Angélica Morales von Sauer

Pauta |33|

Cuadernos de Teoría y Crítica Musical

Vol. IX, No 33, Enero, Febrero, Marzo de 1990

Director: Mario Lavista

Jefe de Redacción: Luis Ignacio Helguera

Presentación

Entre los escritores hay quienes escuchan música y quienes no la escuchan, quienes le profesan una devoción que puede rayar incluso en la infidelidad a su propia vocación y quienes sencillamente no gustan de ella. Hay también quien alcanza en la vida la felicidad de dedicarse a la literatura y a la música, felicidad que tuvo Ezra Pound, quien incursionó ávidamente en la composición, como nos refiere con detalles Antonio Navarro en el ensayo que abre esta vez nuestra revista. Eduardo Lizalde cuenta que en cierta ocasión, en Buenos Aires, le llevó a Borges su disco con poemas de El tigre en la casa. Borges agradeció mucho el obsequio, pero confesó que no tenía tocadiscos. Un ciego al que no se le ocurre conseguirse un tocadiscos, pues sencillamente, es porque no le hace falta. Pero en su poema “A Johannes Brahms” –recogido en Pauta 13–, Borges le dedica un canto humilde –”Mi servidumbre es la palabra impura”– y algo arrepentido a la música. En el hermoso poema, poco conocido, el gran poeta y prosista argentino que ahora publicamos, volvemos a sentir más que el amor a la música, la nostalgia de ese amor, un amor que quisiera resolverse en fusión ideal.
Muy diferente es el caso del poeta Gerardo Deniz, quien acusa grave melomanía e inaugura en Pauta un ciclo de conversaciones con escritores –melómanos, se entiende– sobre música que se alternará con nuestras entrevistas habituales a músicos. Creemos que siempre será de interés el punto de vista no profesional, no especializado, pero informado, peculiar y personal de quienes se han dedicado a la palabra escrita y cultivan, tanto o más el amor de ésta, el del mundo de los sonidos. Deniz habla con desparpajo y agudeza de una gran diversidad de tópicos musicales: su aversión a la música vocal, la superioridad de la música sobre la poesía y de la música instrumental sobre la música vocal, la ironía en la música, la música de Ravel y Prokofieff, la afición de Ravel por los gatos…
Para tormento de Deniz, lo acompañan en este número de páginas de Orestano y Leiris sobre ópera, un poema de Díaz Mirón dedicado a Verdi –otro más a Schubert–, así como una nota sobre un reciente libro de cuentos de Gerardo Kleinburg que explora con innovación narrativa esas nupcias peculiares del teatro y la música que se consuman en la ópera.
Otras formas de comunión entre la música y la literatura, concretamente la poesía, encontramos en esta entrega: la música como materia de inspiración lírica, en el poema de Wordsworth y el primero de los poemas, de sensitiva transparencia, de un próximo libro de Isabel Fraire; la penetración filológico-literaria, musicológica e histórica en la interrelación íntima de música y poesía durante el Renacimiento en España del admirable ensayo de Margit Frenk.
Para los que prefieran la música en estado puro, tenemos un justo homenaje a una de las mayores pianistas mexicanas, Angélica Morales, escritos poco difundidos de Silvestre Revueltas que escaparon a una significativa recopilación reciente, la segunda y última parte del Estudio de L. A. Estrada sobre la suite en Bach, y a Brennan en su discoteca, a cada número de Pauta más vasta y envidiable.

L. I. H.

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