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Cuarteto Latinoamericano
40 Aniversario
24 de marzo de 2022
Palacio de Bellas Artes
Georgina Derbez
Noche de concierto en Bellas Artes. Hoy, hay una gala. Son los 40 años de una de las agrupaciones más entrañables en México, y hablamos del ya legendario Cuarteto Latinoamericano. Pero no sólo eso, hoy también se rinde un igualmente entrañable homenaje a nuestro querido Mario Lavista, a quien ya le tocó dejar esta tierra para habitar en otras regiones. Y este homenaje me toca muy directamente pues en él escucharemos un estreno de mi maestra de composición, Ana Lara. Estamos a la expectativa.
Y el cuarteto abre con un Purcell delicadísimo, lo cual nos pondría, sin saberlo, en sintonía con la pieza que a continuación escucharíamos. El cuarteto nos transporta a otras épocas, tocando Dos Fantasías para ensamble de violas, lo cual es sumamente acertado, pues esta pieza evidentemente tiene un registro homogéneo ¿ casualidad? O un fino plan, ¡pues la obra que vendría tiene esta misma caratcerística!
Debo decir que tengo especial gusto por la ¨música antigua¨así que disfruto particualrmente de este par de bellezas, interpetadas de manera fiel en el estilo de la época.
Viene después el estreno de la noche: Memorial de Ana Lara, dedicado a mario Lavista. Ana nos transporta a un jardín de ecos y voces, con un material mínimo y el cuarteto tocando en un registro homogéneo, oímos esas voces que van y vienen como un oleaje, como voces que se identifican cercanas en un mundo sonoro altamente sofisticado. Reconocemos el guiño al Maestro Lavista con el sabio uso de trinos y arpegios de armónicos. Un tributo a su Reflejos de la Noche. El Maestro ha estado presente en este concierto, ha venido su Espiritu a saludarnos usando como precioso canal a nuestra muy querida Maestra. Ella nos lleva en esta obra de una manera sutil y sumamente elegante desde una sonoridad con sordina, yendo adelante hacia una nueva luminosidad, y terminando en el registro agudo. Nuevamente los unísonos. Como espíritus que finalmente se encuentran donde habita la luz .
En seguida escuchamos el Cuarteto en Sol del compositor jalisciense Domingo Lobato.
Caemos en ese asombro de conocer por primera vez a un compositor fantástico, poseedor de una enorme sabiduría en cuanto al uso de la cuerda, escribiendo para ella no solo de manera eficiente, sino obteniendo la magia que hay en ella. Nos sorprende este primer movimiento por su enorme calidez, sentimiento de intimidad que nos dan algunos de los intermezzos de Brahms.
Del segundo movimiento dos cosas nos atraen de manera especial. Su inicial uso discreto del tremolando que va de menos a más, hablándonos esto de un enorme control en sus materiales. Y la llegada del final, donde encontramos la mayor magia ahí hallamos al artista poseedor de un gran “duende”. Se grata de un ostinato melódico que va a permanecer hasta el final, desvaneciéndose de a poco, hasta terminar en la nada y quitándonos el aliento. Belleza pura.
El tercer movimiento es una apología de la cuerda, haciendo un elegante uso de las dobles cuerdas y las cuerdas al aire, tan características de esta familia de instrumentos. Poseedor de una gran energía, determinado y asertivo. Hoy nos congratulamos de haber entrado en contacto con este gran artista.
Y el cierre del concierto solo puedo calificarlo con una palabra: monumental. Pues se trata de una piedra de toque del repertorio del cuarteto de cuerdas: La Muerte y la Doncella de Franz Schubert.
En este momento, finalmente puedo valorar los muchos años de dar clase de análisis. Tantas horas pasadas con las sonatas de Haydn , Mozart y Beethoven. Esto nos permite disfrutar de la arquitectura de la música en un concierto, y tener ese gozo interno que viene de poder apreciar la mente de un artista en varias vertientes. Oímos con muchísima atención el primer movimiento. Algo nos sorprende. Hacia el final, tenemos de pronto una calma absoluta, un contraste absoluto con todo lo anteriormente dicho, como un lago de Espíritus… ¡casi estamos en un fragmento de Arvo Pärt! Y en seguida el più mosso, teniendo así el mayor contraste de la pieza, que sorprendentemente no nos lleva a un final asertivo, sino que regresa otra vez a ese lago espiritual. ¡Qué forma de Schubert de ser “contemporáneo”!
Del siguiente movimiento, un tema con variaciones, lo que nos quita el aliento es el lirismo tan refinado…conocemos los lieder de Schubert y su potente uso de la voz, cuyo lirismo aparece igualmente manifiesto. Y el final que no deja de remitirme siempre a la Gran Fuga del genio de Bonn, como dos obras gemelas con un drama similar.
Estamos ante una música enorme. ¡Qué grandes lecciones hemos recibido hoy!
Noche de gala sin duda, o mas bien un banquete para el Espíritu.
Juan Arturo Brennan
El jueves por la noche, en el Teatro de Bellas Artes, el Cuarteto Latinoamericano se plantó ante un público numeroso y entusiasta para hacer música como festejo por sus cuarenta años de existencia. No hay tiempo ni espacio para enumerar aquí a detalle los variados logros del CL; baste con mencionar a vuelapluma una discografía enorme, un par de miles de conciertos, colaboraciones con colegas de alto nivel, presentaciones en más de cuarenta países, premios y reconocimientos por doquier, alumnos en número abundante y de calidad destacada. Y un prolijo etcétera. El programa elegido para esa noche estuvo conformado por un repertorio típico de la variedad y eclecticismo (que no vaguedad y dispersión) que han sido, desde hace cuatro décadas, el santo y seña, la sólida línea de conducta, el modus operandi invariable del Cuarteto Latinoamericano; a saber, una obra insólita, escrita originalmente para otro instrumental; un estreno mundial (de una obra mexicana); otra obra mexicana, básicamente desconocida para el gran público; y una obra maestra indiscutible del repertorio.
En las Dos fantasías de Henry Purcell, originalmente concebidas para viol consort, el CL aproximó en la medida de lo posible el sonido liso y transparente de aquellos rústicos ensambles del siglo XVII. Mérito fundamental aquí, el delicado balance entre las voces.
El estreno absoluto: Memorial, de Ana Lara, obra creada recientemente en memoria de su maestro y amigo Mario Lavista (1943-2021). Es posible hablar aquí de una obra a dos voces: la voz propia de Ana Lara, y también la de Lavista, representada en esta partitura por diversos gestos y sonoridades que habitan su música, tanto la de cámara (especialmente sus cuartetos de cuerda) como algunas de sus obras orquestales. Música homenaje, música dolorosa, en la que la compositora pone de manifiesto, de nuevo, la importancia primordial que da a la textura instrumental en sus composiciones. El Cuarteto Latinoamericano manejó hábilmente, y con numerosos toques de delicadeza, la fusión entre estos dos lenguajes sonoros similares.
El Cuarteto en sol, del michoacano Domingo Lobato, se desarrolla en realidad en un “sol” sabrosamente ambiguo, que se aparta (sin desvaríos) de las estrecheces del desarrollo armónico tradicional. Notable trabajo del CL en mantener siempre coherentes las texturas homogéneas y los movimientos paralelos del primer movimiento. En el segundo, los cuatro cuerdistas tocaron las contemplativas melopeas propuestas por Lobato con una dosis justa de expresividad, sin exceso romántico alguno, siempre al servicio de la coherencia estilística. En este movimiento central del Cuarteto en sol de Lobato ocurrieron algunos de los mejores momentos del recital. El tercer movimiento, marcado Rudo, no lo es tanto, y el CL utilizó únicamente la rudeza necesaria en su ejecución, manteniendo la música de este lado de la aspereza, como debe ser. Hay aquí un par de muy fugaces pinceladas de sabor local, venturosamente alejadas del pintoresquismo folklorizante, insertas en una expresión similar a la del primer movimiento. Obra ciertamente interesante, merecedora de ser divulgada, que fue interpretada con evidente conocimiento de causa.
La obra maestra indiscutible arriba mencionada: el soberbio cuarteto La muerte y la doncella de Franz Schubert. El logro principal del CL en su energética interpretación de esta pieza fue la flexibilidad para transitar entre los diversos estados de ánimo propuestos por el volátil Schubert, estados de ánimo que en ocasiones cambian de un compás a otro. Esta cualidad, sostenida por el cuarteto a lo largo de toda la obra, fue especialmente perceptible en el segundo movimiento, cada una de cuyas variaciones fue elaborada con un carácter propio, bien perfilado y definido. A destacar en los movimientos tercero y cuarto, abundantes en veloces figuraciones, la precisión y la unidad de propósito en la articulación, conducentes a una equilibrada mezcla de claridad y expresividad.Al final de esta potente y energética versión de La muerte y la doncella de Schubert, el Cuarteto Latinoamericano dio otra lección de coherencia, acallando la consabida petición popular de la propina musical con un concepto de lógica impecable: ¿qué se puede tocar después de esta formidable obra?
La primera obra escrita para el Cuarteto Latinoamericano fue también hace 40 años escrita por el violista del grupo: Javier Montiel. Se trata de las Variaciones sobre el Capricho 24 de Paganini. A continuación un video con la partitura.
Y sin partitura pero con el Cuarteto Latinoamericano en plena ejecución