonido de flautas. Y es un baile que salta bien, que se agacha bien y toca bien, es un baile que para mí hace todo perfecto, no es solamente sonido, es sonido y mudanza, orden, un sonido perfecto. El baile de Pachacamita, tú estás en cualquier lado, estás lejos y sabes que es el baile de Pachacamita. Los bailes de caña son como tres o cuatro que hay, suenan muy bien pero si estai lejos no se distingue cuál es, pero Pacahacamita sí se distingue [4] https://www.youtube.com/watch?v=QUFF–xbFSE&t=1678s .

En el mismo programa web, Esteban Cisternas, lindo chino de Loncura, joven, historiador, investigador, hijo de Perico, luego de ver un videíto que edité con distintos bailes chineando uno tras otro, todos distintos en sus matices, está diciendo6:

Yo creo que es interesante entender que, como se vio en el video, cada baile tiene su identidad, cada baile tiene su sello. Para algunos bailes, yo creo que es super válido, el sonido es lo más importante, y bien; para otros bailes quizás la mudanza (los movimientos de la danza) es lo más importante, y bien. Pero el ser chino de uno u otro baile te va dando esa característica, y eso lo vamos viendo por lo general ahora que vivimos en tiempos que la mayoría de los bailes tienen “parches”, que son estos chinos que van a apoyar a ciertos bailes, porque no todos los bailes van a todas las fiestas. Casi siempre los chinos punteros tienen que ser oriundos del lugar del baile. Es difícil que si yo voy a parchar en un baile me pongan a mi de chino puntero. Por lo general los chinos que van adelante son oriundos del lugar porque también son los que van marcando la pauta y le van dando identidad al baile.

Cada baile es distinto al otro, cada baile es un pueblo, la micro identidad local funcionando en su esplendor. Somos iguales pero nos diferenciamos en nuestras especificidades. Y nuestro baile es mucho mejor que el de ustedes y así se va armando la historia, las historias una a otra entrelazadas.

Las flautas de caña comenzaron a sonar en Olmué hace 60, 70 años, antes sonaban puras flautas de madera, de palo. Estas flautas hechas de madera con un agujero perforado suenan distintas a las de caña, que son oriundas del norte chico. Las de caña tienen un sonido más estridente, más potente, más fuerte y agudo, y se tocan más lentas que las de madera.

Cuenta don Abelardo Guzmán que los bailes en Olmué eran más rápidos, todos con flautas de madera y tocaban rápido, tupidito.

Y hace 60 o 70 años su papá fue a la fiesta de Tabolango y allá había una persona del norte que tenía dos flautas de caña, flautas de Andacollo, de esos lados. Y nadie las hacía sonar y su papá andaba con el otro puntero (primero en la fila) del baile de El Granizo y las hicieron sonar muy re bonitas y el hombre se las dio.

Y el papá de don Abelardo, que se llamaba igual, y su hermano don Lolo, desarmaron las flautas y vieron cómo se hacían y buscaron cañas en los cerros y fueron probando y haciendo y buscando y hasta que tuvieron 20 flautas buenas y armaron un baile y se fueron a tocar a la fiesta de Petorquita y fueron la gran sorpresa porque era primera vez que había un baile de cañas y su sonido era muy distinto a lo acostumbrado.

Para que suenen bien se tocan más lentas y los chinos quedaron muy sorprendidos por el sonido, se fijaron que lento sonaban mejor, y de ahí para adelante los bailes que tenían flautas de palo se pusieron más lentos, porque suenan mejor las flautas, se van pillando una sobre otra. Como dice don Abelardo en la conversa arriba del cerro:

La flauta rápida se pilla poco, se gansea poco, no se puede gansear bien. (Gansear, sonar como los gansos). Eso es lo más bonito, que trabajen los instrumentos, trabajar con los instrumentos, no llegar y tocar la flauta no más, hay que saber trabajar con ellas, hacerles un trabajo. Por eso que los bailes suenan así, cambia todo, cambia todo el sonido de las flautas [5] Descifrando la música precolombina. La pifilka https://www.youtube.com/watch?v=i0THD7CcsiQ&list=UUPxRJKnHIF_lE9nN9sc6LVw&index=25 .

Entonces, según el relato de los hermanos Guzmán, en Olmué cambió el sonido de los bailes hace 60 años. Se hicieron más lentos para que el sonido pudiera expresarse mejor, para que las flautas se expresaran mejor. El sonido del valle se alentó, se hizo más lento por la influencia de dos instrumentos recién llegados. Pero lo interesante es que en el norte chico, de donde son originalmente estas flautas, los bailes chinos son mucho más lentos, más calmado, menos enérgico, menos guerrero que como se tocan en el centro de Chile.

Acá los dos hermanos Guzmán pareciera que inventaron una nueva manera de tocar, usando el timbre de las flautas del norte pero con la energía del centro, y se dieron cuenta que había que alargar el sonido para que las flautas se expresaran completamente [6] Bailes chinos del Aconcagua. Claudio Mercado. https://vimeo.com/77702913 .

No ahondaré en este tema porque estoy escribiendo otro artículo sobre él, aquí solo lo menciono para dar luces de las complejidades y sutilezas estéticas en que se mueven los chinos.

¿Sintieron la diferencia los peumos, los lingues, los litres? ¿Si las primeras flautas de piedra que se han encontrado en este territorio tienen unos mil años, cuántos cambios estéticos como éste habrán sufrido los bailes? ¿Qué tan parecido será un baile chino actual con uno de hace 500 años, de 700 años? ¿Se cumplirá alguna vez mi sueño de ir chineando subiendo el cerro en la fiesta de Pachacamita y sentir el desdoblamiento del tiempo y seguir chineando pero hace 700 años, en el baile que subía el cerro hace 700 años?

Tantas historias.

Tocamos las flautas de piedra de la cultura Aconcagua de Chile central, 900-1400 dC, y suenan como las mejores catarras actuales, el sonido gorgoreado, runruneado. Las despertamos a esas flautas, Rubio, estaban dormidas y las despertamos, me decía Guillermo Díaz, chino puntero del baile de Pucalán, al día siguiente de haberlas tocado en el Museo de Historia Natural de Santiago, en el 2001 creo.

Desde esos tiempos ese sonido vibrado suena en estos valles, cordilleras y caletas. Dale que suena, pin pan pin pan las flautas y en cada pin el sonido entero del universo. Bien simple la cosa.

Chineando con antaras Aconcagua en el Museo de Historia Natural, con don Hans Niemayer, uno de sus antiguos directores, mirando y escuchando desde el cuadro. Fotograma de video, filmación Gerardo Silva. 2001

Es el sonido de las flautas el que importa, el que enseña, él mismo va enseñando soplo a soplo, él y el movimiento que el cuerpo tiene que hacer para que suene lindo. Sonido y danza al mismo tiempo, enseñándote una y otra vez, llevándote, arrastrando años de experiencias de todos los chinos que chinearon antes que uno, de todos con los que chineas en este presente.

Sonidos que forman sonidos, miles de sonidos hay en esta fiesta de Pocochay donde 8 bailes chinean simultáneamente recorriendo el pueblo. A un promedio de 20 flauteros por baile son 160 flautas sonando al mismo tiempo, repartidas en 8 pulsos, en 8 orquestas cada una con su manera propia de tocar, de llevar la dinámica, el pulso, la velocidad, su propia manera de trabajar el baile.

Una delicia para los delicados oídos de los chinos.

La armonía y la furia del universo sonando mientras subes y bajas, sube y bajas.

Los bailes de San Judas Tadeo y Carmelo de Olmué saludándose en la fiesta de Pocochay 2019, fotograma de video, Christian Pino.

DE CABEZAZOS, PATÁS, PELEAS Y CODAZOS, O MI BAILE (MI PUEBLO) ES EL MEJOR

Tantas posibilidades para seguir con este escrito, por todos lados hay temas interesantes de los que tirar el hilito. Me centraré en la micro identidad sonora, en el sonido como marca de identidad, de pertenencia a un territorio. No pude seguir ahondando en el sonido de las flautas y sus sutilezas porque como dije, lo estoy escribiendo en otro lado, así que lo dejo hasta ahí no más y me voy a la micro identidad y para eso habría que desarrollar un poco la idea del tinku y del tuwun.

Hay bastantes relatos que dan cuenta de la actual “domesticación” de los chinos en la sociedad, o de cómo las conductas van cambiando, adaptándose a los cambios continuos en los valores y haceres de las sociedades (ver Godoy, 2004). Hace 50 años ir a las fiestas, ser chino, implicaba la posibilidad del enfrentamiento físico. Ahora es muy raro.

Los tinkus son enfrentamientos rituales de distintas comunidades o parcialidades dentro de una comunidad en los pueblos andinos. Hay territorios en que estos rituales se mantienen vivamente. Dos grupos de baile, uno de cada parcialidad, o varios grupos, recorren el pueblo y se encuentran. Hay una lucha sonora, luego hay peleas físicas. Las peleas se establecen dentro de ciertas reglas, hombres contra hombres, mujeres contra mujeres, niños contra niños, se espera que haya sangre, que caiga a la tierra y sea recibida como ofrenda, se espera también equilibrar las desarmonías ocurridas durante el año, restablecer los equilibrios, zanjar odiosidades dentro de un marco en que la violencia es controlada y simbólica.

En los chinos sabemos que hay bailes que “históricamente”, durante algunas décadas, son enemigos o tienen una historia en común que los hace recordar de cuando hace años se trenzaron en una pelea y quedó la sangre en el ojo y el recuerdo puede activarse en cualquier fiesta. Pero no es un elemento institucionalizado como sí lo es el tinku. En Bolivia saben que la fiesta de la Cruz de mayo en ciertos pueblos, incluye tinku.

Aquí no, si hay peleas es espontáneo, cabezas calientes recalentadas por el alcohol y la fiesta, pero no algo preparado, aunque, según veremos más adelante, había instrucción en los ensayos de los bailes para hacer ciertos movimientos y figuras en las que se atacaba a los chinos de otros bailes.

Cuentan los chinos que hace 50 años cuando dos bailes se enfrentaban no era sólo una guerra sonora como ahora, era además física, cuando los bailes se enfrentaban llovían codazos, cabezazos, empujones, zancadillas, patadas, encerronas.

Algo de esto ya lo hemos escrito en distintas publicaciones pero este año he estado en varias conversaciones en que ha salido el tema, he relacionando información y algo de eso quiero contar aquí, tampoco en profundidad porque este es un artículo más bien general pero algo diremos, se abrirán posibilidades, relaciones, conoceremos historias, sabremos algo más, nos hará o no nos hará sentido. Cada loco con su tema y viviendo en el rayado de cancha que se hizo o le impusieron y lo aceptó.

Finalmente, pese a todo lo que alegamos, el Estado y la Iglesia Católica lo han logrado, las fiestas son ahora mucho más “civilizadas” que antes, solo duran un día o una noche, tres días las más importantes, pero de esas no hay en Chile central. Se instala zona seca, no se puede vender alcohol. Los bailes llevan sus alcoholes igual pero no se venden en los boliches. Se intenta frenar la borrachera, el desorden, el descontrol, las peleas. Cada vez hay más carabineros controlando y las municipalidades arrendando el espacio a los comerciantes para que instalen sus puestos. Ahora, con la sequía y los incendios forestales, ni siquiera se pueden hacer fogatas en la fiesta de Las Palmas de Alvarado. Todo controlado.

Hay una investigación muy interesante al respecto que ha realizado el historiador de La Ligua Milton Godoy. Su tesis de magister, “Las sociabilidades rotas. Fiesta, borrachera y violencia entre los mineros del norte chico de Chile. 1840- 1900” da cuenta de la fiesta como momento de subversión, no solo de diversión y encuentro social y devocional. La fiesta como momento de rebelión, de difusión de ideas que subvierten el orden establecido desde la elite gobernante, de borrachera violenta con heridos y muertos, de saqueo de almacenes y destrucción del orden que la élite intenta consolidar.

Ahora es mal visto que los chinos peleen, se cambió completamente esa manera de chinear. Como que ahora somos todos hermanos, como que los chinos están unidos en su chineidad, la presión de la sociedad mayor es tal que los chinos se unen en su ser chinos y hacen frente juntos, para eso hay que ser amigos. ¿O la iglesia ha tenido éxito en su hipocresía y ha sembrado el mensaje del amor?

Quién sabe, el hecho es que en los 30 años que llevo chineando solo me ha tocado un par de veces verme en una pelea de chinos, peleas muy cortas por lo demás, interrumpidas inmediatamente por los que están cerca. 30 años chineando significa que he chineado en unas 450 fiestas, a 15 fiestas por año, por ahí va la cosa. Dos fiestas con camorra en 450 fiestas debe ser un porcentaje insignificante.

Pero lo que cuentan de antes es todo lo contrario, antes se iba a la guerra. ¿Se están acabando los guerreros?

Don Juan León decía que antes los chinos de Andacollo, en el norte chico, sonaban fuerte y potente como los del Aconcagua, pero los chinos perdieron la fuerza y ya no saben tocar bien la flauta.

Los chinos igual se emborrachan en las fiestas, algunos más que otros, pero no se puede emborrachar tanto porque al día siguiente es lunes y hay que trabajar, hay que presentarse ante el patrón, a la empresa, lo que sea.

Se acabaron las fiestas de tres días, las grandes borracheras. Por supuesto que en las fiestas hay grandes y lindas borracheras, pero nos volvemos a las casas cada uno después de las fiestas. Son pocos los que quedan entusiasmados y siguen de largo.

Orden y patria dice el comienzo del himno de los Carabineros de Chile. Lo han hecho, lo están haciendo.

Pucha que sería bueno cambiar ese lema.

Pablito guerreando con su catarra en el baile de El Mapocho en la fiesta de Loncura del 2017, bajo una hermosa lluvia que nos dejó empapados. Fotografía de Christian Pino.

El otro día en la fiesta de la Gruta de los Arrieros en los cerros de Olmué, Armando Reyes, chino de Cay Cay ya jubilado, me contaba:

Yo de 15 años me tiré con los bailes más bravos. Primera vez nos tiramos con Los Andes, ¡pero las patás, puntero con puntero, los codazos, los cabezazos. ¡Ahora no, ahora no hacen nada ahora! En esos bailes salían los diablos, los diablos peleaban con cuchilla de palo, en esos años. Yo he salido antes.

En la misma fiesta allá arriba de los cerros, don Abelardo Guzmán, cacique del baile de El Carmelo de Olmué me decía: “Ahora no hay bailes que se estrellen como antes. Antes no, antes había bailes que se estrellaban con el otro, a quiñazos, habían flautazos también, eso pasaba en las fiestas antiguas, ahora están más caballeros, ni se saludan los bailes.”

Un poco más arriba por el valle del Aconcagua están los bailes chinos del alto Aconcagua, de Los Andes y sus alrededores. Un valle antiguamente lleno de chinos, igual que los del medio y bajo Aconcagua. Siguen habiendo bailes y chinos y fiestas, pero se ha reducido bastante según cuentan los mismos chinos.

Estamos arriba de un cerro en el calvario antiguo del baile del Maestro Martínez, en San Vicente, Calle Larga, Los Andes, conversando con don Pascual Martínez, su hijo, sobre la historia de los chinos de San Vicente. Su padre, Gerardo Martínez, era un constructor de flautas muy famoso en Los Andes, la mayoría de las flautas de los bailes de la zona fueron hechas por don Gerardo, las hacía bonitas, con alitas, buenas flautas, suenan bien, las hemos tocado, aún están en el baile de Valle Alegre, con el que estamos haciendo un trabajo muy lindo porque les llevamos las filmaciones de Isabel Aretz cuando el año 1941 pasó por ahí y filmó al baile de entonces.

Y contaba Pascual que el baile de su papá era el mejor de todos porque las flautas eran las mejores porque cada vez que le mandaban a hacer una flauta o un juego de flautas, las que salían mejores, las que sonaban mejor, siempre se las quedaba y las iba reemplazando por las que no eran tan buenas en su propio baile.

Agarraba una flauta antigua de su baile, que no era tan buena, la lijaba, la dejaba como nueva por afuera y entregaba esa como nueva y se quedaba con la nueva que había salido mejor.

¡Entonces las flautas de su baile eran las mejores del valle! Interesante la historia. Lo mejor para mi baile. Obvio. Y Pascual está contando de cuando él era niño y salía en el baile de su papá a las fiestas:

Pero era bonito, adonde íbamos nosotros nos esperaban. Pero como le dije yo, mi papá era de esos como medio cachiporra, él veía un baile chino, lo dejaba que tocaran no más y después dirigía cuando uno tenía que sacar la flauta, cuando no, aquí en el Topón, antiguamente había una escuela en el Topón, y un poquito más allá era donde nos juntábamos. Mi papá dejaba que llegaran 4 o 5 bailes chinos ahí, y con mi papá los esperábamos en la escuela del Topón no más, más allá veía que se juntaban todos, entrábamos con el baile y ¡atropellando no más, si la cuestión era así po, si el baile chino, si uno dice baile chino, pero el baile chino era jodido pues, porque usté pasaba haciendo mudanzas pero no faltaba quien le plantaba una patá en la flauta y le rompían la boca! ¡Si no era tan limpio la cuestión, y era un chino menos! 

Era así la cosa y no era na tan fácil que uno iba a bailar no más, y además que a uno le dejaban la calle por el medio así como el baile pa allá y otro pa acá y uno pasaba por el medio y cuando ya se ponían a bailar todos ya, ahí quedaba la crema no más. Y uno pensaba en bailar, ¡Noo, y también ahí no faltaba que o en la vuelta le plantaban el tacazo a uno por el lado de la guata, si era así! Mi papá siempre a uno le explicaba eso. Ya saben ya, esto y esta cuestión va a pasar en el baile, y cada baile era así. Mi papá a uno lo llevaba preparado. Por ejemplo uno hacía y daba la vuelta y le mandaban la chuleta o le pegaban con el taco, porque uno hacía así y le pegaba en la flauta abajo y le rompían la boca y todas esas cosas.

Era más en el saludo, cuando se juntaban los bailes que iban a venir. Entonces mi papá ya sabía el baile que venía, porque igual tenían que saludarse los bailes. Y mi papá decía “ya el tercero, ese y este”. Entonces uno ya sabía lo que tenía que hacer cuando venía el tercero (baile). ¡Empezar a eliminar chinos antes que empezara la fiesta. Así era la cosa!

Y como le digo yo, mucha gente perdía los dientes, po iñor, donde se pegaban, yo no los perdí en ese tiempo, porque ahora los perdí de viejo no más, jejejejeje, pero en ese tiempo perdían los dientes. Igual que la patá en el estómago, en la guata eran patás duras, porque mi papá sabía el movimiento que tenía que hacer para toparse con ese baile, él no iba hacer na así, así, no, él sabía pa onde tenía que ir, así pal lao, entonces había muchos movimientos.

Por ejemplo yo le nombraba que en baile había ensayo, hacíamos 12 movimientos.(..) Por ejemplo decía mi papá, “el doble”, nosotros sabíamos que teníamos que partir las dos filas más o menos, no muy lejos, porque íbamos a pasar por el medio de los otros, ¡y ahí los otros ya sabían lo que se iban a llevar po, patás pa todos lados! Porque el movimiento que mi papá decía que teníamos para hacer esa cuestión, que no se notara tampoco, porque no es una cosa descará, era un movimiento dentro del baile.

Es más simple (ahora), como que no hay mucha competencia, es como un baile folclórico no más que usté va a bailar y otra persona va a bailar y así una cosa así, antes no, era competencia, competencia entre los bailes y entonces mi papá ya sabía, va a venir el de tal parte, el baile de tal parte, el baile de tal parte así, éste es el que decía que hay que liquidarlo, por cualquier motivo, entonces uno sabía, la señal que iba a dar, es como la mudanza que iba a ser, él le llamaba mudanzas. Porque esta weá así, ¡y chii, le pegaba adonde le llegara en las canillas y se lo cagaba no más!, si era jodido, o decía cuando llegara la media vuelta, patá otra vez o uno pasaba por el lado de las filas, el tacazo, en la flauta, donde llegara, porque el gallo no se va a sacar la flauta cuando va pasando.

Tiempos duros los de los chinos antiguos, ahora, como dije, a veces igual hay conatos de peleas pero no se ve esa mala intención a priori en los bailes actuales. Ha cambiado, estamos “domesticados, civilizados”. Igual los punteros (los primeros de la fila) van con su brazo apoyado en la cadera y el codo doblado en actitud defensiva y atacante al mismo tiempo, pero no se pasa a mayores. He sido puntero durante 27 años y usualmente los ánimos caldeados son enfriados antes de que pasen a mayores.

Es obvio que esta competencia, esta rivalidad, está dada por la pertenencia a cada territorio, por la micro identidad local, por el sentimiento de pertenencia a un territorio y a una línea de parentescos, de linajes, de clanes familiares y de historias de esos clanes. Un tremendo orgullo de ser chino, un tremendo orgullo por su baile, por su lugar, por su familia, por su pueblo.

Esto también tiene mucho que ver con la emoción ritual, ese amor por su baile, por su gente, se refuerza cada vez que se está chineando. No lo he dicho aquí porque es tan obvio que se me olvida que la gente que no es china no lo sabe. Chinear es un momento de mucha intensidad, para que la flauta suene bien se necesita soplar fuerte mientras el cuerpo va subiendo y bajando, haciendo sentadillas, recorriendo el pueblo, subiendo un cerro, recorriendo la playa al lado del mar, soplando durante horas una y otra vez, una y otra vez, hiperventilándose, entrando en un estado mental y físico muy especial, dado por la repetición de los sonidos, su intensidad, la respiración, la danza, el contexto ritual, arriba, abajo, arriba, abajo, sopla, respira, sopla, respira, sopla, la intensidad del soplo, ganarle con tu sonido al chino que tienes al frente, una lucha de pares para que el baile esté sonando a todo volumen para competir con otros bailes.

Guillermo Díaz, puntero del baile de Pucalán, guerreándome con su flauta. Fotograma de video, Christian Pino. 2018.

Todo eso lleva al chino a estar en un estado muy particular, de euforia energética, haciendo, creando y manejando una cantidad de energía que hace que el cuerpo, la mente y corazón estén en un estado muy especial, un estado en que se siente amor por el grupo con que estás chineando, haciendo esa creación de sonido y de fuerza y movimiento. Allí se vive la emoción ritual, algo muy poderoso, la energía colectiva. Ahí se entiende el mundo de otra manera, se vislumbran certezas fundamentales, la conexión con el todo.

Sólo el que estuvo ahí soplando y bailando sabe que en tal parte de la fiesta se produjo la conexión y el baile iba en las nubes, que se abrieron las puertas y el sonido era una ola tras otra, potente y armonioso, llevándonos por el pulso del universo.

Hacer ese sonido, esa masa en movimiento, establece vínculos muy fuertes, emocionales, de amistad, de compromiso, de ayuda, lazos profundos, ir chineando en un buen baile es algo muy potente, muy hermoso no solo estéticamente hablando, si no experiencialmente. Y ese sentimiento es colectivo, si estás solo no aparece, hay una fuerza colectiva que se va armando a partir del sonido colectivo que va permeando en todos, estrechando lazos, tejiendo, trenzando, reforzando, cambiando y manteniendo un colectivo, un grupo, un pueblo.

El Macha Prado, del baile de los Hermanos Prado, siendo uno con su flauta en la fiesta de Cay cay del 2014. Fotografía de Pep Candela.

La manera de ir tocando es toreando a tu pareja, tocando fuerte, mirando a los ojos de tu compañero, como diciéndole “toca más fuerte, no te escucho”. Así, cada pareja va enfrascada en una lucha sonora, peleando con su compañero, lo que implica que toda la fila va peleando contra la otra fila y así el baile va guerreando, listo para enfrentarse sonoramente con los otros bailes.

Entonces, en ese estado, se producen estas peleas.

Carloncho, chino de Cay cay toreando a su compañero en la fiesta de Cay cay del 2014. Fotografía de Pep Candela.

Tuwun es la palabra que designa en mapudungun, la lengua mapuche, la pertenencia a un territorio. Una pertenencia arraigada, profunda, con un territorio específico, humanos inmersos en la telaraña de un espacio y tiempo. Micro identidad local. El tuwun es el motivo de estas peleas, de estas rivalidades. El linaje, la conexión con el territorio.

Como ya hemos visto, está claro que en los chinos hay muchos elementos que son propios de los pueblos originarios de este territorio, y este orgullo, esta pertenencia a un territorio y a un linaje, creo que también forma parte de esos sentires antiguos.

Y como quiero saber más sobre este concepto para ver si ando bien encaminado me junto con el peñi Juan Ñanculef, un kimche, un sabio mapuche con que tenemos una linda amistad, y le cuento sobre este aspecto de los chinos, este tremendo orgullo de cada chino por su baile, si estará relacionado con el concepto de tuwun. Y don Juan me dice:

El tuwun y el küpalme son dos conceptos que tienen que ver con, el primero, el tuwun tiene que ver con el territorio, asique ahí pega muy bien el sentido que tú me dices, de que cada uno quiere demostrar la diferencia o lo distinto o lo potente que es su propio baile, entonces estamos hablando absolutamente del tuwun. El küpal o küpalme tiene que ver con el origen sanguíneo de los grandes linajes, las grandes familias, como alguien dijo por ahí, las grandes prosapies. Es claro, y coincide muy bien en el planteamiento que tú hiciste en el sentido que tiene cada identidad territorial, eso es el tuwun, deben haber habido muchas cosas muy similares con los aymaras, los quechuas, los pueblos del norte, de Colombia, de Perú, también habían muchas cuestiones similares que representaban el mismo sentido, tanto en los bailes como en los instrumentos. Asi que si esa gente (los chinos) hasta el día de hoy quiere ser mejor que el otro y hacen presentaciones que son magníficas porque se diferencian, es claramente el tuwun. Un territorio podía demostrar su capacidad intelectual, física, folclórica, científica, así lo hacían, asique está bien ese planteamiento. Por eso que son así. Les quedó el orgullo de cada territorio.

Interesante el planteamiento de don Juan, queda claro que estamos hablando de lo mismo. Cada baile es de un pueblo, representa a un pueblo, es un pueblo.

Yo soy chino de Loncura, yo de Puchuncaví, yo soy chino de Valle Hermoso, no, yo soy de El Granizo, yo soy de La Canela, yo de El Tebal, yo de La Laguna, yo de Pachacamita, yo soy chino de Nogales, yo de Los Maitenes, yo de La Ligua, yo de Putaendo, yo de Valle Alegre, yo de La Quebrada, yo de Campiche, yo de Petorquita. Esa sería una conversación de chinos presentándose unos a otros.

Yo soy de este pueblo.

Para más claridad, un ejemplo cercano, les contaré algo de las historias que me pasan relacionadas con el tuwun, más bien con el des-tuwun.

Hace 30 años me inicié de chino con el baile de Cay cay, un caserío entre Limache y Olmué, en el interior del valle del Aconcagua. Fui el primer “extranjero, afuerino, de la ciudad” que salió y se quedó en los bailes en este valle. A los tres años de haberme hecho chino ya era considerado un buen chino, “puta que salió bueno el chino santiaguino”, decían los caycaínos. Ya no iba último en la fila, había subido unos puestos. Pero Cay cay es un baile que “sale poco”, va a pocas fiestas durante el año y yo quería chinear más, y conversando con el alférez Alfonso Galdames, quien en ese entonces, 1994, salía por el baile de Pucalán, me invitó a salir con ellos. “Si yo lo he visto chinear a usté, iñor, es un buen chino, yo lo invito pa que salga con nosotros en la próxima fiesta”, me dijo.

Hasta ese momento yo más bien conocía y compartía con los chinos de Cay cay, ahí era parte del grupo, Armando Reyes, la familia Reyes entera, el Adán, el Zunco, el Lalo, el Charlo, el Martillo, el Carlos, el Pollo, el Pinocho y tantos más, y las señoras, por supuesto. Conocía a los caycaínos y a Apablaza y a don Carlos Bernales y también está la historia con el baile de El Tebal, pero todo eso ya lo conté en otro libro y el que quiera saber más abra una pestaña y lo lee, ese librito quedó bien bueno, es del 1995 y cuenta las historias de esos años de descubrimiento de los chinos [7] https://museo.precolombino.cl/wp-content/uploads/2020/10/De-todo-el-universo-entero-.pdf .

La cuestión es que me invitaron a bailar por el baile de Pucalán y acepté y desde entonces (27 años) he salido muchas más veces con Pucalán que por Cay cay, porque Pucalán es un baile que sale a varias fiestas por año. Cuando comencé a chinear por Pucalán hice la promesa de que si salían Pucalán y Cay cay el mismo día, saldría por Cay cay. Todo claro, los caycaínos  me lo dejaron claro, “soy de Cay cay y estay parchando a Pucalán”.

Pero con los pucalaninos comencé una amistad muy re linda, salíamos a muchas fiestas y terrenos en Pucalán, hicimos la película La reina del Aconcagua sobre el baile de Pucalán, entré a un grupo muy bonito de chinos y veíamos las filmaciones y parrandeábamos y íbamos de fiesta en fiesta. De pronto estaba en la punta del baile, en la cabecera, el puesto donde va el mejor chino, y me lo había ganado, me había convertido en un chino muy bueno, en un puntero. Y con Guillermo Díaz, el puntero que tenía al frente, mi pareja, iniciamos una muy linda amistad. Si el baile de Pucalán no iba a una fiesta, íbamos con Guillermo a parchar a otros bailes, pasamos unos diez años muy intensos de chineo, yendo a todas las fiestas que habían. Hicimos terrenos largos con Gerardo Silva, varios, se armó una onda especial con los chinos de ese territorio.

Los caycaínos seguían saliendo poco y cada vez que salía Cay cay yo plantaba la falla en Pucalán y salía con Cay cay. Eso no pasaba mucho porque no eran muchas las fiestas en que se tocaban. 
– Igual cuando salía con Cay cay las conversas se complicaban con los pucalaninos porque ellos me consideraban de Pucalán, parte importante del baile, pero tú soy pucalanino, Rubio, hay salido tantos años con nosotros, hemos chineado tanto juntos, tan bonito, dime, ¿soy pucalanino o no? ¿Qué tenís que ir a bailar con Cay Cay ahora y dejarnos botados?
-Pero tú sabís que tengo el compromiso con Cay cay, ustedes siempre lo supieron, desde el principio quedamos en eso, si sale Cay cay tengo que salir con ellos.
-Sí, pero han pasado tantos años, si tú ahora soy pucalanino, pos Rubio.

Difícil la respuesta, claro que soy pucalanino y también soy caycaíno. ¿Cómo decirle a don Gilo Reyes, el más viejo, el cacique de Cay cay, que está feliz conmigo en el baile y cada vez que llego me conversa y en la fila me hace señas aprobando sutilmente con los ojos, cómo le voy a decir a don Gilo que no voy a salir por Cay cay en la fiesta porque saldré por Pucalán? Imposible.

Pero llegó un día en la fiesta de san Pedro en Locura, en que ya estaba vestido por Pucalán, debe haber sido por el 2009, por ahí, y llegó Cay cay y fue una situación bien complicada, los caycaínos me decían que saliera por ellos, pero Rucio, si tu soy caycaíno, ¡sácate la ropa de Pucalán y vístete con nosotros, ya vamos!. Y Guillermo y Pillo, de Pucalán, mirándome y diciendo ¡No , si ya está vestido por nosotros el hombre!

Y finalmente dije no y me mantuve por Pucalán y de ahí para adelante la cosa se puso turbulenta y muchas veces me encuentro en la situación en las fiestas en que hay caycaínos y pucalaninos conversando, discutiendo incluso, que el Rucio es caycaíno, que el Rucio es nuestro, nosotros lo hicimos. Sí, pero ya lleva con Pucalán chineando 27 años y ha salido mucho más por nosotros que por ustedes porque ustedes salen poco. No po, pero aprendió con nosotros, es buen chino porque nosotros le enseñamos , ¿sí o no, Rucio, quien te enseñó? Nosotros, nosotros fuimos, es caycaíno el hombre.

Y así discusiones que a veces en los fragores de las fiestas y de las borracheras colectivas ser ponen pesadas, acaloradas y peligrosas.

Hay genios muy rápidos por ahí, las situaciones pueden ponerse complicadas y violentas en un dos por tres. Los chinos caycaínos y los pucalaninos se tienen estima, se visitan en sus fiestas, se ha producido una amistad justamente porque invité a Guillermo a salir por Cay cay una vez y de ahí en adelante los bailes se invitan a sus fiestas.

Los bailes de Pucalán y Cay cay saludándose en la fiesta de Pucalán el 2018. Fotograma de video, filmación de Christian Pino.

La amistad con los caycaínos también ha sido muy linda y regada. He compartido muchas cosas con ellos. De hecho estoy adoptado, Armando Reyes, quien me invitó a chinear, me considera su hijo. Él me hizo como chino, él me invitó y se río de mí los días previos, metiéndome susto que no iba a aguantar la procesión chineando. Y en realidad lo creía, me acuerdo lo contento y sorprendido que estaba cuando terminó la procesión y yo no había fallado ni un toque y me fue a felicitar.

Él me pasó las primeras flautas que toqué en mi vida, ahí en el patio de la casa de su padre, don Gilo Reyes. Unos meses antes de la fiesta Armando nos mostró las flautas y las toqué y me sonaron bien y al mismo tiempo pasó toda la historia de cuando mandamos a hacer con José Pérez de Arce las flautas para un baile al finao maestro Daniel Ponce y luego participamos en la formación del baile de Quebrada Alvarado, donde también bailé.

Y Daniel me regaló la flauta justo antes de la fiesta de Cay cay y desde ahí en adelante siempre fue mi flauta, la roja o la chueca, como le decían los chinos, muy famosa por su sonido. Desde ahí la toqué hasta que se murió el año pasado, se pudrió y no sonó más. Otra historia que no será contada aquí porque está siendo contada en otro escrito.

La cuestión es que Armando me considera su hijo, y el Chopo, su hijo, me considera su hermano. Este es mi hermano, me presenta, y lo dice en broma pero también en serio, y con el Chopo hemos chineado muchas veces y compartido lindas parrandas y hay un profundo sentimiento que nos une.

Ahí voy (segundo en la foto) en la punta del baile de Cay cay, al lado de mi hermano adoptivo, el Chopo. Fiesta de Cay cay, 2014. Fotografía de Pep Candela.

No puedo optar por un baile y dejar a otro. Eso es la falta de tuwun, la falta de pertenencia a un territorio por linaje, por familia, por nacimiento.

Yo soy de Quilpué, pueblo de la misma región de Valparaíso, que ahora se ha transformado en ciudad y en la que cuando yo era chico en los 60, no habían chinos. Pregunté a mi abuela y he buscado en las historias locales y no aparecen chinos, desaparecieron antes, supongo que porque Quilpué es la ciudad mas cercana a Viña del Mar.

Mi baile debiera ser el de Quilpué pero no existe, mi tuwun es de Quilpué pero ya no tengo ningún lazo allá pues a los 17 años partí a Santiago y de ahí me vine a Pirque.

Como chino soy de Cay cay y Pucalán, o sea, de ningún lado. Después de 30 años sigo siendo un extranjero porque no puedo rechazar a ninguno de los dos grupos que me han acogido y con los que he vivido maravillas durante tantos años, soy de ambos. En el fondo del corazón hay un misterio.

La cuestión es el tuwun, la pertenencia a un lugar, a un pueblo, a la unión de ciertas familias. Eso es el baile chino. Como dice Esteban, eso está cambiando ahora que los chinos parchan, bailan por otros bailes. Antes no, antes cada uno defendía su tuwun, era impensable salir por otro baile.

Chineando en la punta del baile de Pucalán en la fiesta de Pucalán del 2018. Fotograma de video, Christian Pino.

La tierra dale dar vueltas y uno con ella. En tres días más, el domingo 30 de octubre, es la fiesta de Pucalán, a la que está invitado Cay cay. La fiesta comienza a las 15 horas y el recibimiento, la comida que el pueblo le da a los bailes invitados, será en la noche, después de la procesión.

A las 10 de la mañana llegarán los caycaínos a la casa de Guillermo Díaz y se instalarán en el galpón. Sacarán sus grandes ollas, sus verduras, sus carnes, y las señoras harán una deliciosa cazuela mientras los viejos toman cervezas y vino y conversan historias de chinos. Por mientras Guillermo estará preparando comidas para los que vienen a parchar al baile de Pucalán, los cabros del baile de Campiche, de Puchuncaví, de La Laguna, de Santiago.

Yo llegaré a las 10 y compartiré con los caycaínos y ayudaré a Guillermo en sus quehaceres, como dueño de casa. Ya quedó establecido que en las fiestas en el pueblo de Pucalán, salgo por Pucalán, y en la fiesta del pueblo de Cay cay, salgo por Cay cay.

Y bueno, seguro que el domingo uno de los temas que saldrá a relucir en las conversas es el tuwun del Rubio.

Ayayai dijo un difunto.

Para terminar con el tuwun podría cantar las cuecas que les he hecho a estos bailes. Tengo la cabeza llena de cuecas que he hecho sobre las chineadas, los chinos, las flautas. Las obsesiones hay que seguirlas, como dicen. Las cuecas son para escucharlas, no para leerlas, son simples cuartetas, pero algo permiten vislumbrar sobre el amor que le tengo a ambos bailes.

La de Cay cay

Brindo por el baile de Cay
cay que está de aniversario
mil ocho sesenta y
cinco han pasado
varios años


El Charlo, el Martillo
el Chopo, el Pollo
y el Carlos el Pinocho, los
mellizos
el Laucha, también el Lalo


El Laucha y el Lalo
el Armando y muchos
más y a las cocineras
también las quiero nombrar


Un recuerdo muy
hermoso dejó el finado
Reinoso

La cueca larga de Pucalán

Yo brindo por un lindo baile chino
el baile de Pucalán
con don Lucho y con don
Samue tío Lalo ya no está


Si me pongo
a recordar recuerdo al
finao Ferna a Lichito a
Toribio
a Juan Navia y a Carreta

El baile de Pucalán
a la punta va el Caturro
ño Joaco, el Tito, el
Pillo el Juanacho con el
Rubio

Hay varios
santiaguinos el Rodolfo, el Barrabás
don Chelo y Vergara
el Tuno y el Negro van

Paquito, Chelino, Jaime
Franco y los
puchuncavinos Pirulo y
ño Gilo atento siempre
atento con el vino

Pololo, Piriguín, Ana
el Michel, el
Carabina
el Manolo con el Pablo
con sus catarras tan
finas

Talemo, Juanacho
chico Tococo, Janro
y Canela
don Oscar, Camisa y
Pancho Perico, Esteban,
galletas

Varios se me han olvidado
por cierto mi mente clama
no hay que olvidar al
Coligüe y por supuesto
a Quilama

Las flautas de Pucalán
runruneando sin parar
bailecito de Pucalán
como tú no hay otro
igual

¿ME ENTENDISTE, SI, ME ENTENDISTE, NO?

En estos 30 años que llevo chineando ha pasado mucha agua bajo los puentes, siempre distinta, nunca la misma. 

Llegaron los chinos santiaguinos.
Se escuchan las flautas en las protestas en Santiago.
Se formaron bailes chinos en algunas escuelas públicas.
Los bailes chinos fueron proclamados patrimonio por la UNESCO.

Los bailes están llenos de mujeres flauteando. Hay nuevas fiestas asociadas a las creencias indígenas, la fiesta de la Pachamama, la fiesta del solsticio en el cerro Mercacha, la participación de algunos bailes en encuentros neo espirituales que reúnen a distintas expresiones rituales de grupos de toda América, etc.

Habría que hablar también del turismo chamánico, cada vez más cerca. Una idea que comenzó a preocuparme hace unos 15 años. El 92 fui el primer chino extranjero, de la ciudad, que llegó a los bailes. Luego de 15 años de chineo, clases, libros, artículos, documentales, charlas, ya habían unos 20 chinos de ciudad yendo a los bailes, estudiantes de teatro, música, antropología, sociología medicina, etc.

Todos alucinados con la experiencia del chinear.

Algunos pasteles, claro, dando la hora y haciendo estupideces, pero la mayoría bien, centrados en lo importante, hacer sonar bien las flautas durante toda la procesión, ser buenos chinos, entrar en la dinámica de los buenos chinos, ser capturados por el sonido, ser el sonido que se está creando, formar relaciones respetuosas con los campesinos.

Las puertas se abrieron, el primer baile en aceptar chinos extranjeros fue Pucalán, porque yo estaba ahí, luego los Hermanos Prado, Tabolango. Los años siguieron pasando y salió el baile que los chicos santiaguinos formaron, el baile de el Mapocho. Una joya de resistencia en medio de la ciudad de Santiago, donde es obvio que habían chinos, así lo cuentan las crónicas coloniales, no les llaman chinos pero les dicen baile de indios, baile de la bandera, empellejados, encuerados, etc.

El baile chino de El Mapocho en su fiesta de Cerro Blanco, en Santiago el año 2015. Fotograma de video, Gerardo Silva.

La cuestión es que esos sonidos desaparecieron de Santiago seguramente en 1700.

¿De cuándo es la cita tan famosa? Encontré una cita, no la que buscaba pero cita al fin, en el artículo “La herencia indígena en la música y ritualidad rural de Chile Central” [8] En “Con mi humilde devoción”. 2003 , Víctor Rondón escribe:

Sabemos que los bailes indios en las procesiones religiosas santiaguinas, tradición surgida a comienzos de la Colonia y de la que nos dan cuenta numerosas fuentes de la iglesia y del Cabildo, fueron abolidos en 1797 por subvertir el recogimiento debido, aunque existen noticias de estas prácticas hasta entrado el siglo diecinueve. Ello marca el principio del fin de este tipo de manifestación devota popular en la metrópolis.

Bueno, entonces desde hace unos 225 años que estas flautas no sonaban en Santiago pues fueron erradicadas. Se conservaron en los pueblos y caseríos de los campos de la quinta región, en el valle del Aconcagua, Los Andes, San Felipe, La Calera, Olmué, Quillota, Limache, Concón, Puchuncaví, Maitencillo, La Ligua, Longotoma y muchos otros pueblos. Por ahí es el circuito, desde Concón a la Ligua estamos hablando.

La chiquilla simpática y bonita, la Emilia, me pidió un escrito, y bueno, aquí estoy escribiendo. Ná que hacer, cuando el escritor se lanza hay que aguantarlo. Esos son los límites de esta cancha, desde Concón a La Ligua, ahí las flautas suenan como suenan, con el sentido musical y estético de Chile central. Distinto al sentido musical y estético del norte chico, distinto al del sur de Chile, el del Wallmapu.

Los círculos concéntricos de las estéticas de las flautas de chinos son hermosos. El de más afuera abarca toda América.

El que sigue va desde Chiloé al desierto de la costa norte del Perú. Luego en Chile central, entre La ligua y Concón.

Luego cada baile. Luego cada flauta.

José Pérez de Arce debiera dibujar esta idea, se lo pediré.

Vuelvo al turismo chamánico, algo de eso se ha dado, hay cabros que van una vez a las fiestas, amigos de amigos y prueban y salen de chinos y no vuelven más, hay otros a los que el chino mayor los atrapa y ahí quedan siendo parte de la familia china.

Tal vez exagero y mejor no desarrollo la idea, ¿para qué? ¿Para hacerla presente, para hacerla realidad?

Mejor me callo.

Demasiadas palabras, hay que comenzar a despedirse, salir del centro y viajar por el espiral ahora hacia afuera. Todo lo que he hablado de los chinos es un zoom de algo mucho mayor, volvemos a la introducción de este artículo, al paisaje sonoro, a los territorios sonoros, a los contextos sonoros, a los oídos del hombre americano.

A veces cuando el antigüe que me habita sale a la superficie, en la madrugada tomo mi piedra, la pongo en el patio y me instalo encuclillado mirando hacia el oriente, a la cordillera por la que saldrá el sol, y toco la piedra con otra piedra y comienzan los espirales de sonido y le canto al volcán Tupungato que comienza a iluminarse con los primeros rayos. Le canto con el sonido de la piedras y se produce la conexión y se restablece, se reconecta la transmisión directa entre el cerro y el humano. ¿Hace cuántos años que nadie te canta, que nadie te habla, volcán Tupungato?

La conexión primordial, la relación esencial con el cosmos es muchas veces mediada por el sonido, música y trance han estado presentes profundamente en la historia de la humanidad. Sonido y trance. Escuchar la respiración, escuchar los pájaros, escuchar las hojas, las abejas, los moscos, los zancudos, las ranas y chicharras.

Claro, estará diciendo la mayoría de la gente que lea estas palabras, bien bonito decir que hay que escuchar la natura pero yo vivo en la ciudad y lo único que escucho son ruidos de autos, bocinas, motores, sirenas, alarmas.

Pero ojo a la oreja porque es un ejercicio primordial prestarle atención al sonido, desmenuzarlo, separar los planos sonoros. Unos sonidos están más cerca, otros más lejos. Si estoy en el balcón de un departamento y escucho el entorno, éste cambia drásticamente si giro solo un poco la cabeza y la dirección de las orejas. ¿Qué hay más atrás del sonido de los motores de las micros, como se percibe la sinuosidad de las sirenas? ¿Se escuchan pájaros en los árboles? ¿Radios lejanas?

Estamos en el sur y debiéramos pensar como sureños. Pensar desde el sur implica, entre muchas otras cosas, aprender a escuchar el entorno, destapar los oídos y caminar escuchando, sentarse al lado del río o frente al mar y escuchar los millones de sonidos simultáneos. Identificarlos, separarlos, dejarse llevar por ellos, entrar en ellos, ser ellos. Meditar escuchando el entorno, aprehender el sonido del entorno.

Sentir desde un sur ideal es escuchar el bosque, el valle, las montañas. Es ir a conocer una fiesta de chinos y conocer el sonido de las flautas y su perfomance, conocer el sonido de este territorio.

Pensar desde el sur es hacer la revolución de los motores silenciosos, escuchar desde el sur es abrir la percepción, situarse acústicamente en el espacio, atender a la trama sonora del universo, atender y entender el sonido que nos rodea.

Escuchar a la tierra que nos está escuchando.

Sentir desde el sur implica comprender algo tan sencillo y obvio; que somos parte de la inmensa trama del universo, no somos la punta de la pirámide de la evolución ni nada por el estilo, no somos ningún ejemplo como especie, estamos aniquilando al planeta que nos cobija y nos permite existir.

Sentir desde el sur implica un ejercicio básico de humildad y sentido común, de darse cuenta lo ínfimo y maravilloso que somos, y en ese despertar, abrir las orejas y escuchar el mundo.

Diucón cantando en mi patio. Fotografía Pablo Villalobos. 2020

Sentir desde el sur es tomar dos piedras y frotarlas buscando sus tonos. Si abres la mente y el corazón y te conectas al fluir del cosmos, los sonidos y melodías del universo entrarán a ti y sonarán en la piedra. No eres tú quien “inventó” esa melodía, sólo abriste la puerta y la melodía llegó. Sentir desde el sur es saber que somos tierra, barro, piedra, agua y aire. Sentir en el sur es tomar la flauta, entrar en el baile y recorrer los pueblos haciendo ese sonido primordial, esos dos acordes infinitos, fértiles, ese sonido que ha ido traspasando tiempos y aquí está, dentro de nosotros, de los cientos de chinos que lo amamos, que sentimos que el chinear da un sentido especial a nuestras vidas, que chineando entramos al pulso del universo, que hay una energía, un conocimiento que sólo se devela en el chineo.

Chicharras a mi izquierda, una loica por la derecha, dos chercanes al frente, un grillo por atrás, un pitío fuerte desde arriba, una avioneta más arriba. El sonido nos irá enseñando, hay que dejar que nos enseñe, hay que aprender a escucharlo.

Pirque, octubre 2022

BIBLIOGRAFÍA

Dillehey, Tom et al., “New Archaeological Evidence for an Early Human Presence at Monte Verde, Chile.” PLOS ONE | DOI:10.1371/journal.pone.0141923 November 18, 2015. https://fundacionmonteverde.cl/wp-content/uploads/2019/10/dillehay-et-al-2015-sup- mat.pdf

Godoy, Milton. Sociabilizaciones rotas. Fiesta borrachera y violencia entre los mineros del norte chico de Chile. 1840- 1900. Tesis de magíster en ciencias sociales. Centro de estudios regionales andinos “Bartolomé de las Casas”. 2004. https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/1720/2/TFLACSO-2004MGO.pdf

Graeme Lawson/Francesco d’Errico. Microscopic, Experimental and Theoretical Re- Assessment of Upper Palaeolithic Bird-Bone Pipes from Isturitz, France: Ergonomics of Design, Systems of Notation and the Origins of Musical Traditions / E. Hickmann/A. D. Kilmer/R. Eichmann (Hrsg.), Studien zur Musikarchäologie III. Archäologie früher Klangerzeugung und Tonordnung/The Archaeology of Sound: Origin und Organisation. Vorträge des 2. Symposions der Internationalen Studiengruppe Musikarchäologie im Kloster Michaelstein, 17.–23. September 2000; Musikarchäologie in der Ägäis und Anatolien/ Music Archaeology in the Aegean and Anatolia. Vorträge des Internationalen musikarchäologischen Kolloquiums des Deutschen Archäologischen Instituts (Istanbul) in Zusammenarbeit mit der ICTM-Study Group on Music Archaeology und dem Institut Français d’ Archéologie (Istanbul) Mimar Sinan University, Istanbul, 12.–16. April 1993.

Orient-Archäologie 10. Rahden/Westfalen 2002. / 119 – 142

Mercado, Claudio. “Música para encantar el mundo”, en Sonidos de América, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago: 1995.
https://museo.precolombino.cl/wp-content/uploads/2020/10/Sonidos-de-America.pdf

Mercado, Claudio. De todo el universo entero. Colección “La historia escondida en toda historia”. Fondo Matta, Museo Chileno de Arte Precolombino. 1997 https://museo.precolombino.cl/wp-content/uploads/2020/10/De-todo-el-universo- entero-.pdf

Mercado, Claudio. Con mi humilde devoción: Bailes Chinos en Chile Central. Museo Chileno de Arte Precolombino. 2003.
https://museo.precolombino.cl/wp-content/uploads/2020/10/Con-mi-humilde-devocion.- Bailes-chinos-de-Chile-central.pdf

Mercado, Claudio. “Con mi flauta hasta la tumba.” Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Volumen 10, Nº 2, Santiago de Chile, 2005. http://boletinmuseoprecolombino.cl/wp/wp-content/uploads/2005/12/Vol.10- N%C2%B02_Artic.-2.pdf

Mercado, Claudio. Descifrando la música precolombina. La pifilka. Programa web. Museo Chileno de Arte Precolombino. https://www.youtube.com/watch?v=i0THD7CcsiQ&list=UUPxRJKnHIF_lE9nN9sc6LVw&ind ex=25

Mercado, Claudio. Colección Bailes chinos del Aconcagua. 85 videos de fiestas y chinos. https://vimeo.com/showcase/5826228

Ñanculef, Juan. Entrevista inédita, comunicación personal. 2022

Pérez de Arce, José. “Flautas arqueológicas del extremo sur andino”, Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Nº 2, Santiago de Chile, 1987. http://boletinmuseoprecolombino.cl/wp/wp-content/uploads/2015/12/bol2-01.pdf

Salazar, Gabriel. Labradores, peones y proletarios : formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX. Santiago: Ediciones Sur, 1985.

Salinas, Maximiliano. Canto a lo divino y religión del oprimido en Chile. Santiago: Ediciones Rehue, 1991.

Referencias

Referencias
1 Lawson y D’Errico 2002
2 Para conocer esta situación ver los primeros 3.30 minutos del video mencionado en el pie de foto. https://vimeo.com/271533391
3 Flautas arqueológicas del extremo sur andino. 1987
4 https://www.youtube.com/watch?v=QUFF–xbFSE&t=1678s
5 Descifrando la música precolombina. La pifilka https://www.youtube.com/watch?v=i0THD7CcsiQ&list=UUPxRJKnHIF_lE9nN9sc6LVw&index=25
6 Bailes chinos del Aconcagua. Claudio Mercado. https://vimeo.com/77702913
7 https://museo.precolombino.cl/wp-content/uploads/2020/10/De-todo-el-universo-entero-.pdf
8 En “Con mi humilde devoción”. 2003

Sonus litterarum, la literatura del sonido, acerca los textos y contenidos sonoros y académicos al rededor  de le música, entendimiento y estudio.

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