Jesús Bal y Gay
Jesús Bal y Gay

España en el exilio mexicano: tres casos

Consuelo Carredano

[3 de 6 partes: ver paginador abajo]


Un ofrecimiento liberador    


En contraste con el largo peregrinaje de Salazar antes de recalar en su último puerto, a Jesús Bal y Gay la invitación para viajar a México prácticamente le llovió del cielo, según él mismo lo relataba con el habitual optimismo del que siempre hizo gala: 

A mí, no sé por qué ni por qué circunstancia, todo me lo dieron. No, no es una prosa. Yo no pedí nada y no lo digo con orgullo ni con vanidad. No. Es una realidad, un hecho que se repitió ininterrumpidamente a lo largo de mi vida. Vinieron siempre las soluciones, las ofertas y las cosas así. No fui detrás de ellas ni tuve que pedirlas. Cuando estaba viendo cerrado el horizonte, porque en Cambridge se terminaba el contrato y no iba a renovarse […] aparece la oferta de México.. [1] J. Bal y Gay y R. García Ascot, Nuestros trabajos…, pp. 117-118. 

La vida profesional de Bal en España había transcurrido entre una intensa presencia en publicaciones culturales –actividad que le reportó mucho prestigio en el ámbito intelectual gallego y madrileño– y su participación en instituciones tan emblemáticas como el Seminario de Estudios Gallegos, el Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes. Fue en la segunda de ellas donde adquirió experiencia colaborando con el especialista asturiano Eduardo Martínez Torner en la recopilación y análisis de materiales folclóricos. Al mismo tiempo realizó estudios de música, con énfasis en los repertorios antiguos. [2]C. Villanueva, “Jesús Bal y Gay crítico de El Universal (1939-1950): el manual del (casi) perfecto orteguiano”, en Consuelo Carredano, Olga Picún y Mª Ángeles Chapa (coords.), Huellas y rostros. Exilios y migraciones en la construcción de la memoria musical … Leer más  

Como apunta Javier Garbayo, Bal “fue un hombre polifacético, de conocimiento serio, que se dejó seducir por los múltiples campos de la voluntad artística, lo que incluye una vocación literaria y pictórica, esta última de origen juvenil, aunque al final se decantase por la investigación musicológica y la composición”. [3] F. J. Garbayo, “Jesús Bal y Gay, Ronsel musical de la Galicia moderna”, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Residencia de Estudiantes y Universidad de Santiago, Madrid, 2005, p. 199.

Otra excelente descripción del Bal de aquellos años nos la ofrece Rosa García Ascot, compositora y pianista oficial del Grupo de los ocho, quien en mayo de 1933 se convertiría en su esposa para toda la vida. Al participarle a su maestro Falla que se había comprometido, aludía precisamente a las inclinaciones musicales de su prometido: “Se llama Jesús Bal y Gay, es músico de un gran talento, está dedicado especialmente al folklore y la musicología. Es un chico cultísimo de una sensibilidad extraordinaria y de una bondad y delicadeza enorme”. [4] Carta de Rosita García Ascot a Manuel de Falla, 21-XII-1932. Fundación Archivo Manuel de Falla, Granada. Citada en C. Villanueva, “Cronología”…, p. 55.

En 1938, casi por concluir el tercero y último curso en la Universidad de Cambridge, donde se desempeñaba como lector de español, Bal recibió sorprendido el ofrecimiento para unirse en México al grupo de fundadores de La Casa de España. La propuesta le llegaba de Ángel Establier, [5] Director del Instituto de España en la Ciudad Universitaria de París. aunque detrás asomaba la silueta del director de la Residencia de Estudiantes, Alberto Jiménez Fraud. Ellos impulsaron su candidatura en la bien cotizada lista de primeros invitados de La Casa, pese a su juventud y a sus aún modestas credenciales académicas. Habría sido impensable para Bal rechazar la invitación, cuanto más que en ella se incluía a su familia. [6]Oficio fechado el 14 de julio de 1938 y entregado a Bal por el cónsul mexicano en Londres. C. Carredano, “Donde las olas los llevaron. Una reflexión sobre la obra de Jesús Bal y Gay en México”, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios … Leer más 

Con el contrato a punto de caducar y tras el vuelco insospechado que habían dado las cosas en España, recordaría Bal posteriormente: “No hice planes porque no veía salida a la situación. No había más posibilidad que volver […] pero ¿cómo? Y ¿para qué? España en guerra –1938– y sin posibilidades de trabajo para mí”. [7] J. Bal y Gay y R. García Ascot, Nuestros trabajos…, p. 117. 

La filiación republicana de Bal también fue siempre clara. En 1929 había manifestado públicamente sus simpatías demócratas cuando, como apunta Rosa Mª Fernández, se pronunció a favor de la República “todo lo que abiertamente lo permite la censura del régimen dictatorial”, en una dura crítica en la que desmonta la polémica tesis de la inutilidad republicana que esgrimía Marañón. [8] R. Mª  Fernández, “El pensamiento político de Jesús Bal en El Pueblo Gallego, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Madrid, Residencia de Estudiantes y Universidad de Santiago, 2005, p. 269. 

Después, de acuerdo a la citada musicóloga, el interés político de Bal pareció pasar a un segundo plano. Solo el exilio de Alfonso XIII y el triunfo de la República abriría en él una nueva interrogante que le llevará a publicar en El Pueblo Gallego el artículo “¿Y ahora?”. Consciente del inicio de una era renovadora que debía dejar atrás un sistema largamente asentado, escribió:

La revolución política se ha efectuado. El esfuerzo de los republicanos triunfó al fin sobre una monarquía contumaz en desafueros. Pero la gloria de los Republicanos –que es tanto como decir de España casi íntegra–, su más grande y auténtica gloria será no esa inmediata de haber barrido a los autores de tanta tropelía, sino la de haber anulado para siempre –sí, para siempre – a ese obstáculo, hasta ahora insuperado, que era Alfonso de Borbón. [9] Citado en R. Mª  Fernández, “El pensamiento político de Jesús Bal en El Pueblo Gallego, p. 270. 

Como colofón al breve capítulo militante del musicólogo gallego, Villanueva destaca el hecho, en cierto modo inexplicable, del futuro olvido de Bal respecto de toda su lucha a favor del galleguismo y en un sentido más amplio, de la República, lo cual incluyó cualquier militancia operada a través de su actividad periodística anterior a la Guerra Civil. [10] C. Villanueva, “Jesús Bal y Gay, crítico de El Universal…”. 

Cuando sobrevino el alzamiento nacional el 18 de julio de 1936, el matrimonio Bal se encontraba veraneando en Galicia, en Lugo, para ser precisos; desde ahí se trasladan de inmediato a Santa Uxía de Riveira y después a Vigo. Con la ayuda del cónsul inglés consiguen volver a Inglaterra para reanudar sus tareas universitarias. Aunque más tarde Bal le restará importancia a las difíciles condiciones que rodearon su precipitada salida de España, el regreso del matrimonio a Cambridge “debió ser bastante más accidentado y estresante, teniendo en cuenta las noticias que les llegaban de Granada o de Madrid. De hecho, Trend llamaría desde Inglaterra para que se les facilitara, por vía diplomática, una rápida salida por mar, lo que logran desde Vigo”. [11] C. Villanueva, “Cronología”…, p. 67.

Bal parte para México en el otoño de 1938. Rosa García Ascot permanece junto al resto de su familia en París, donde a la espera de reunirse en México con su marido,  continúa sus estudios de piano y composición con la prestigiosa Nadia Boulanger. La pareja cruza numerosas cartas en aquellos días de separación y éstas reflejan vivamente la magnitud de la tragedia que está viviendo España y el drama familiar que les rodea. [12] Ibídem, p. 72. 

Mientras transcurren esos meses difíciles, Bal prepara el inminente arribo de su familia política e intenta acostumbrarse a esta nueva condición; deja la casa de huéspedes y se instala en un apartamento. Aunque por entonces ya se encontraban en la ciudad otros intelectuales de La Casa, los primeros meses fueron de mucha soledad, como es fácil advertir en los apuntes autobiográficos fechados por Bal en febrero de 1939.

(Fig. 4) 


El proceso de adaptación 


Para ningún movimiento migratorio el proceso de adaptación es fácil. Dependerá siempre de las políticas vigentes y las necesidades de la sociedad de acogida, así como del estatus socio-profesional de los inmigrantes y la disposición sicológica de unos y otros. Recogen varios textos provenientes de los propios exiliados que las primeras impresiones de la mayoría fueron similares. Acostumbrados a las dimensiones de las ciudades españolas, la capital mexicana, donde hubo más concentración, les pareció enorme, más aún, un agregado de varias ciudades con diferencias entre sí en lo arquitectónico, pero también en lo social. De ahí que la mayoría eligiera las colonias y edificios donde previamente se habían establecido otras familias españolas. En general no estaban lejos del centro, zona donde proliferaban los cafés –verdadera institución del exilio– y las asociaciones regionales que ellos mismos fundaron y que se convirtieron en puntos de encuentro para muchos. En aquellos locales podían mantener vivas sus tradiciones e identidades y el sentido de pertenencia a ese colectivo; además, tenían oportunidad de “arreglar” el mundo al tiempo que socializaban y tejían amistades y relaciones, algo necesario para conseguir empleo o planear negocios, lo más imperioso para la mayoría.   

Pese a la complejidad de la situación, para los intelectuales y gente de cultura la recepción más inmediata de parte de la comunidad, las asociaciones y la prensa cultural mexicana fue, salvo algunas excepciones, bastante cálida, como ya se dijo; esto se confirma en los casos de Halffter y los dos musicólogos de La Casa, especialmente Salazar, a quien más celebridad y reconocimiento le precedía. Tan solo hay que recordar los homenajes que al poco de su llegada le ofrecieron la Sociedad Folklórica de México y el Ateneo Musical Mexicano. Dentro de las apremiantes circunstancias, la posición de los miembros de La Casa era más ventajosa que la de quienes tuvieron que vérselas por su cuenta o con las modestas ayudas que el Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados (CTARE) les proporcionaba a su llegada, aunque como es natural en ningún caso era suficiente. De nuestros músicos solo Bal y Salazar tuvieron la suerte de estar ligados a la institución. Ellos pudieron contar con la cercanía de las autoridades de La Casa y sus familias, quienes los orientaron para encontrar alojamiento y solucionar cuestiones prácticas de su instalación. Además, los miembros tuvieron la garantía de recibir puntualmente una paga mensual –si bien módica– segura. Así lo establecía el contrato por un año que todos suscribieron y que, en algunos casos, les sería renovado anualmente, dependiendo de las posibilidades y objetivos de la institución y/o del rumbo académico que tomasen las trayectorias de cada uno de ellos.  

En Salazar el proceso de adaptación se dio bastante aceptablemente. Sin esposa o familia que mantener, no debió pasar mayores apuros económicos: “Aunque la moneda está baja, pagan lo suficiente para vivir con cierta independencia y comodidad”, le dice en carta a uno de sus corresponsales. [13] Carta de A. Salazar a A. y E. Halffter. México, D.F., 1-IV-1939. Adolfo Salazar. Epistolario…, p. 404.  

Tampoco le parece inapropiado el sitio que pudo conseguir “un departamento a la americana: una habitación grande, muy alegre y soleada, en un barrio limpio y tranquilo de lo que es corriente en esta ciudad, muy ruidosa y polvorienta; baño muy a la moderna y cocinita en donde me hago el desayuno y frecuentemente la cena, pues aquí se cena poco debido a que la mucha altura (2.500 metros) no permite excesos gástricos [14] Ibídem.. En vista del desalentador panorama político y social en Europa, la idea de residir en México una temporada más o menos corta, al final no le pareció la peor solución. Los términos de su contrato no lo comprometían sino a hacer lo que más le gustaba, gozando de completa libertad tanto para elegir sus cursos y conferencias como para la elaboración de los libros. Podía disponer a conveniencia de su tiempo, pues no estaba obligado a horarios rígidos o calendarios que no pudiera cumplir, previo acuerdo con las autoridades de La Casa y las instituciones involucradas. 

Salazar compartía en aquel momento la visión esperanzada de otros refugiados en cuanto a que el exilio sería breve. Así, mientras llegaba la hora del regreso solo debía volcarse en el trabajo y adaptarse lo mejor posible a la vida en la ciudad con su amplia oferta musical y buenos amigos cerca: “No hay aquí verbenas sino musicología, pero nunca antes había trabajado tan bien y tan contento (quince o veinte cuartillas al día: total: que ni Menéndez y Pelayo)”, le asegura a Salinas. [15] Carta de A. Salazar a P. Salinas, México, D.F., 19-VII-1939. Adolfo Salazar. Epistolario, p. 424.

No era para menos. Con la vida diaria que tenía en España: una biblioteca oficial que atender por las mañanas, conciertos por las tardes y periódicos y artículos por las noches, le había sido imposible encontrar el tiempo para esas tareas que demandan demasiadas horas de estudio y concentración. Por ese lado habría ganancia.

Las autoridades de La Casa se esforzaron mucho para contrarrestar la opinión desfavorable que pudiera existir de la institución y sus invitados, y, muy particularmente, para seguir recibiendo el subsidio del gobierno, cuanto más que al poco de convertirse La Casa de España en El Colegio de México, tendría lugar el relevo presidencial, con los correspondientes cambios y reacomodos del nuevo gobierno. [16] C. E. Lida, La Casa de España en México, El Colegio de México, México, 1983. 

Sensibles a la repercusión social que suponía el arribo de esa pequeña élite intelectual al país, tuvieron el cuidado de procurar a la prensa oportuna información curricular y sobre las actividades que se disponían a realizar, y de propiciar la presentación “oficial” al público de cada uno de ellos conforme se iban incorporando. La idea era que a través de pequeñas notas periodísticas el público mexicano conociera la importancia de sus contribuciones académicas y docentes, así como su trayectoria profesional en España, de manera que pudiera sopesarse el beneficio que su presencia traería a la comunidad académica y científica del país, ya que su labor se extendería a otras capitales de provincia. [17] Ibídem. 

Jesús Bal, como señala Lida en su citado trabajo, llegaba a México con sus 33 años sin un curriculum vitae impresionante –como sí lo tenían otros miembros de La Casa-, lo que explica las dudas de Cosío respecto de la recepción que podría dispensarle el público mexicano. [18] Ibídem. 

En su caso, la valoración de la comunidad se preveía que ocurriera a mediano plazo, cuando sus publicaciones, aportaciones en prensa y conferencias en foros y medios de difusión fueran generando lectores y audiencias propias. Desde luego, las autoridades hicieron lo posible para que se confirmara el éxito que le vaticinaban y para incidir en una buena acogida social. Pronto lo introdujeron en sociedad. La misma Lida destaca la presencia de Bal en el “banquete de simpatía” organizado por la revista Letras de México con la asistencia de la flor y nata de las letras mexicanas y los españoles que ya se encontraban en la ciudad.  [19] Ibídem.

Alfonso Reyes, presidente de La Casa, se encargó personalmente de gestionar con la ayuda consular de otros países los documentos requeridos por Bal para continuar con sus investigaciones y de ponerlo en contacto con especialistas en documentos antiguos, de manera que pudieran orientar sus búsquedas de nuevos materiales. Su inmediato ingreso al efímero Instituto Mexicano de Musicología y Folklore facilitó también sus primeros acercamientos al estudio de las expresiones folclóricas locales y a la comunidad de especialistas mexicanos. Todo ello, más varios cursos, proyectos musicales y editoriales [20] Entre  los que destaca la edición de Romances y villancicos españoles del siglo XVI

y la novedosa formación del sexteto vocal Cantores Clásicos Mexicanos que daría difusión a sus estudios, justificó ampliamente la renovación de su contrato para el siguiente año. 

Si como entendía Cosío, Bal era poco conocido en su país y completamente desconocido en México, con Salazar sucedía lo contrario. Al lector mexicano culto le era familiar el nombre del influyente colaborador musical de El Sol. Su primera antología de textos, publicada en México por la editorial Cvltvra (sic), [21] A. Salazar, Andrómeda. Bocetos de crítica y estética musical, Cvltvra, México, 1921. había despertado la curiosidad de músicos y aficionados por sus trabajos subsecuentes. Por tal razón, la prensa siguió con interés su llegada, brindándole una bienvenida a bombo y platillos. En su columna “Música”, aparecida en El Universal Gráfico, un comentarista subrayaba en términos encomiásticos su relevancia en el marco de la crítica europea, haciendo una analogía entre la obra de Salazar y la de los grandes nombres de la composición y la crítica en el viejo continente, tal como se aprecia en el pomposo pórtico que antecedió a dicho artículo:

Así como la música contemporánea está representada en diversos países europeos por ciertas figuras que se han convertido en instituciones que encarnan lo mejor y lo más positivo de las inquietudes espirituales y de la expresión artística de nuestro atormentado siglo, así también existen en la crítica musical europea de nuestros días, algunas plumas que no sólo han dado a quienes las manejan autoridad y prestigio, sino que los han convertido en portavoces de la esencia más íntima de la música y en portaestandartes de su constante anhelo de renovación.

[…] No es posible hablar de la crítica musical inglesa sin que simultáneamente contemplemos la venerable imagen de Ernesto Newmann; de la francesa, sin que evoquemos las inquietudes espirituales del exquisito estilista Vuillermoz; de la alemana sin que pensemos en el revelador de “la idea poética” de Beethoven, Paul Bekker. Y menos podemos hacer consideración alguna sobre la crítica musical en la España de nuestros días, sin identificarla desde luego con el amigo núm. 1 de la vida musical de su país, su incansable impulsor, su sabio y dinámico paladín dentro y fuera de España, el dilecto escritor de conocimientos enciclopédicos y de pluma de consumado artista, Adolfo Salazar. [22] S. Kahan, “Bienvenida a Adolfo Salazar”, El Universal Gráfico, 14-3-1939.  

La introducción “oficial” de Halffter al público mexicano tuvo lugar con motivo del estreno en México de su ballet Don Lindo de Almería, partitura concebida en España y estrenada en su versión de suite sinfónica, en París, en 1936. A la función en el teatro Fábregas acudió un público numeroso compuesto en su mayoría por aficionados a la zarzuela –algunos de ellos miembros de la colonia española (aunque a Halffter le costara admitirlo)– ya que en la misma función se ofrecía previamente una taquillera obra de Sorozábal: La del manojo de rosas. El estreno del ballet daría a la prensa mucho de qué hablar, por razones que trascendieron incluso al autor de la música. El enigmático libreto de José Bergamín –un tanto desafiante para los gustos de un público familiarizado con la simplicidad típica de los argumentos de zarzuela–, sirvió a la prensa conservadora para una acometida más contra los rojos exiliados. Tras la primera representación las buenas conciencias se empeñaron en atribuir a la obra la pretensión de ridiculizar sentimientos de religiosidad católica. Pero la eficaz respuesta de Bergamín (el escritor repartió a los espectadores en la siguiente función una nota conminándolos a no dejarse embaucar por “propagandas tendenciosas y políticamente interesadas”), [23] J. Bergamín, Don Lindo de Almería (1926), Nigel Dennis (ed. y pról.), Pre-Textos, Valencia, 1988, pp. 103-104. Citado en C. Carredano, “Hasta los verdes maizales de México”, p. 88. consiguió que los reflectores iluminaran suficientemente bien al recién llegado compositor madrileño de apellido alemán. [24]A. Perucho, “Ballet moderno en México (datos para la Historia)”, en Nuestra Música, II, núm. 8, octubre, 1947, pp.177-191; C. Carredano, “Hasta los verdes maizales de México.Rodolfo Halffter y Don Lindo de Almería”, Anales del Instituto de Investigaciones … Leer más


Referencias

Referencias
1 J. Bal y Gay y R. García Ascot, Nuestros trabajos…, pp. 117-118.
2 C. Villanueva, “Jesús Bal y Gay crítico de El Universal (1939-1950): el manual del (casi) perfecto orteguiano”, en Consuelo Carredano, Olga Picún y Mª Ángeles Chapa (coords.), Huellas y rostros. Exilios y migraciones en la construcción de la memoria musical de Latinoamérica, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México (en prensa).
3 F. J. Garbayo, “Jesús Bal y Gay, Ronsel musical de la Galicia moderna”, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Residencia de Estudiantes y Universidad de Santiago, Madrid, 2005, p. 199.
4 Carta de Rosita García Ascot a Manuel de Falla, 21-XII-1932. Fundación Archivo Manuel de Falla, Granada. Citada en C. Villanueva, “Cronología”…, p. 55.
5 Director del Instituto de España en la Ciudad Universitaria de París.
6 Oficio fechado el 14 de julio de 1938 y entregado a Bal por el cónsul mexicano en Londres. C. Carredano, “Donde las olas los llevaron. Una reflexión sobre la obra de Jesús Bal y Gay en México”, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Madrid, Residencia de Estudiantes y Universidad de Santiago, 2005; C. Villanueva, “Cronología”…
7 J. Bal y Gay y R. García Ascot, Nuestros trabajos…, p. 117.
8 R. Mª  Fernández, “El pensamiento político de Jesús Bal en El Pueblo Gallego, en Carlos Villanueva (ed.), Jesús Bal y Gay. Tientos y silencios (1905-1993), Madrid, Residencia de Estudiantes y Universidad de Santiago, 2005, p. 269.
9 Citado en R. Mª  Fernández, “El pensamiento político de Jesús Bal en El Pueblo Gallego, p. 270.
10 C. Villanueva, “Jesús Bal y Gay, crítico de El Universal…”.
11 C. Villanueva, “Cronología”…, p. 67.
12 Ibídem, p. 72.
13 Carta de A. Salazar a A. y E. Halffter. México, D.F., 1-IV-1939. Adolfo Salazar. Epistolario…, p. 404.
14, 17, 18, 19 Ibídem.
15 Carta de A. Salazar a P. Salinas, México, D.F., 19-VII-1939. Adolfo Salazar. Epistolario, p. 424.
16 C. E. Lida, La Casa de España en México, El Colegio de México, México, 1983.
20 Entre  los que destaca la edición de Romances y villancicos españoles del siglo XVI
21 A. Salazar, Andrómeda. Bocetos de crítica y estética musical, Cvltvra, México, 1921.
22 S. Kahan, “Bienvenida a Adolfo Salazar”, El Universal Gráfico, 14-3-1939.
23 J. Bergamín, Don Lindo de Almería (1926), Nigel Dennis (ed. y pról.), Pre-Textos, Valencia, 1988, pp. 103-104. Citado en C. Carredano, “Hasta los verdes maizales de México”, p. 88.
24 A. Perucho, “Ballet moderno en México (datos para la Historia)”, en Nuestra Música, II, núm. 8, octubre, 1947, pp.177-191; C. Carredano, “Hasta los verdes maizales de México.Rodolfo Halffter y Don Lindo de Almería”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 93, 2008, pp. 69-101

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