Maritza Aleman
Martiza Aleman

Heterofonía | 25 |


Revista publicada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
Número 25 | julio-agosto 1972

Directora fundadora: Esperanza Pulido


Editorial

PROBLEMAS DE LA MUSICOLOGIA LATINOAMERICANA. Entre las respuestas que nos envió desde el Uruguay el Dr. Francisco Curt Lange a un cuestionario, la número cuatro contenía argumentos tan importantes, que no dudamos en darles preferencia editorial.

Tengo la impresión de que la musicología histórica mexicana está bastante paralizada y que acontece lo mismo con la etnomusicología, aunque fuese la continuación de los volúmenes del folklore musical mexicano, de los cuales salieron hasta ahora solamente dos. Me parece como si la muerte de Vicente T. Mendoza, Jerónimo Baqueiro y el Dr. Romero hubiese producido un colapso, pues ellos eran elementos dinámicos, incansables y escudriñadores.

Claro está que juzgo de lejos y no deseo producir injustamente la impresión de criticar a personas o instituciones que en estos momentos podrían estar esforzándose por producir trabajos en ambos terrenos… Mi colaboración en el nuevo Léxico Riemann, del que ya apareció el primer tomo ha sido, con respecto a México, una penosa experiencia, por la falta de información prolija sobre figuras de la música mexicana que deben figurar con profusión de informaciones y una relación completa y correcta de sus obras en enciclopedias de la trascendencia de la Riemann y otras.

Parece que la desaparición física de un valor sea motivo suficiente para olvidarlo y, ante todo, desatenderse por completo de su producción y la casi seguridad de que ésta se pierda al poco tiempo. Ya sabemos lo que ocurrió con el archivo de la biblioteca de Vicente T. Mendoza y pregunto de nuevo qué pasó con la vasta biblioteca y archivo del Dr. Romero. Me he gastado las yemas de los dedos escribiendo a innúmeras personas del medio musical mexicano con el fin de obtener información concreta y precisa scbre personalidades no sólo desaparecidas —y estas forman ya legión— sino sobre otras que gozan de excelente salud. No son suficlentes los argumentos de que México tiene 8 millones de habitantes, ni tampoco de que semejante capital obligue al músico a multiplicar sus esfuerzos para no quedar rezagado y al mismo tiempo para obtener los suficientes recursos para redondear su presupuesto familiar.

En este sentido la falla se encuentra en la falta de una disposición especial que creara un departamento hístórico-musical encargado no solamente de reunir la documentación impresa, sino de vigilar que la inédita no perezca, entrando en periódico contacto con los familiares de los músicos desaparecidos para que éstos, en un momento dado, cedan o vendan el patrimonio al Estado. Se puede, inclusive, crear una ley que permita salvar innúmeros archivos del pasado y del presente, porque el presente será dentro de poco también Historia.

Lo que aquí expreso es el reflejo sincero de una prolongada experiencia que abarca infinidad de años trajinando por suelo americano. Es urgente esta necesidad de crear un acervo oficial del Estado que no sea solamente un Panteón de Música, sino un Archivo a disposición de los contemporáneos, para que se pueda volver a presentar obras de conciertos y someter la producción de cada uno a estudios analíticos y estéticos.

Yo intervine en la venta de los Archivos de Manuel M. Ponce y Silvestre Revueltas a la Southern Music Publishing Ca. de Nueva York, que representa también los intereses de la Editorial Cooperativa Interamericana de Compositores, y hizo cargo de idéntica representación de las Ediciones Mexicanas de Música. Esta intcrvención mía, que contraría mis principios de migración de documentos fuera de fronteras, se hizo únicamente porque estaba seguro de que en México se perderían al poco tiempo. La Southern Music ha publicado ya una serie considerable de obras de ambos compositores. Quisiera que alguien me contestara con la lndispensable sinceridad, si alguna vez se pensó seriamente publicar el acervo de estos grandes músicos, orgullo de México y América.

Descuide el lector que este problema sea únicamente mexicano. Atañe a todos nuestros países. Y conste que puedo caer en el error de recomendar una iniciativa de doble filo y, por tanto, peligrosa. El Estado suele ser el enterrador de sus propias instituciones si no les inyecta vida y recursos y funcionarios capaces de dirigir un organismo con fe y abnegación, en vez de dar el puesto a gentes incapaces. Sin ir muy lejos el Estado adquirió, en el Uruguay, la producción de Fabini y de Broqua, nuestros primeros nacionalistas. No se consigue aquí una sola obra de estos hombres, reeditada por el Estado. Nos quedará en tado caso el consuelo, al comprobar la ausencia de ediciones o reediciones, de que siquiera su música está a salvo —conformidad con ribetes de resignación y melancolía—.

Es más fácil observar la reedición de obras literarias importantes que de composiciones de igual rango. Y no siempre los Archivos en manos del Estado merecen nuestra confianza. Han desaparecido manuscritos y se han lIevado a depósito multitud de obras a las cuales nadie tiene acceso, argumentándose falta de espacio. Esto me consta al menos con respecto a la Argentina. A pesar de estas y otras observaciones, me parece que todo depende, en el caso de la conservación de acervos musicales y musicológicos, del dispositivo de la ley y del cumplimiento riguroso de la misma. Si en los respectivos articulados se encontrrase la disposición de que el Instituto de referencia debería publicar, al correr el año fiscal, no menos de tres obras, ya lograríamos un beneficio. Y si en el reglamento interno se estipulara que luego de un inventario riguroso de las existencias, el acceso a los manuscritos sólo sería permitido bajo estricta vigilancia, tendríamos siquiera la garantía de que con un Instituto destinado a elaborar un mniucioso acervo bio-bibliográfico y un índice de publicaciones y manuscritos —estando además obligado a publicar, año tras año, obras de autores desaparecidos— la iniciativa caminaría y encontraría un justificado eco en la opinión pública y profesional.

FRANCISCO CURT LANGE.

Hay en Tepoztlán seis muchachos rocanroleros vecinos del compositor Gehradt Muench que ensayan diariamente, con los amplificadores eléctricos a todo vapor, «música» que ensordece a cualquiera que viva a un kilómetro de distancia. Declarados por el Presidente Municipal del lugar «cumplidores de una labor social y cultural» (sic) y al compositor denunciante «viejo y enemigo del pueblo» (sic), no cejan en su afán de enloquecer al compositor y ensordecer a los tepoztecos. El compositor germano-mexicano posee un «chimali» de Acción Social, que tiene grabado: «con la gratitud del pueblo mexicano» y ejerce la enseñanza en México desde hace 18 años, amén de su primordial trabajo como compositor y pianista emérito. ¿Se hará justicia?

LOS EDITORES.


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