Callar e intentar decir todo.
Ademán.
Izar el acto de quien se esconde, un doble anonimato.
¿Por qué callar una máscara?
Raúl Zurita asumió su rostro como un lugar.
Diamela Eltit dice al final de Anteparaíso :
El 18 de Marzo de 1980, el que escribió este libro atentó contra sus ojos, para cegarse, arrojándose amoniaco puro sobre ellos. Resultó con quemaduras en los párpados, parte del rostro y sólo las lesiones menores en las córneas; nada más me dijo entonces, llorando, que el comienzo del Paraíso ya no iría.
La máscara calla, al menos ensordece, asevera el retrato, abandona el rostro humano.
El fotógrafo Gerardo Suter tiene un objetivo claro sobre la contradicción, calla sobre el rostro, calla sobre la máscara.
La máscara se abstrae, busca adrede pasar a otro sitio. ¿Hay una voz en el retrato? ¿Se escucha acaso un ser mitológico? Es el silencio preciso de las facciones, es puro ademán que atestigua el embozo. No hay censura, es una ruda acción, precisa. Es andrógino, ¿debemos adivinar el sexo? Asomarse al silencio, imponente, el que carga con toda culpa. Callar es el acto más complicado, el trabajo de los clowns, de los maratonistas, los que desarrollan la tauromaquia.
Las manos dirigen una acción, avalando su anonimato, la máscara está ahí no por exotismo, sino para negar la identidad. No quiere hablar, pero quiere ser visto; quiere que se pueda hacer retrato aún, dudando, en ese silencio, del buen retrato, de la estirpe de las fotografías post mortem, donde el retrato está por acción de vacío, de una mueca absuelta, esa manera de honrar al retratado en su más absoluto silencio, el cadáver como ausencia. La bisutería de memento mori, la voz que literalmente nos dice: “recuerda que debes morir”. Es el retrato del silencio, de la falta de facciones, pero hay acción, están confeccionadas, vestidas, diseñadas las facciones.
Callar una máscara. Retratar un gesto dentro de otro. Quizá hay un aullido, quizá un sombrío lamento. Quizá no se está callando y se está ajustando la careta. Quizá el autor nunca pensó en el sonido que hay detrás. Puede ser una composición refinada. Un retrato.
Hay cuatro gestos: la persona, la máscara, las manos acomodando y una voz que nos grita terriblemente que somos una farsa, que por más identidades que nos inventemos, está alguien detrás. También unas manos que nos apenan, nos señalan que todo es fantasía. Y está el clic de un fotógrafo enmarcando la agonía de un sujeto que se silencia, se contradice…. Es la historia de nosotros, un espejo donde te encuentras dolorosamente y te identificas, es el retrato de la vergüenza de nuestros personajes.