Lourdez Ambriz
Lourdez Ambriz

Lourdes Ambriz: Endecha [1961.2025]

Emmanuel Pool

Chanson d’automne, Silvestre Revueltas. Lourdez Ambriz | Alberto Cruzprieto


Es difícil escribir sobre los amigos y ser justos en las palabras. Es mucho más difícil escribir sobre las personas que admiramos y que, en cada ocasión, nos renuevan con diversos gestos las razones de dicha admiración. En estas líneas no quiero que el cariño y aprecio que tuve hacia el personaje obnubilen mi juicio… sin embargo, será difícil. Y es que el hablar —recordar— a Lourdes Ambriz a unos cuantos días de su partida, es hacerlo de una de las cantantes más completas del panorama mexicano de las últimas cuatro décadas, en las que recorrió con su voz países, continentes, épocas, personajes y estilos, dotando siempre a su voz —su canto— de una expresividad y magia únicas. 

La primera ocasión que la escuché en vivo fue en una Serva padrona que llevaron ella y Arturo López a Yucatán. Un montaje mínimo, inteligentemente desarrollado, que aunaba a la chispa cómica de Arturo la delirante Serpina de Lourdes. Escucharla hacer los recitativi era una lección, no sólo de su técnica, sino también del abordaje profundo de un personaje que le quedaba como anillo al dedo, o más bien, como música en su voz. Esa Serpina iba desde lo tierno hasta lo hilarante o dramático. Y la música parecía surgir en una continua inspiración e improvisación en ella, no solo desde las notas (aprendidas con su justeza), sino desde lo profundo: un acto telúrico que impactaba en muy distintos frentes.

La segunda ocasión que la escuché fue en un Elisir d’amore, en una gira que la llevó por casi todo el sureste (Yucatán, Campeche, Chiapas y Tabasco) en la que hizo una Adina muy humana, que transitaba desde el desdén, pasando por la pena y terminando en el pedido lieto fine de la ópera de Donizetti. Yo la acompañaba en el coro, escuchándola y disfrutando, no sólo el hecho de estar en escena, sino el de poder cantar junto a ella. A partir de ese momento Lourdes —la maestra Ambriz, aunque se gasten más palabras— se convirtió en una de mis más admiradas cantantes. Esta fascinación, incrementada por los golpes estéticos que su escucha me causaban, me hizo querer coleccionar sus discos y en cada ocasión que la vida me lo permitía, compraba uno o dos ejemplares de ella cantando, desde música virreinal hasta las obras de sus coetáneos. En estas grabaciones buscaba inspiración vocal, interpretativa e incluso de repertorio: Lulú fue una de las cantantes mexicanas que más grabó y su ductilidad vocal hizo que pudiera abordar muchísimos estilos, desde pop, música barroca (su participación en la primera grabación completa del Montezuma de Carl Heinrich Graun como Pilpatoé es imprescindible para el melómano operístico), virreinal (perteneció al grupo Ars Nova con quienes realizó varias grabaciones), soundtrack de películas (fue la voz de Bella en La bella y la bestia de Disney), hasta las obras más complicadas de los compositores del siglo XX y XXI (grabó piezas de Béla Bartók hasta Salvador Moreno, Gerhart Muench, Rodolfo Halffter, Mario Lavista, Carlos Chávez y muchos más).  Este texto no es una enumeración de todas sus grabaciones, antes bien, una aproximación de unas cuantas que me parecen imprescindibles en la amplia trayectoria de la soprano.

Una de las primeras grabaciones que escuché de ella fue Aura de Mario Lavista. Su creación del personaje aunaba una presencia fantasmal con una sensualidad y liviandad que parecían prístinas al oyente. Era no una bruja, sino una encantadora, un desdoblamiento del personaje de Consuelo Llorente, más joven, pero también con todo el fuego guardado durante años hacia su primer amor. Como dato interesante, en el 2022 la maestra Ambriz volvió a interpretar en escena Aura y fue un fantasma que se atravesaba en el teatro. Quienes fuimos testigos de aquellas funciones tendremos siempre en la mente la forma en la que se movía por el escenario cantando con la misma liviandad y sensualidad el personaje de Lavista. 

Lourdes Ambriz también contribuyó —junto a Jesús Suaste y Enrique Diemecke en la dirección musical— a la recuperación del legado vocal de Silvestre Revueltas en dos discos: Silvestre Revueltas. Música de Excepción y Sensemayá. The unknow Silvestre Revueltas, en los que con ironía, buen humor, dramatismo e incluso diversión, sacaba todas las emociones posibles a los poemas de Daniel Castañeda, Carlos Barrera, Langston Hughes, Ramón López Velarde. Recuperó también, junto al doctor Ricardo Miranda, las etéreas piezas vocales de José Rolón en un maravilloso disco editado por el CENIDIM. Escucharla aproximarse a los poemas musicalizados por el jalisciense con textos en francés o español es una lección, no sólo de técnica vocal, sino de una idea precisa del cómo cantar el repertorio mexicano. También cantó el ciclo Funesta de Marcela Rodríguez, con textos de Sor Juana Inés de la Cruz. En esa grabación su acercamiento a la música de Rodríguez es extrema y poderosa: se puede escuchar a su voz pasar de las largas líneas melódicas con continuos saltos interválicos al grito de desconsuelo del amante dejado por el amado. 

Fue la intérprete de varios personajes en la única grabación existente de The visitors de Carlos Chávez, junto a Encarnación Vázquez, Jesús Suaste, y Randolph Locke, dirigidos por José Areán. En esta obra los personajes principales hacen varias representaciones en medio de la peste que azota a una ciudad en la Toscana. Ambriz encarnó a Lauretta, Psyche, Magdalen y Eve, cada uno de ellos disímbolos y con características propias que marcaron la pauta para una de sus más célebres interpretaciones escénicas, vista solamente en unas exiguas funciones para el Palacio de Bellas Artes y el Festival Internacional Cervantino. Por otro lado, su construcción de Perséfone en The seventh seed de Hilda Paredes hace conocer al auditor a una joven que se debate entre dos mundos —el de la vida y el de la muerte—y su voz pasa de lo prístino a lo oscuro con una facilidad sobrenatural. En otras obras como en El conejo y el coyote de Víctor Rasgado, hizo desternillarse de risa a más de uno con su coqueto y quasi malévolo Conejo.

Resumir la trayectoria de Lourdes Ambriz es una tarea titánica, sobre todo para aquel que conozca la historia de la música en México durante las últimas décadas. Ponderar la forma en la que influyó a varias generaciones de cantantes, compositores, músicos e incluso actores, con su voz, entrega y pasión es imposible. México perdió junto a Lourdes a una de sus artistas más destacadas y a una de las más queridas. Nos deja huérfanos de ella pero deja una indeleble huella para los que la conocimos y escuchamos. 

Emmanuel Pool

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