¿Qué hace que una pieza sea buena?, le pregutan con frecuencia a Irvine Arditti y él contesta: una buena pieza es aquélla que utiliza bien su tiempo.
Por supuesto, la música transita en el tiempo y el libro que nos reune esta tarde habla del tiempo desde muchos ángulos. El más evidente: los 50 años de vivencias musicales de este músico excepcional que es Irvine Arditti. Pero habla también de otros tiempos: el de la evolución de los compositores que ha elegido para este trabajo, de cómo cada pieza es un eslabón que continúa o rompe con las piezas anteriores; habla también del tiempo compartido con ellos, tanto en el trabajo, como socialmente. Y nos habla por supuesto, del tiempo necesario para leer, aprender y aprehender una pieza. El tiempo que hace falta para internalizar una obra, para hacerla propia, para madurarla y poder entregar el mensaje que los compositores intentamos plasmar en una hoja de papel. Nos habla de la relación entre el compositor y el intérprete, fundamental para ambos y de cómo, si la colaboración empieza desde el inicio de la obra con un intérprete abierto y receptivo, éste ayudará a moldear la música y a hacerla más idiomática para el instrumento.
Regresemos en el tiempo. Un muy joven y brillante violinista toca con la London Symphony Orchestra y a los 25 años ya es co-concertmaster; pero su sueño es otro: sueña con tener un cuarteto de cuerdas para poder tocar el Cuarteto no. 2 de Ligeti.
Ya como estudiante había creado un cuarteto. Trabajaron con Penderecki su segundo cuarteto de cuerdas y en el primer concierto público en 1974 incluían obras de Berio, Mayuzumi, Haynes y Lutoslawski.
El Cuarteto Arditti, sería el único cuarteto hasta ese momento que se dedicaría a la interpretación de la música de su tiempo. Arditti imaginaba un cuarteto que puediera tocar en Londres, habitualmente tan conservadora, la música que él amaba. Pocos años después de crear su cuarteto, Arditti decide que quiere dedicar su vida a la música de cámara y no a la música orquestal, así es que deja la orquesta y dedica todo su tiempo y su espíritu al ahora legendario Cuarteto Arditti.
Collaborations. Reflections on 50 years of working with composers, es un libro ameno que puede ser leído por curiosos de la música de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Puede ser leído también por músicos que quieren conocer un poco más sobre las colaboraciónes y las piezas que Irvine trabajó directamente con algunos de los clásicos del siglo XX y con compositores que siguen haciendo historia el día de hoy. Este libro también da información importantísima para los instrumentistas que se enfrentan a alguna de estas partituras por primera vez y que quisieran tener información de primera mano con alguien que trabajó directamente con los compositores, ya que algunas de las correcciones que comparte Irvine, no llegaron a reflejarse en las versiones editadas, así es que es aún más importante tener esta fuente primigenia que seguramente facilitará la ejecución de estas obras y ayudará a realizar una interpretación mucho más cercana a la idea que concibieron los creadores. Cómo trabajar las piezas, cómo entender sus innovadoras y personalísimas técnicas hacen de este libro una fuente inagotable de aprendizaje.
Arditti ha combinado siempre su trabajo dentro del cuarteto con el de solista, así es que muchas de la colaboraciones de las que habla en este libro, se refieren también a su trabajo en solitario. Su curiosidad, inteligencia y maestría, le abrieron las puertas a la imaginación de muchísimos compositores y ha sido el dedicatario de algunas de las grandes obras tanto para solista como para cuarteto. Si en los inicios los compositores se mostraban reticentes con el joven ensamble, con el tiempo, uno de los mayores logros para cualquier compositor ha sido ser interpretado por Irvine y/o por el Cuarteto Arditti.
Esto se hace evidente con los compositores que ha elegido para hacernos partícipes de sus colaboraciones. Empieza con Xenakis y nos explica la ductabilidad de esta música casi plástica, los problemas y las soluciones para enfrentarse a este repertorio tan singular de enorme dificultad y con una energía inigualable.
Una de mis secciones favoritas es cuando Irvine explica cómo trabaja la música de Ferneyhough. Como ustedes seguramente saben, Brian Ferneyhough escribe una música muy compleja, con ritmos irracionales que llevan al intérprete a un estado casi alterado de conciencia para lograr no sólo descifrar estos ritmos sino hacer música con ellos. La reflexión de Irvine Arditti es que hay que pensar esta música en términos temporales más que rítmicos, creando una plasticidad de microvelocidades que van más allá de la técnica instrumental para llevarnos a la poética musical.
Me gustan mucho los capítulos dedicados a Ligeti y a Kurtág, no sólo por su extraordinaria música sino por la relación que existía entre ellos de mutuo respeto y admiración. Irvine nos cuenta como en una ocasión Ligeti invita a Kurtág a un ensayo con el cuarteto. Cito a Irvine: “…no habíamos tocado más que unos cuantos compases (del primer cuarteto de Ligeti), cuando Kurtág empezó con su infame costumbre de detener a los músicos para hacer comentarios. Había estado sentado y ahora estaba casi de pie, su larga figura un poco inclinada, y empezó a silbar, o al menos eso parecía. Esto era, en realidad, una llamada de atención para darnos instrucciones sobre lo que estaba mal y cómo podría mejorarse. Esta fue por supuesto mi primera experiencia con él y me quedé un poco sorpendido, así es que mientras seguía tocando miré a Ligeti, quien inmediatamente respondió diciendo: “Ah, el señor Kurtág, conoce mi música mejor que yo.” Esta manera particular de trabajar de Kurtag, la comenta con mucho más detalle en el capítulo dedicado a él, pero me parece tan bello que estos dos grandísimos compositores se tuvieran tanta confianza como para representar una historia como la que menciono arriba. Es curioso también el papel de las esposas que acompañan a sus maridos y que suavizan en muchos casos, las posibles tensiones entre el compositor y los intérpretes. Justamente, en el capítulo de Kurtág, como no dejaba de interrumpir el ensayo con su cuarteto, su esposa dulcemente explica: a Gyorgy le gustan más los ensayos que los conciertos.
Hay muchas anecdotas entrañables, algunas ponen en evidencia las dificultades entre compositor e intéprete e incluso las alianzas creadas por años de trabajo. El capítulo dedicado a Jonathan Harvey es un buen ejemplo. Ambos se concieron muy jóvenes y fueron amigos hasta la muerte de Harvey. Arditti nos va llevando a través de la música de Jonathan hablando de sus influencias, los compositores que le eran cercanos en el momento de escribir una obra en particular y cómo esto se refleja en sus piezas. Harvey era, evidentemete, un compositor que sabía escuchar y que tomaba lo que necesitaba para hacer una música hermosa, profunda y muy personal. No es superfluo hablar de la importancia que tenía para Harvey la espiritualidad, era budista y vivió como budista su vida y su terrible muerte, y nos dejó una música que refleja su pensamiento y su filosofía de vida. Jonathan Harvey fue el primer compositor a escribir un cuarteto para los Arditti y les escribió cuatro. El último, el cuarteto no. 4 lleva además electrónica en tiempo real y la espacialización es fundamental. Cito libremente a Harvey: “Realizada con un programa del IRCAM que permite localizar el sonido a cualquier distancia y en cualquier lugar que, además, puede ser movible, convierte al sonido en una presencia, de tal manera que adquiere un atributo cercano a la vida pero invisible. … Esta música es una metáfora de modos sutiles del ser, desde el viaje astral, hasta el sueño, a la imaginación vertical de Gaston Bachelard, las fantasías voladoras de Nietzsche en Zarathustra, o la visualización en las prácticas de meditación profunda. El cuarteto, dice Harvey, es el que sueña, la espacialización, el sueño.
Otro compositor iluminado, Giacinto Scelsi, consideraba sus cuartetos como un camino espiritual ascendente, cada uno más elevado que el otro, por eso pedía que, si se tocaban juntos, se tocaran siempre en orden cronológico.
Contrariamente a Kurtag, hay compositores para quienes los ensayos no son importantes, como Cage o Berio, lo importante es el concierto aunque después se puedan hacer comentarios para mejorar la idea musical.
Hay historias extraordinarias, como la del Cuarteto para helicópteros de Karlheinz Stockhausen, una pieza que pensaba Arditti que se tocaría sólo una vez y en cambio la han tocado decena de veces.
Hay compositores que eran amigos y se convirtieron en colaboradores y colaboradores que se convirtieron en amigos. De esto habla extensamente este libro. De la personalidad de cada compositor, de su música, de sus evoluciones y de los intercambios, de cómo llevar la técnica al límite y el límite a la musicalidad. “La cuestión, nos dice James Dillon, es que hoy en día estamos destinados a vagar entre las ruinas y las reliquias del estilo y el género, una existencia nómada que cruza libremente las fronteras de la historia.”
Conlon Nancarrow, Wolfgang Rhim, Roger Reynolds, Salvatore Sciarrino y muchos otros más, forman parte de las colaboraciones de Irvine y su cuarteto.
Las dos últimas entradas están dedicadas a Toshio Hosokawa y a Hilda Paredes.
Toshio Hosokawa es el único compositor oriental incluído en esta selección e Irvine muestra muy claramente cómo la cultura japonesa permea en más de un sentido, la música de Hosokawa.
Hilda Paredes, ocupa un lugar muy importante en esta colección: por ser la única compositora, la única mexicana y la compañera de vida de Irvine Arditti. La música de Hilda ha evolucionado paralelamente a su vida con Irvine y su convivencia con el cuarteto la ha llevado a crear obras complejas y bellas. También en el caso de Hilda, sus raíces han jugado un papel importante, especialmente la cultura maya de la cual ha tomado textos antiguos y contemporáneos tanto para sus títulos como para sus temas. Particularmente interesante es el trabajo que realiza entre la voz y las cuerdas en donde los instrumentos y el texto se fusionan, se separan o se completentan magistralmente.
A pesar de que Irvine hace referencia en dos ocasiones a una de las peores semanas de mi vida durante los Días Mundiales de la Música en 1993, me alegro que haya sido justamente en ese momento en el que se encontraron por primera vez Irvine e Hilda y que juntos hayan hecho una vida amorosa y musical en donde México juega un papel tan importante que nos ha reunido el día de hoy aquí para presentar este libro.
¿Qué hace una buena vida?, podríamos preguntarle a Irvine Arditti y él sin duda contestaría: aquélla que utiliza bien su tiempo. Y vaya si él ha sabido utilizar el suyo. Felicidades, Irvine y gracias por este libro extraordinario.
Para comprar el libro:
https://www.schott-music.com/en/collaborations-no556924.html