Un sendero sobre esta tierra roja: miedo, censura, retornos.
La experiencia vital de los músicos españoles antes y durante su exilio en México: tres estudios de caso [1] Este trabajo se enmarca en el proyecto I+D+i, Fondos documentales de música en los archivos civiles de Galicia (1875-1951): Ciudades del Eje Atlántico, de la Universidad de Santiago de Compostela, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, (España).
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Resumen | Abstract
El saldo de la Guerra Civil arrojó fuera de España a cientos de miles de republicanos; alrededor de veinte mil llegaron a México gracias a las políticas de acogida adoptadas por el presidente Lázaro Cárdenas, antes y al finalizar la contienda. En estos desplazamientos se han contabilizado cerca de cien músicos. El trabajo pretende ser un nuevo capítulo en el estudio de la problemática que rodeó la experiencia del exilio de quienes declararon a su llegada ejercer esta profesión. Desde la perspectiva de tres casos destacados: Rodolfo Halffter, Adolfo Salazar y Jesús Bal y Gay, analizamos la implicación de los músicos durante la guerra, las circunstancias que forzaron su salida, los procesos de inserción laboral y los conflictos de orden social generados en el país de acogida. Se contempla la imagen del retorno como una idea recurrente en la vida del músico exiliado y el anhelo no necesariamente satisfecho de la vuelta a España de manera transitoria o definitiva.
Palabras clave: música en el exilio español; música en la Guerra Civil Española; Adolfo Salazar; Jesús Bal y Gay; Rodolfo Halffter.
The Spanish Civil War saw hundreds of thousands of republicans head into exile, with around 20,000 of them arriving in Mexico as a result of the reception policies adopted by President Lázaro Cárdenas both before and after the conflict. Among the displace were nearly one hundred musicians, and this paper aims to provide a new chapter in the study of the problems they faced in exile. From the perspective of three notable cases in Rodolfo Halffter, Adolfo Salazar and Jesús Bal y Gay, it analyses the involvement of musicians in the war, the specific circumstances that forced them to leave their country, the labour integration processes they faced and the social tensions that arose in the host country. The study looks at the image of homecoming as a recurring theme in the life of the exiled musician and the yearning -not necessarily fulfilled- to return to Spain, either for a short period or for good.
Keywords: music during the Spanish exile; music during the Spanish Civil War; Adolfo Salazar; Jesús Bal y Gay; Rodolfo Halffter.
Como otros exiliados en el mundo los republicanos españoles establecidos en México a consecuencia de la Guerra Civil, tienen una historia en común: la del enorme colectivo al que pertenecieron. Cada uno de ellos cuenta además con su historia particular, así ésta haya permanecido oculta o resulte completamente desconocido para los demás. Debido a la naturaleza de sus ocupaciones y especialidades fueron pocos los que trascendieron más allá de su propio ciclo vital, tal y como ocurrió con buena parte de los músicos (cerca de cien hombres y mujeres) que formaron parte del contingente de refugiados en México, calculado por varios autores en alrededor de veinte mil. Al correr del tiempo, algunos de ellos –“gente de a pie”, como suele decirse –, echaron raíces familiares y sociales; lograron salir adelante ejerciendo su profesión o realizando tareas que nada tenían que ver con su disciplina. De algunos apenas ha quedado rastro de su paso por México; de otros han podido recogerse unos cuantos datos. Seguramente esto obedece a una razón principal: los nombres de la mayoría, a diferencia de lo ocurrido con las llamadas “figuras de culto”, no aparecieron en las portadas de los libros, las marquesinas de los teatros o las columnas de los grandes diarios, lo que explica, cuando menos en parte, el olvido al que los ha confinado la historiografía del exilio, muy abundante en otras materias tanto en México como en España.[2]Distancia que, en lo que respecta a la música, ha empezado a estrecharse mediante el desarrollo de proyectos internacionales colectivos como Músicos y músicas del exilio republicano español en México. Procesos de transculturación, apropiación y re-construcción … Leer más
Generalizar en casos como éste es difícil. Las experiencias individuales de cada quien están determinadas por factores como la edad, las circunstancias familiares en las que se da el desplazamiento o la capacidad de inserción en la sociedad de acogida. Es claro, sin embargo, que el terreno al que debieron adaptarse en México los músicos españoles no fue propiamente terso, ni siquiera para quienes dentro de la enorme tragedia pudieron verse más favorecidos, como fue el caso, entre pocos, de Jesús Bal y Gay (1905-1993), Adolfo Salazar (1890-1958) o Rodolfo Halffter (1900-1987), a quienes hemos recurrido para observar algunas facetas de la realidad del músico republicano que llegó a México, como tantos otros españoles, a vivir su exilio.
La construcción de una nueva identidad
En la primavera de 1939, coincidiendo con el arribo masivo de refugiados españoles en los llamados barcos del exilio, la preocupación de los mexicanos giraba en torno a varios temas. 1) La reciente expropiación petrolera y el dilema de la sucesión presidencial (transcurría el sexto y último año del gobierno de Lázaro Cárdenas); 2) el problema de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos y su inminente repatriación; 3) la amenaza de una nueva guerra en Europa y, desde luego, 4) la Guerra Civil en España y la inmigración de miles de refugiados al país. Además, dadas las condiciones de alto desempleo existentes en el país, flotaba en el ambiente una idea inquietante: el que los españoles pudieran desplazar de sus trabajos a los mexicanos. La prensa recogió un sinnúmero de protestas de sindicatos y agrupaciones a las que se sumaron las de los profesionistas “traicionados” por el gobierno, en tanto que éste se había comprometido a no admitir extranjeros que pudiesen constituir un peligro de competencia para los nacionales y les había permitido su ingreso e instalación. [3]J. Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República Española, vol. I, Librería Editorial San Martín, Madrid, 1977, p. 234; L. Márquez Morfín, “Los republicanos españoles en 1939: política, … Leer más
En el ámbito de la música ocurrieron varios incidentes a cuenta de este problema, quizás más cercano en ocasiones a los celos profesionales que a desplazamientos reales. Al ser contratado por un diario capitalino de amplia circulación para escribir una columna de crítica musical, Adolfo Salazar fue acusado de usurpador a escasas semanas de su llegada, a pesar de que su contratación no suponía la exclusión de ningún mexicano (de hecho, el periódico contaba y seguiría contando con la columna del prestigioso crítico nacional supuestamente ultrajado). Este incómodo episodio no se presentó de manera aislada. Hubo numerosas reacciones de alerta frente a la marea roja que, algunos creían, pondría en riesgo los trabajos de muchos connacionales. En este punto conviene recordar el carácter ambivalente que tuvo la acogida de refugiados españoles en México, ya señalado por distintos autores. Hace tiempo que se derrumbó el mito largamente arraigado en interpretaciones esencialistas de una recepción idílica generalizada de la sociedad mexicana. En diversos estudios (Matesanz, Sheridan, Plà Brugat, citados en este trabajo) se ha sometido a revisión la campaña de prensa y propaganda anti-inmigracionista de los primeros tiempos del exilio, “a la que se agregaban el oportunismo de la colonia española de filiación falangista, los norteamericanos recién heridos por la expropiación petrolera y sociedades mercantiles de capital alemán hartos de lidiar con la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y con su líder “el rojo” Vicente Lombardo Toledano”. [4] G. Sheridan, “Refugachos. Escenas del exilio español en México”, Letras Libres, junio, 2002, p. 42.
Aunque los exiliados conformaban una amplia paleta republicana (para muestra los casos estudiados en estas páginas) se les relacionaba exclusivamente con las facciones radicales de izquierda. Eran vistos por la comunidad de españoles residentes y la derecha conservadora mexicana –incluido un amplio sector de la prensa–, como una verdadera amenaza “roja”. Los mexicanos poco afines a las políticas reformistas de Cárdenas vieron con bastante temor el apoyo que, desde los primeros años, y sobre todo durante la Guerra Civil, se le había dado al gobierno de la República y por ende a los republicanos. Algunos críticos sugieren que en México los únicos que los recibieron bien fueron los funcionarios del régimen y ciertos núcleos intelectuales progresistas, pues eran pocos los amigos mexicanos que tenían y quienes estaban convencidos de la bondad de tal inmigración; solo que muchos de ellos eran personajes influyentes. [5]Véanse, entre otros, J. A. Matesanz, “La dinámica del exilio”, en El exilio español en México, Salvat-Fondo de Cultura Económica, México, 1982; D. Plà Brugat, “Un río español de sangre roja. Los refugiados republicanos en México”, en Pan, trabajo y … Leer más
El anuncio de la admisión de refugiados españoles produjo, pues, inquietud entre los grupos políticos y sociales contrarios al presidente. A los dirigentes republicanos y a los propios inmigrantes se les reconocía un pronunciado anticlericalismo que rechazaban los hispanófilos pro-franquistas y los mexicanos de derechas junto con las asociaciones católicas, por sentir amenazadas sus creencias. También dentro del periodismo Cárdenas y las autoridades encargadas del asilo contaron con enemigos acérrimos. Sobran ataques y críticas dirigidos a lo que se consideró una selección tendenciosa de refugiados (comunistas en su mayoría). Llamaba la atención que durante el viaje los españoles cantaran La Internacional y desembarcaran con el puño en alto. [6] L. Márquez Morfín, “Los republicanos españoles en 1939…”, pp. 138-139.
De esta forma, la admisión de republicanos sirvió a los opositores al cardenismo como arma de combate en su lucha anticomunista, especialmente durante 1939, cuando estaban próximas las elecciones y se buscaba que el resultado hiciera virar el rumbo político del país hacia la derecha.
Las caricaturas, notas y comentarios despectivos de la prensa contraria alusivos a los refugiados, repercutieron desfavorablemente en el público mexicano, predisponiéndolo en su contra y aumentando los temores de que ciertamente se tratara de “gente nefasta” que crearía violencia y problemas en el país. Además, el creciente nacionalismo en boga incrementó la tradicional hostilidad contra el español, más debida en muchos casos a trasnochadas razones históricas que a cuestiones de verdadera discrepancia política. [7] Ibídem, p. 140
¿Cuáles fueron entonces las ayudas reales con las que contaron los refugiados en su desplazamiento? En primer lugar, estaba la red de apoyo creada durante el exilio en Francia por los organismos de la República. Estos, junto con la diplomacia mexicana comisionada en Europa, gestionaron el traslado a México de miles de ellos: la Junta de Cultura Española a la que Rodolfo Halffter pertenecía (el único músico en ella), fue creada con ese fin. Contaban, además, con el sólido respaldo de su principal anfitrión: el Estado mexicano, que una vez en el país les ofrecería ventajas como las de adquirir la nacionalidad mexicana con solo solicitarla (así lo hicieron Salazar y Halffter; a Bal no le interesó) y revalidar los títulos académicos para ejercer su profesión quienes la tuvieran. Pero el apoyo, como es bien sabido, también vino de los españoles ya establecidos en el país. No es cierto que toda la colonia española hostilizara a los recién llegados como muchas veces se ha dicho. Las generalizaciones, pueden mostrar una imagen distorsionada de las experiencias particulares. En los momentos iniciales, pese a diferencias de todo tipo, numerosos refugiados recibieron muestras de solidaridad de comerciantes, industriales, empresarios, inversionistas españoles, antiguos residentes, no solo en la capital, también en el resto del país. En gran medida se impusieron y funcionaron los lazos de amistad y de paisanaje pese a las previsiones iniciales de uno y otros grupos, como lo han señalado estudios más recientes. En el ámbito de la música encontramos varios casos de fraternidad entre antiguos residentes y refugiados. Uno cercano al tema que nos ocupa se dio precisamente entre el empresario y músico amateur asturiano Carlos Prieto y los músicos objeto de estas líneas, a quienes recibió e introdujo en círculos culturales y políticos de alto nivel. Prieto impulsó numerosos proyectos suyos y fue soporte moral de algunos de ellos en los momentos más duros. [8] El propio Bal lo menciona en J. Bal y Gay y R. García Ascot, Nuestros trabajos y nuestros días, Antonio F. Buxán (ed.), Fundación Banco Exterior, Madrid, 1990, p. 132. Casos como éste hay otros en el sector de la música.
Aún así, debido a la animadversión que imperaba especialmente en la prensa y como estrategia para neutralizarla, se volvió prioridad para muchos refugiados marcar distancia con los antiguos residentes, quienes, por lo demás, despertaban pocas simpatías en ciertos sectores de la sociedad mexicana. De ello derivó que desde el primer momento existiera entre republicanos la imperiosa necesidad de construir una nueva identidad en México: la de refugiados políticos. La idea era distinguirse de este otro grupo, compuesto por españoles mayoritariamente de derechas y llegados con afanes completamente diferentes a los suyos. Frente a ellos, los refugiados podían mirarse a sí mismos como un colectivo moralmente superior pues tras luchar por una causa tan noble como la defensa de sus ideales, habían sido arrojados a un destierro forzoso producto del fascismo. Al contrario que sus antecesores, lejos de pretender servirse del país contribuirían con su desarrollo, plenamente integrados a la sociedad mexicana. [9] D. Plà Brugat, “Un río español de sangre roja…”, p. 108. En ello radicaba esencialmente la diferencia.
Para algunos republicanos la palabra refugiado, usada las más de las veces con encono por la prensa, adquirió una connotación peyorativa, tanto más cuanto se anteponía a ciertos oficios o profesiones, en este caso a la del crítico: refucrítico, refificrítico, refugacho, etc. [10] En su citado trabajo, Sheridan apunta que “en México un fifi era un elegante, un petimetre; alguien demasiado fifi podía ser un refifi. Una persona gacha es alguien decepcionante”. Cfr. G. Sheridan, “Refugachos. Escenas del exilio español …”, p. 42.
Si a Halffter parecía no importarle que a cada paso se le recordase su condición de exiliado o más aún, de refugiado –lo que diría tener a mucha honra – Bal y Gay, como ha señalado Carlos Villanueva, siempre se las ingeniaba para esquivar el apelativo proponiendo nuevas etiquetas: “exiliado voluntario”, “intelectual invitado”, todo era poco para evitar ser expuesto permanentemente como un asilado. [11]C. Villanueva, “Jesús Bal y Gay: sus actividades en El Colegio de México o la pérdida del ‘espíritu de la casa”, en Los empeños de una casa. Actores y redes en los inicios de El Colegio de México, 1940-1950, Aurelia Valero Pie (ed. y coord.), El Colegio de … Leer más
En entrevista realizada posteriormente, Bal volvería a insistir en ello. Dado que la invitación de Cárdenas era muy clara, “trasladarse a México para continuar allí sus labores que a causa de la guerra se habían interrumpido”, acabaría por considerarlo –cuando menos públicamente– como un desplazamiento voluntario, “propio de un liberal ajeno a los partidos políticos y que no admitía que a tiros pudieran solucionarse los problemas en España”. [12]Cuestionario a Enrique Macías. Residencia de Estudiantes (BAL 27/10), citado en C. Villanueva, “Cronología. Jesús Bal y Gay (1905-1993); abriendo la ventana ignorada”, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Madrid, … Leer más
No obstante los numerosos casos de camaradería entre residentes y exiliados que se han podido documentar en historias individuales, el sentimiento de rechazo prevaleció en el imaginario de la mayoría de los refugiados. Al menos es algo que han comentado muchos de ellos cuando al ser entrevistados se hizo referencia a este aspecto. [13] Véase, por ejemplo, la serie de entrevistas recogidas por D. Plà Brugat, El aroma del recuerdo. Narraciones de españoles republicanos refugiados en México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Plaza y Valdés, México, 2003. El propio Rodolfo Halffter, largos años después de su arribo, aún insistía en marcar esa diferencia entre los llamados gachupines de la emigración tradicional y los exiliados políticos, los republicanos derrotados en la guerra: “En pocos países del mundo, el extranjero encuentra tan fácil y rápido acomodo como en México. Me refiero, claro está, a aquél que se instala en el suelo mexicano con el propósito de dar y no con el avariento y exclusivo de recibir”, [14] R. Halffter, “Crónica del trasladado. Discurso de Ingreso a la Academia de Artes”, Pauta. Cuadernos de teoría y crítica musical, 1, enero, 1982, p. 5. diría el compositor en su discurso de ingreso a la Academia de Artes en 1976. Las palabras de Halffter son muy elocuentes en este sentido.
Referencias
↑1 | Este trabajo se enmarca en el proyecto I+D+i, Fondos documentales de música en los archivos civiles de Galicia (1875-1951): Ciudades del Eje Atlántico, de la Universidad de Santiago de Compostela, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, (España). |
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↑2 | Distancia que, en lo que respecta a la música, ha empezado a estrecharse mediante el desarrollo de proyectos internacionales colectivos como Músicos y músicas del exilio republicano español en México. Procesos de transculturación, apropiación y re-construcción de identidades cuya sede es el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. |
↑3 | J. Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República Española, vol. I, Librería Editorial San Martín, Madrid, 1977, p. 234; L. Márquez Morfín, “Los republicanos españoles en 1939: política, inmigración y hostilidad”, Cuadernos Hispanoamericanos, 458, 1988, p. 144. |
↑4 | G. Sheridan, “Refugachos. Escenas del exilio español en México”, Letras Libres, junio, 2002, p. 42. |
↑5 | Véanse, entre otros, J. A. Matesanz, “La dinámica del exilio”, en El exilio español en México, Salvat-Fondo de Cultura Económica, México, 1982; D. Plà Brugat, “Un río español de sangre roja. Los refugiados republicanos en México”, en Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano en América Latina, D. Plà Brugat (coord..), SEGOB/Instituto Nacional de Migración/Centro de Estudios Migratorios/INAH/DGE Ediciones, México, 2007. |
↑6 | L. Márquez Morfín, “Los republicanos españoles en 1939…”, pp. 138-139. |
↑7 | Ibídem, p. 140 |
↑8 | El propio Bal lo menciona en J. Bal y Gay y R. García Ascot, Nuestros trabajos y nuestros días, Antonio F. Buxán (ed.), Fundación Banco Exterior, Madrid, 1990, p. 132. |
↑9 | D. Plà Brugat, “Un río español de sangre roja…”, p. 108. |
↑10 | En su citado trabajo, Sheridan apunta que “en México un fifi era un elegante, un petimetre; alguien demasiado fifi podía ser un refifi. Una persona gacha es alguien decepcionante”. Cfr. G. Sheridan, “Refugachos. Escenas del exilio español …”, p. 42. |
↑11 | C. Villanueva, “Jesús Bal y Gay: sus actividades en El Colegio de México o la pérdida del ‘espíritu de la casa”, en Los empeños de una casa. Actores y redes en los inicios de El Colegio de México, 1940-1950, Aurelia Valero Pie (ed. y coord.), El Colegio de México, México, 2015, p. 369. |
↑12 | Cuestionario a Enrique Macías. Residencia de Estudiantes (BAL 27/10), citado en C. Villanueva, “Cronología. Jesús Bal y Gay (1905-1993); abriendo la ventana ignorada”, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Madrid, Residencia de Estudiantes y Universidad de Santiago, Madrid, 2005, p. 71. |
↑13 | Véase, por ejemplo, la serie de entrevistas recogidas por D. Plà Brugat, El aroma del recuerdo. Narraciones de españoles republicanos refugiados en México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Plaza y Valdés, México, 2003. |
↑14 | R. Halffter, “Crónica del trasladado. Discurso de Ingreso a la Academia de Artes”, Pauta. Cuadernos de teoría y crítica musical, 1, enero, 1982, p. 5. |