Heterofonía | 12 |

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Revista publicada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
Año 2 | Número 12 | Mayo-Junio 1970

Directora: Esperanza Pulido

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De los editores

En el número pasado de esta revista el estimado amigo Raúl Cosío publicó un artículo titulado: «Responsabilidades de la crítica». Coincidimos con la mayoría de los conceptos ahí enunciados, pero la conclusión final nos dio algo que pensar: Cosío aboga por una crítica violenta y agresiva, como indispensable para nuestros artistas.

Ahora bien, tenemos a la vista el «Lexicon of Musical Invective» (Diccionario de injurias musicales) de Nicolás Slonimsky, el cual contiene cerca de 670 opiniones malaventuradas, violentas, atrevidas, que el tiempo demostró erróneas en su mayoría. Es verdad que Raúl Cosío se refería más bien a la crítica relacionada con los intérpretes y Slonimsky solamente recogió invectivas contra algunos de los más notables compositores, a partir de Beethoven, escritas en la prensa y otras publicaciones por un número considerable de críticos y hasta de compositores acerca de otros compositores. No obstante esta objeción, el caso puede admitir parangones.

Tomemos del «Lexicon» solamente algunos ejemplos de juicios relativamente recientes y otros más antiguos. En 1912, el concurrido crítico alemán Hugo Leichtentritt, escribió en el periódico berlinés Signale, después de escuchar las Cinco Piezas de Schoenberg: «Rechazo totalmente estas Cinco Piezas de 1909… Pobres de nuestros descendientes, si este triste y deprimido Schoenberg debiese caracterizar la expresión musical de su tiempo». Y el mismo año y acerca de la misma obra se leía en el Daily Mail de Londres: «Si esta es la música del futuro, sólo se puede decir que Shoenberg se ha adelantado unos mil años a su tiempo, pues ni el oído, ni el cerebro están capacitados para captar de buenas a primeras el sentido (en caso de existir) de tal música». En 1929, Olin Dowens expresaba: «… ¿Es tan megalómano este Schoenberg, que realmente se juzgue a sí mismo un moderno Bach y trate así de endilgarle a la posteridad la realidad de sus pretensiones?» Un año después se leía en el Musical Time de Londres: «Por lo que se refiere al público de Londres, el nombre de Schoenberg significa lodo».

En 1912 escribía Féliz Borowski (compositor y maestro norteamericano) acerca de Scriabin, en el Record-Herald de Chicago: «Como compositor y como artista innovador, Alexander Scriabin es un brillante fracaso… Este compositor no posee, ni siquiera, los más elementales dones del genio artístico…» En 1935 opinó W. J. Hendeson del New York Sun: «Lady Macbet de Mzsensk se antoja una ópera de recámara… Shostakovich es, sin duda alguna, el compositor más pornográfico que ha registrado la historia de la música…» Acerca de las inocentes travesuras de Till, el de Strauss, escribió O. L. Capen en el Journal de Boston (1896): «Del principio al fin, Till Eulenspiegel se reveló como una obscenidad musical de los más exclusivo y notable…» Rimsky Korsakov le escribió en una carta a Taneyev: «Vi la partitura del Don Quijote de Staruss: «¡Qué desvergonzado y p… es este Richard Strauss…!» En 1913, después del estreno de la Consagración de la Primavera de Stravinsky, opinó Pierre Lalo en Le Temps de París: «… El sistema y el culto de las notas falsas no ha sido jamás practicado con igual industria, celo y encarnizamiento. De la primera a la última nota, nunca llega aquella que uno espero, sino la de junto, o sea, la que no debiera haber llegado…. «los acordes y las notas están puestos allí con el definido propósito de producir una impresión de flases aguda y casi intolerable.»

Del Primer Concierto para piano y orquesta de Chaikovski (esa popularísima obra) declaró Nicolás Soloviev en el Novoye Vrenya de San Petersburgo (1875): » Tanto como el primer panqué (se imagina uno que se refería a algún panadero novato), la obra es un fracaso». Un año antes había expresado César Cui de Eugene Onegin del propio Chaikovski: » . .. Como ópera, se trata de un aborto… y el famoso Hanslick, escribió en 1896, referente a la Sexta Sinfonía (la tan adorada «Patética»): «El extraño Scherzo se desarrolla en compás de cinco cuartos —tiempo desagradable que incomoda al auditor y al ejecutante por igual. En este Scherzo de Chaikovski, tal molestia resulta innecesaria, porque el movimiento podría ser cambiado a seis por ocho sin el menor inconveniente.»

De Verdi se decían cosas como ésta: «… Rigoletto es la menos fuerte de las óperas de Verdi… Carece de melodía … Esta ópera no podrá mantenerse en el repertorio, seguramente.» El compositor de lieder Hugo Wolf apuntó en su Diario de 1886 : «Toqué la música del desvergonzado Brahms. ¡Qué idiota bastardo! Me fastidia que ese mediocre tan inflado sea aclamado como un genio. En comparación, Raff y Rubinstein son unos gigantes.» El mismo Wolff había escrito dos años antes en el Salonblatt de Viena: «Quien pueda tragarse este Concierto (el de Si bemol mayor) con apetito… posee seguramente una envidiable digestión.»

Podría seguir mencionando citas, pero más valiera continuar con opiniones saludables y constructivas de ciertos críticos que, siéndolo en realidad, no necesitan insultar a nadie, ni usar de la violencia para juzgar de la obra de arte. Por lo que se refiere a aquellos artistas que, según su criterio, no valga la pena ocuparse de ellos, ¿para qué tomarse la molestia? Pero sí es constructivo hacerles comprender a los organismos que organizan la música, los defectos de que adolezcan. Sólo que esto no entraría, propiamente, dentro de la crítica musical.

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