Heterofonía | 06 |

Portada: María Teresa Castrillón y Fanny Russek


Revista publicada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
Año 1 | Número 6 | Mayo 1969

Directora: Esperanza Pulido


De los editores

La situación por la que atraviesan las orquestas sinfónicas en esta ciudad de siete millones de habitantes es punto menos que crítica. Da los dos conjuntos oficiales: Orquesta Sinfónica Nacional y Orquesta de la Opera, el primero debería disfrutar de condiciones equiparables a las de cualquier gran orquesta mundial. Aquí, como en toda ciudad importante, los primeros atriles de los conjuntos sinfónicos oficiales son requeridos como maestros en los conservatorios y escuelas de música principales; en tal virtud , sus horarios de trabajo diario deben conformarse a estrictas normas de tiempo, so pena de comprometer la buena marcha de la conjunción de actividades. Por otra parte, una gran orquesta sinfónica de una gran ciudad necesita realizar siempre sus ensayos en la sala de conciertos
o teatro que le sirven de sede para sus presentaciones públicas regulares o esporádicas.

Entre nosotros éste no es el caso: ni se respetan los horarios de los señores profesores, de acuerdo con sus contratos, ni saben nunca los músicos a dónde los van a remitir hoy y mañana para sus pruebas reglamentarias. (La Orquesta Sinfónica de la Universidad, OSU, no padece tales inconvenientes).
Sin menoscabo del valor turístico del Ballet Folklórico de México, podemos asegurar que ningún local ajeno al escenario de Bellas Artes podría aminorar la efectividad de sus ensayos diarios, puesto que la acústica no es un elemento importante para estos menesteres. En cambio, la Acústica (con mayúscula: esta dama tan voluble) representa uno de los más importantes factores de los que depende un buen director para la sutileza de los efectos sonoros. La
OSN es ya una orquesta de elevada categoría: Luis Herrera de La Fuente, su Director Titular, ha sabido acrecentar y mantener su prestigio aquí y en el extranjero. Los músicos respetan su talento y su saber y agradecen el buen trato que les prodiga desde los terrenos humano y profesional.

Es ya tiempo, pues, de que los profesores de nuestro máximo organismo sinfónico reciban el trato respetuoso que merece y no el de musiquillos ambulantes que lo mismo pueden ensayar sus malabarismos en el inapropiado local de Regina, que en el circular Auditorio del Conservatorio, o en el salón de actos del Centro Israelita.

Es ya hora de que las autoridades de Bellas Artes decidan entre construir una Sala de Conciertos adecuada y digna de esta ciudad, o considerar el escenario de Bellas Artes como sede legítima e inalienable de la Orquesta Sinfónica Nacional. Bastaríales remitirse a la Filarmónica de Nueva York (con su Philharmonic Hall); a la Filarmónica y a la Sinfónica de Viena (con su Musikverein); a la Filarmónica de Londres (y su Albert Hall); a la Filarmónica de
Berlín (y su nueva y flamante Sala de Conciertos); a la Sinfónica de Buenos Aires (en el Teatro Colón), etc., etc., para darnos la razón. El status quo de estas orquestas es tan elevado, que constituye un motivo de orgullo para sus respectivas ciudades. Y es porque el medio oficial del que dependen ha sabido respetar y administrar sus respectivos prestigios.


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