Dios Salve a la Patria

Primitivo Miranda, Batalla del 5 de Mayo

Alejandro Barrañón, Dios Salve a la Patria, Tempus clásico, 2017 [CD]

En los últimos meses he recibido invitaciones para presentar y reseñar algunos libros; recientemente recibí, también, una bonita invitación (primicia en mi carrera) para presentar un disco. Las invitaciones son, por supuesto, halagadoras. Esto parte de la, nada modesta, idea de suponer que a mis colegas les importa mi opinión. Pero, vanidad aparte, lo verdaderamente bonito ha sido tener oportunidades para, como lo he dicho en las presentaciones, salir de mi siglo (el XVIII). Conrad Lorenz y su máxima de volvernos “especialistas de la nada” son presencias hostigosas en mi quehacer musical. Así, cada invitación a visitar otros espacios y otros tiempos distintos a los de mi línea de investigación principal, viene acompañada de un “sí” y de la mejor disposición a adentrarme en el mundo sonoro que se me invita a presentar o reseñar.

Este texto deriva de la presentación de aquel disco. Pero, al entusiasmo por conocer otros espacios musicales, se suma el entusiasmo por hablar del dueño del disco; claro, no el dueño material sino el dueño intelectual de ese bonito objeto —en peligro de extinción, como ha dicho Samuel Maynez. Así pues, quien convoca a estas líneas es un personaje del que no se puede evitar hablar cuando se habla de la escena pianística mexicana: Alejandro Barrañón. Y el disco que convoca es su trabajo más reciente: Dios salve a la patria. [1] Alejandro Barrañón, Dios salve a la Patria, (tempus clásico, 2017) [CD]

Escuchar el disco sin leer el “librito” (cosa que se puede hacer desde su plataforma o streaming de preferencia) no tiene margen de error; la interpretación de Barrañón y el repertorio seleccionado, aseguran una hora (poco más) de alborozada escucha. Pero escuchar el disco con el “librito” en mano añade al alborozo una compresión del sonido y de las decisiones interpretativas. Reparar en esta información, contextualiza la escucha, nos sitúa en el siglo XIX mexicano y configura (entre texto y música) una imagen sonora para la pertinente pintura de Primitivo Miranda que enmarca la portada del disco.

Sin embargo, el texto, hecho a cuatro manos, nos permite leer entre líneas sobre el pianismo y el pianista más de lo que explícitamente se dice. Las notas están hechas por el mismo Barrañón y por Carlos Vidaurri, musicólogo conocedor de la escena mexicana decimonónica. ¿Qué es, pues, todo eso que leemos entre líneas? La división entre los “músicos teóricos” y los “músicos prácticos” parece ser antediluviana, pero, aun así, mantener vigencia. Barrañón, distinguidísimo entre los segundos, demuestra entender la importancia de trabajar con los primeros, y más aún, ser ambos al mismo tiempo.

La sinfonía-himno, Dios Salve a la Patria (pista 1), sin duda, la gran protagonista del disco y la que le da nombre, adquiere un sentido en las manos de Barrañón por su abordaje técnico y virtuoso, pero también por la comprensión de todo lo que está contenido en esa transcripción libre hecha por Julio Ituarte.

Portada del disco Dios Salve a la Patria

El género (sinfonía-himno) parece poco apropiado para lo que cabe en 88 teclas; pero la obra orquestal y la transcripción revelan mucho del escenario decimonónico: un género híbrido que dialoga con el escenario europeo y con un México independiente que busca, en la música, una identidad nacional: un himno. La transcripción de Ituarte, por su parte, demuestra la importancia del piano en el escenario, pero también, una flexibilidad instrumental que quizá perdimos años más tarde. Que Barrañón conozca una y otra le permite llevar el sinfonismo al piano, pero también la batalla, la ópera, el solo del oboe, la esencia operística de Morales y la plegaria de los niños cantando al final de la obra. Series de clusters y repeticiones de compases que adquieren sentido en el piano solo si se ha investigado, estudiado y trabajado con la partitura orquestal. Sin dejar de señalar, además, la indagación organológica hecha por Barrañón sobre los instrumentos (los saxhorns y otros “raros objetos”) con los que se estrenó la obra; así, termina por “colorear” al piano con esa inusual orquesta decimonónica.

El rescate del patrimonio musical y la reivindicación del siglo XIX (tantas veces prejuciado en algunos discursos musicológicos), se hace de manera transversal al incluir —con naturalidad— a María Garfias (con su Bacanal, pista 3) y a Guadalupe Olmedo (con su paráfrasis de Ildegonda, pista 7). Ambas compositoras, afortunadamente, ya no son una mención anecdótica en nuestros discursos, pero su inclusión en esta antología contribuye a seguir entendiendo el lugar fundamental —y menos “excepcional”, léase “curiosito”— que han tenido las compositoras mexicanas.

            Además de la sinfonía-himno y las obras de Garfias y Olmedo, el disco incluye las Variaciones fáciles para piano. Según Barrañón esta obra guiña a las Seis Variaciones fáciles de Beethoven. El título nos hace creerlo, pero el mejor ejercicio será para el escucha, ir a cada juego de variaciones y entender las palabras del pianista. Lo más llamativo, para mí, de las variaciones (no las de Beethoven) es su condición de anonimato. Poner un mismo disco obras de un reconocido Ituarte, de un famoso Henri Herz, de un ya canónico Melesio Morales, de un no tan conocido Benigno de la Torre, de las aclamadas Guadalupe Olmedo y María Garfias y, además, del “prolífico” anónimo es hacer una verdadera efigie sonora del XIX mexicano, es comprender que el foco ya no está puesto en los compositores y que un discurso interpretativo se ve enriquecido al entender la escena, el público (caso interesante del Herz en este sentido) [2]de acuerdo con Yael Bitrán  en las presentaciones de Herz en México se destaca “la inclusión de las mujeres como un factor fundamental en su papel de público en los teatros y de ejecutantes aficionadas en las casa”  Yael Bitrán, … Leer más,  las condiciones de género, las cualidades del repertorio.

Pero para saciar un poco la curiosidad, según Vidaurri estas variaciones podrían ser del, también reconocido, Mariano Elizaga; hipótesis que encuentra sentido con las palabras de Barrañón, pues es de sobra conocida la admiración que tenía el michoacano por el de Bonn.

            Para hablar de cada obra, mejor escuchar el disco y leer la valiosa información del “librito”. Lo que puede caber aun en esta reseña es señalar que las obras demuestran su relación con el arte europeo de aquella época: sobresalen los términos mazurka, sinfonía, sale a relucir Beethoven, Liszt, Chopin. Pero, como bien señala Barrañón, no se trata de una “imitación” del arte europeo, sino de una asimilación de esas formas y esos géneros que, pasados por el territorio nacional adquieren otra dimensión: adquieren originalidad y un componente político-identitario tan propio de la situación que vivía entonces el país. Barrañón comprende ese diálogo entre el espacio europeo y el momento mexicano; así pues, no me queda más que volver destacar la capacidad interpretativa del “ingenioso quijote del piano” que se conjunta con su labor investigativa para conformar una antología sonora que vale la pena escuchar —más de una vez.

Referencias

Referencias
1 Alejandro Barrañón, Dios salve a la Patria, (tempus clásico, 2017) [CD]
2 de acuerdo con Yael Bitrán  en las presentaciones de Herz en México se destaca “la inclusión de las mujeres como un factor fundamental en su papel de público en los teatros y de ejecutantes aficionadas en las casa”  Yael Bitrán, https://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/2487/2521, fecha de consulta 02/07/2024.

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