El pasado 3 de noviembre de 2023 se presentó, en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, y al día siguiente en el Ayuntamiento de Aguarón (Zaragoza), el libro de Consuelo Roy Pueyo Simón Tapia Colman. Una vida al servicio de la música. Contribución a la cultura en el exilio republicano español de México, publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza (PUZ).
Comparto mi intervención en dicha presentación.
Agradezco profundamente la invitación de Consuelo Roy para participar en la presentación de su libro, a la Universidad de Zaragoza, a la editorial, y a todas las personalidades que comparten esta mesa, así como a todos los asistentes, y muy especialmente a los familiares de Simón que aquí se encuentran.
Comenzaré por decir que ha sido un honor, y sobre todo un placer, colaborar con Consuelo. No hay palabras para agradecer su interés en la figura de mi tío Simón. La investigación exhaustiva y rigurosa que ha hecho, el periplo que ha vivido siguiendo pistas en los archivos de distintos países e instituciones y su dedicación seria, tenaz e inteligente, merecen toda nuestra admiración. He leído este libro, de principio a fin, casi de un solo aliento, y me ha descubierto cosas de Simón que han hecho sintonía con mis propias ideas y que yo ignoraba por completo, como, por ejemplo, lo que se refiere a las líneas principales que mueven su propuesta de reforma educativa, en la que enfoca desde una perspectiva filosófica, con sensibilidad social y amplia visión de contexto, las necesidades de la educación musical en México y las medidas concretas que habrían de ayudar a elevar el nivel. El tema de la reforma educativa propuesta por Tapia Colman es tratada en profundidad por Consuelo en su tesis doctoral. El libro de Consuelo también me descubrió al Simón poeta, pues rescata algunos poemas suyos de una fuerza impactante y desde los cuales nos transmite el horror de la guerra y el desgarro del exilio.
Hablar de Simón Tapia Colman es hablar del exilio republicano español y de la coyuntura histórica que les tocó vivir a tantos expatriados que hicieron de México su segundo hogar. Vidas muy duras cada una de ellas, marcadas por la Guerra. Hay que señalar que la vida de los que tuvieron que huir ha quedado como esos cuadraditos que tejían nuestras abuelas y luego cosían entre sí hasta formar una colcha o un mantel. De igual forma se van recuperando poco a poco vida y obra de tantas historias individuales dispersas en los diferentes países que les dieron refugio. Haría falta un buen equipo de gente que vaya hilvanándolas hasta reconstruir la Historia de España que se forjó fuera de sus fronteras y que algún día habrá de contarse dentro de una sola historia, la que se enseñe en los libros de texto de la educación general.
Entre los años 1934 a 1940 gobernó en México un presidente extraordinario, el general Lázaro Cárdenas. El presidente Cárdenas nombró embajador ante la Sociedad de Naciones en Ginebra a Don Isidro Fabela, artífice de la política exterior de México desde la época de Venustiano Carranza. Así es como México alzó su voz con contundencia y valentía para defender a la República española y condenar la política de No intervención, que dejó a España a merced de la colaboración de Hitler y Mussolini con Franco. El presidente Cárdenas había dicho al enviado de Juan Negrín a México que, en caso de que la república perdiera la Guerra, en México encontrarían una nueva patria que los acogería sin reservas. Al mismo tiempo, el gobierno de Cárdenas tomó una medida inédita, que fue la de crear, en julio del año 1938, la Casa de España en México con el fin de invitar a un grupo de intelectuales y científicos españoles para que continuasen su labor mientras duraba la guerra. Al terminar esta, si la República se alzaba con la victoria, podrían volver a su país, y, en caso de que fuese derrotada, encontrarían patria, trabajo y protección en México. Así es como José Gaos, León Felipe, María Zambrano, José Medina Echavarría, Jesús Bal y Gay, Adolfo Salazar, Rodolfo Halffter, Luis Recasens Siches, José Moreno Villa, Enrique Diez-Canedo, Juan de la Encina y algunos grandes nombres más, al ser derrotada la República, pasaron a ser refugiados, o transterrados, como nos recuerda Consuelo Roy, según el término acuñado por el filósofo José Gaos. México recibió en 1939 y años posteriores varias expediciones de refugiados tanto de la República española como de la Segunda Guerra Mundial, resultando enriquecido en muchísimos aspectos y, en particular, con la incorporación a la vida musical mexicana de figuras tan importantes como Jesús Bal y Gay, Rosita García Ascot, Rodolfo Halffter, Adolfo Salazar, Baltasar Samper, Gustavo Pittaluga y Simón Tapia Colman, así como su hermano Crescencio Tapia Colman, además de un buen número de intérpretes.
Pues bien, volviendo a la aventura por recuperar la vida y obra de Simón, se dieron varias circunstancias dignas de ser narradas: para empezar, el que su sobrina y ahijada mayor, o sea, yo, eligiera España para hacer su vida y desarrollar su carrera pianística fue un poco el hecho que propició todo lo que se fue dando hasta traernos hoy aquí. Así pasó que un buen día asistí a un concierto en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, mirad si la sala es grande, y resulta que a mi lado se sentó José Luis Temes. Nos conocíamos de siempre, pero, cuando me vio, se sorprendió y perplejo me dijo: “Qué casualidad, estaba por llamarte, pues quiero recuperar la música de Simón Tapia Colman y necesito el material para grabar su obra sinfónica. El otro día se lo comenté a Tomás Marco y a Ramón Barce y me dijeron: ¡Pues habla con Eva, es su sobrina! Y voy, y te encuentro aquí butaca con butaca…”; a lo que yo, sintiendo la alineación de planetas que se estaba dando en ese preciso momento, contesté de inmediato: “Pues manos a la obra, me pongo con ello”.
Y de esta manera comenzaría la aventura que fue la grabación de toda la obra sinfónica de Simón. Las partituras se encontraban en casa de mi primo Miguel Ángel Tapia Alcázar en México. Traerlas poco a poco a España fue toda una odisea. Finalmente se grabó toda la obra sinfónica de Simón con José Luis Temes dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Málaga. Logramos una impecable grabación. Además, a través de las cuatro obras orquestales que están en ese disco es posible seguir la evolución de su obra musical: desde Una Noche en Marruecos, resultado de la experiencia juvenil de una estancia de trabajo en la ciudad árabe, pasando por la Leyenda Gitana, de marcada estética nacionalista, podemos escuchar Sísifo, obra en la que se aparta de la tradición españolista marcada por Falla y del sistema tonal, hasta su obra Núcleos para orquesta de cuerdas, en la que encuentra su propio lenguaje mediante el sistema núcleos inventado por él y en el que se va a expresar en diferentes obras tales como Secuencias nucleicas para piano solo, que he interpretado varias veces tanto en España como en México, Núcleos para violín solo y otras más, expresión de su propia voz. Rodolfo Halffter describía muy bien la técnica compositiva de Simón: “Su última producción dentro del campo de la atonalidad es sumamente atractiva. En ella, como motor impulsor y elemento organizador de la estructura musical actúa su descubrimiento que él llama ‘núcleos’, que constituyen un muy personal manejo o utilización del total cromático temperado y de la serialización de los diversos parámetros: alturas, formas de ataque, intensidades, duraciones, etc.” Esta obra fue estrenada en España por la Orquesta de Córdoba bajo la dirección de José Luis Temes, en el marco de los festejos en la ciudad de Moguer de la Frontera por la conmemoración de los cincuenta años de que le fuera otorgado el Premio Nobel de literatura a Juan Ramón Jiménez.
En cuanto a mí se refiere, me siento agradecida y privilegiada de tocar la música de Simón y de haber trabajado con él su obra de piano solo y la de violín y piano. Su estupenda Sonata para violín y piano “El Afilador” la toqué con los violinistas Román Revueltas, Francisco Comesaña y Anna Baget, una experiencia enriquecedora e inolvidable cada vez. A Simón no solo le tenía un inmenso cariño y su figura ha sido muy importante en mi vida, sino que siempre fui consciente de su altura como ser humano, músico y compositor.
Luego vendría la aventura de Consuelo Roy…Yo daba cursos de Vanguardias pianísticas del Siglo XX y XXI por varios Conservatorios de España. Pasó que fui a Zaragoza a impartir uno de ellos en el Conservatorio Profesional de Música, y en dicho curso conocí a Consuelo Roy, quien gentilmente llevó a sus alumnos a mis clases. Pasó el tiempo y, en el año 2007, regresé a Zaragoza con José Luis Temes a presentar el CD. Pues resulta que Consuelo se enteró casualmente de la presentación leyendo el Heraldo de Aragón y recordó que me conocía del curso. No se me olvidan sus palabras cuando se puso en contacto conmigo: “¿Piensas hacer una tesis sobre tu tío?” – “No está en mis planes”, le dije – “Pues entonces la hago yo” escuché decir con énfasis no carente de entusiasmo, y de esta manera comenzó a andar este camino, primero en tesis de maestría, premiada por la Universidad como el mejor trabajo de ese año, y luego vendría el arduo trabajo de su tesis doctoral, distinguida con la calificación de cum laude. No es para menos, pues Consuelo ha realizado un trabajo de titanes que ha culminado en este libro que tenemos ahora entre las manos y cuya lectura os recomiendo porque la he disfrutado intensamente. Pero no me despediré sin antes decir que en el año 2022, Consuelo y yo, en nombre de la familia, entregamos a la Biblioteca Nacional de España todo el legado de Simón Tapia Colman: su música, sus escritos… De alguna manera, Simón ha vuelto a su tierra y espero que su segunda patria, México, tampoco lo olvide.
