Escuela Superior de Música
Escuela Superior de Música

Residencia de invierno

Ricardo Rozental

En enero de 2023 el compositor de Monterrey Eduardo Caballero publicó en redes la noticia de que viajaba a Montreal para una residencia artística. Colaboraría con el Cuarteto de saxofones Quasar en la composición de una obra nueva. Luego fue contando que la cooperación iba bien, que la pieza avanzaba a gusto, mostró fotos del cuarteto Quasar y de la partitura al tiempo que nos enseñaba la vista nevada desde la ventana frente a la que se sentaba para componer.

Una vez concluyó la residencia, Caballero regresó a Monterrey donde el invierno todavía era frío, aunque mucho menos que el del Montreal.

La siguiente publicación anunciaba que estaba, nuevamente, en camino a Montreal para el estreno de su obra y, más adelante, para asistir a los estrenos en Monterrey y en Ciudad de México en las escuelas de nivel superior del Inbal. En la capital hubo dos conciertos: uno en el Cenart (Centro Nacional de las Artes) y otro en el Conservatorio Nacional de Música. Además, estaría dialogando con estudiantes acerca del proceso compositivo.

Asistí al Cenart el 18 de abril de 2023 cuando comenzaba a atardecer. El auditorio está rodeado por enormes vidrieras que dan hacia jardines en la parte posterior de la Escuela Superior de Música. La luz iba cambiando y se ponía cada vez más dorada. Quiero decir que el ambiente era estupendo. Desde fuera se colaban voces que sonaban alegres y risas de quienes recién habían terminado su jornada de mantenimiento.

Nunca había estado con Eduardo en el mismo lugar, ya fuera por la distancia entre nuestras ciudades o porque la pandemia nos lo impidió o porque cuando vino al estreno de su ópera súbita para la Compañía Nacional de Ópera Contemporánea, yo no pude llegar. Así que nos dimos un abrazo antes de entrar a la sala como para romper la cadena. Allí estaba otra de las compositoras que también había participado en la residencia, la canadiense de Montreal Geneviève Ackerman con quien fluyó una conversación mundana sobre un montón de asuntos.

En la sala la disposición era con una tarima central y alrededor bocinas a diversas alturas y varios gongs. De la brevísima presentación y bienvenida se encargó Alejandro Padilla, quien también estrenaba su pieza para el cuarteto.

El orden del programa fue así:

Eduardo Caballero, Puls[o][e]… espectral teatro de reflejos;
Sophie Dupuis, Rebonds cosmiques;
Geneviève Ackerman, Générosité par l’éphémère;
Alejandro Padilla, Fragments, pieces, breaks.

Escuela Superior de Música
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Como oyente la de Caballero me pareció una pieza muy exigente porque, a pesar de que el Cenart ofrece un ambiente bastante protegido del bullicio de la ciudad, la obra demanda mucha concentración auditiva. Las dinámicas son moderadísimas y los sonidos de los primeros minutos, bien sutiles. El inicio es súbito en un sentido opuesto al de la estridencia. Con el cuarteto ubicado sobre la tarima, casi hombro con hombro, de cara al público en cuadrilátero, atriles al frente entre ellos y sus oyentes, solo su respiración anunció que la pieza quizás ya había comenzado, aunque los sonidos fueran inaudibles o tal vez lo fueran, pero no en aquel lugar. Una especie de larga entrada en ambiente que tomó algo así como una cuarta parte de la duración de la composición si se considera que la obra es de 18 minutos, mi sensación fue que pudieron haber transcurrido unos cuatro minutos hasta que los instrumentos fueron más audibles y que más que construir un ambiente sonoro comenzaran a ocurrir más cosas. Y fueron bellas.

Estuve mirando las actitudes del público: la atención se la ganó la música. El silencio y la inmovilidad de la asistencia eran totales, había una actitud de arrobamiento, muchas personas con sus ojos cerrados y el cuerpo entero entregado al sonido. El resto de la obra estuvo llena de sonido que ocurrió en una sucesión que sentí coherente. Quizás hubo por ahí un solo salto inesperado o para el que yo no me sentí preparado. El final de la obra estuvo claramente anticipado, sin lugares comunes como el recurso a cadencias de manual y llegó en el momento oportuno. Fue entonces cuando tuve la sensación de que la pieza presenta un arco para nada obvio y que complementa una estructura armada seccionalmente por los grupos de pulsos y la dota de lo que me gusta identificar como capacidad narrativa. Salvo por lo que ya dije de la primera sección, las restantes ofrecen materiales en los que entendí colaboraciones, préstamos, transformaciones y conexiones que sacaron muy buen provecho de las posibilidades de los cuatro saxos. Ojalá tras el estreno de Puls[o][e]… espectral teatro de reflejos comience a circular y que haya cuartetos de saxos que quieran estudiarla. Me encantaría saber que el Quasar la incorpore a su repertorio estable. Para ejecutantes que entiendan que el lucimiento no necesariamente consiste en tocar muchas notas ni en dinámicas potentes, sino en ser capaces de atar hilos tenues para construir un tejido sonoro sólido, rico, tenue y pulsante, de hacer que la obra fluya con una continuidad que me parece apropiado llamar líquida, se trata de una composición que ofrecerá muchos retos interesantes en sus interpretaciones.

Dadas las particularidades de la obra sus intérpretes harán bien en prestarle especial atención a la acústica del lugar. Es mi apreciación que en esta composición el comportamiento del sonido en el espacio va más allá de ser una circunstancia para convertirse una parte integral, variable y contingente. En el estreno en la Escuela Superior, su techo alto abovedado hacía que el sonido resonara con armónicos que se sobreponían al cuarteto y hacían un efecto maravilloso. Hubo una proyección hacia arriba donde la música se amplió y se hizo mucho más rica.

Durante la composición de su obra Eduardo hizo referencia al insomnio de un sueño en vela, de una vela en medio del sueño. Su comentario me parece exactamente reflejado en los sonidos y sus sucesiones, en los pulsos que vienen como por oleadas distintos, distinguibles, con cambios claros, cada uno con un nuevo breve material que le da unidad y coherencia a la sección, una situación en la que no se sabe con exactitud quién es quien sueña y qué es, precisamente, lo soñado. Nada más reiterar que está lógica de movimiento y transcurso merecería comenzar más pronto sin ese extenso preámbulo que distancia el largo corredor de la entrada, un poco frío y oscuro, del amplio y espacioso ámbito que se abre enseguida y no abandona hasta terminar.

Geneviève Ackerman, Eduardo Caballero, Sophie Dupuis y Alejandro Padilla

Correr la maratón

Las obras de Caballero, Dupuis y Ackerman rondan los 20 minutos de duración. Un poco menos. Todas juntas ocupan una hora de música. Y la de Padilla tiene como 11 o 12 minutos. Eso nos deja en torno a una hora y cuarto y en el lugar común de afirmar que, para el concierto de estreno, menos habría sido más. Dos conciertos o una sesión claramente partida en tandas de dos obras con un receso de, por lo menos 20 minutos, habría sido en provecho de la música y su apreciación. Para mi situación, las obras de Caballero y Dupuis salieron ganando, o salí ganando yo frente a ellas. Las pude apreciar. Nos dice Sophie Dupuis que trabajó sus materiales a partir de la imagen que le produce una pelota que está rebotando lo que la movió a concentrarse en pulsos y el empleo de cuartos de tono.

En la tercera pieza del programa, la de Ackerman, hice el esfuerzo de mantenerme atento hasta que terminó, pero tuve una sensación de alivio de que concluyera más que, en verdad, estar metido en la música. No tengo claro si, por eso, el efecto que buscaba ella con la retroalimentación de sonido a los gongs que, a su vez, se enviaba hacia las bocinas y los debían captar los pianos para resonar por simpatía, pasó desapercibido. Para el final de esta obra ya había ocurrido una hora de música.

Y para cuando llegó la cuarta y última y más corta no me alcanzaron las energías para disfrutarla con la atención que requiere. No me salí, pero ya estaba saciado.

El concierto en formato de maratón no sacó partido de la presencia de las dos compositoras canadienses y los dos de Monterrey junto con el cuarteto que hizo las comisiones y trabajó cada obra mientras las iban escribiendo. No solo se perdió la ocasión de enriquecer la audición con diálogos entre público, cuarteto y quienes compusieron, también se desaprovechó la oportunidad de darle aire y espacio a cada pieza, de evitar la maratón.

¿Será un reflejo de nuestro entorno capitalista la aplicación de la máxima de que el tiempo es oro y que en el menor lapso posible había que meter la mayor cantidad de música? Está claro que varias personas viajaron entre México y Canadá varias veces, que cada quien tiene sus agendas llenas. Pero, por eso, me parece preferible gestionar mejor los tiempos para promover mayor disfrute, apreciación, compenetración y diálogos.

…la vista puesta en la meta

La imagen de la meta de una maratón es muy desafortunada cuando se trata de un concierto de estrenos. Esa, sin embargo, es la que me quedó. La de un esfuerzo físico. Es una pena que yo ya no hubiera tenido aire suficiente para la obra de Alejandro Padilla. Lo que me ocurrió cuando escuché la grabación fue que el título Fragments, pieces, breaks, no le hace honor, en el mejor sentido. La obra es todo menos hecha de retazos inconexos. Es coherente, concisa, bien armada, fluida y, en su brevedad por comparación con las otras tres, hace un uso muy adecuado de eso que se puede llamar economía de recursos, no en el sentido de ahorro sino de su buen empleo.

Diré de todo el programa que la música me pareció bella, fresca, interesante, arrobadora. Son piezas que no admiten comparación entre ellas. No basta con que sean para cuarteto de saxofones. Son tan distintas que esto no las aproxima. Bien por el contrario, las distingue y distancia. Esa peculiaridad habría merecido la pausa que reclamo.

Les invito a escuchar las grabaciones de referencia con tanto espacio como les parezca propicio. Y, repito, ¡qué bueno sería que algunos cuartetos de saxofones se animaran a interpretar estas obras!


Quasar quatuor de saxophones
30 de abril 2023
Espace Orange
Édifice Wilder
Montréal QC Canada


Puls[o][e]… espectral teatro de reflejos
Eduardo Caballero

Enlace al video del concierto en el Conservatorio Nacional de Música (CDMX)
Para las cuatro obras

https://www.facebook.com/conservatorioinbaloficial/videos/1463817224360302

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