Heterofonía | 08 |

Portada: Pierre Schaeffer


Revista publicada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
Año 2 | Número 8 | Septiembre 1969

Directora: Esperanza Pulido


De los editores

Es lógico suponer que aun dentro de los hogares más exclusivos, donde los puntos de vista de jóvenes y viejos no coinciden en la apreciación de los nuevos modos de sentir y de vivir -circunstancia por la que se han abierto hondos abismos de incomprensión entre padres e hijos-, la música moderna haya contribuido también a colocar trincheras entre abuelos, padres e hijos.

Un artista músico, muy eminente compositor y sabio en todas las ramas del arte musical, me preguntaba hará unos 25 años hasta dónde creía yo que llegaría la música y cuáles serían sus nuevos medios de expresión. Le contesté que la música arribaría hasta el final d e los sonidos producidos por los instrumentos o aparatos creados o no con fines musicales por la técnica. Es decir, que la música, como arte, debería, para ser genuina, expresar su momento como cualquiera otra de las artes y por lo tanto tomar en cuenta todas la motivaciones con el fin de expresarlas.

En sólo tres generaciones podemos observar las diferencias de captación de los auditorios. En Europa se liquida en 1914 el siglo XIX y con él la Belle Epoque. Hasta entonces los públicos iban a escuchar y sentir la música “que le llegara al alma”. En México ese calumniado siglo XIX se derrumbó el año de 1920 más o menos; aun queda una pequeña casta de sobrevivientes, hijos de ” la Momiza”, como ha sido bautizada por la juventud de la Zona Rosa.

Estos hijos de “la Momiza” y que en cierto punto contribuyeron al triunfo de la Revolución, comienzan a ser como sus padres y aquellos compositores que iniciaron sus inquietudes con el dodecafonismo, se han quedado muy atrás;
sus hijos ya van contemplándolos con un sentimiento de lástima, acompañado de cierta sonrisa irónica que rubrica y esconde, hasta donde es posible, su desprecio.

Pero ¿todos los ruidos producidos por los mil y mil aparatos han logrado convertirse en sonidos musicales? Será preciso olvidarnos de las viejas definiciones de la Música – así con mayúscula- y esperar a que pase el tiempo para solazarnos con lo que, por su indudable mérito, quede vigente. La juventud que escribe y produce obra artística en todos los géneros, inclusive en la música, tiene prisa; todo lo arrolla; quiere acabar con cualquier antecedente; pero la velocidad también posee un ritmo; el aceleramiento implica cortedad en el tiempo y esto apresura el fin.

Nosotros, los editores que no tenemos prisa y sí mucha curiosidad esperamos sentados en la puerta de nuestra casa hasta ver pasar la obra de arte musical verdadera y si es posible, definitiva, que logre ser la expresión auténtica de este siglo tan movido por todos sus flancos. Cuando esto suceda nos pondremos de pie para gritar llenos de júbilo; “¡EUREKA!”

En tal estado de ansiedad y comprensión nos libramos de que se nos incluya dentro de “la Momiza”. Pero muy en secreto, en tono muy menor, canturrearemos , hasta donde sea posible, los ritmos ravelianos y debussianos… y tal vez casi sólo mentalmente, recordaremos algunos compases de Cecile Chaminade, pero esto solamente como cortesía a una mujer que, por serlo, es tuvo muy ligada con nuestra Patria.


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