Vinko Globokar
Vinko Globokar

Heterofonía | 26 |


Revista publicada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
| Número 26 | septiembre-octubre 1972

Directora: Esperanza Pulido


EDITORIAL

BELLAS ARTES SE REMOZA

Una de las primeras preocupaciones del Arquitecto Luis Ortiz Macedo, al tomar posesión de su puesto como Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes, debe de haber sido el estado lamentable de incuria y ruinosa
apariencia que se hacía ostensible en cualquiera de los ámbitos de la residencia oficial del INBA.

Pese a las protestas, la Sala de Especatáculos, originalmente planeada como recinto de demostraciones artísticas —y quizá científicas— fue tomada en varios regímenes pasados como lugar para eventuales mitines políticos, o también como salón de actos escolares de fines de cursos. Entre los primeros solía suceder que a su término, quedaran los asientos de algunas butacas rajados con navaja. Y los niños se divertían pintando garabatos sobre los respaldos de madera.

Pasaron aquellos tiempos; pero los deterioros siguieron acentuándose, al par con el hundimiento natural de esa fea mole de mármol de Carrara que es el Palacio de Bellas Artes. El Arquitecto Ortiz Macedo debe haber reflexionado acerca de esta verdad perogrullesca: “la limpieza y el buen aspecto son más propicios a la atracción de la cultura que la suciedad y el caos”. Y poniendo en práctica sus determinaciones, comenzaron los albañiles y carpinteros, los canteros, tapiceros y pintores de brocha gorda a restaurar el semidestruido local de la administración, el resguardo y la exposición de las bellas artes en la ciudad de México.

Los resultados comienzan ya a saltar a la vista. Ojalá que —como en todos los grandes teatros del mundo—, tratándose de la Sala de Espectáculos se destine algún lugar suficientemente amplio de los vestíbulos para refrigerios, café, bocadillos, etc. Esto lo agradecería el público y —convenientemente administrado— reportaría ganancias adicionales para el Instituto. El sitio donde se suministran actualmente refrescos y confites resulta insuficiente para la demanda, y las ofertas poco apetitosas para los gourmets.

EN EL AÑO DE JUAREZ.

Resultó espléndido el número de julio pasado de la “Revista de la Universidad de México”, dedicado, en su totalidad, a Juárez y su tiempo. No contentos los editores con iniciar la publicación con un sesudo artículo de Leopoldo Zea y terminarla con el documentado y ameno recuento de Clementina Díaz de Ovando —esa historiadora mexicana que enaltece la participación femenina en el hacer cultural del país— acerca de los acontecimientos mexicanos del mes de julio de 1872 —mes en que murió el benemérito—, llenó el resto de sus 54 páginas con una antología sui generis. “La Musa Popular en la ópera juarista” es una extensa recopilación de documentos, debida a María del Carmen Ruiz Castañeda e Irene Vázquez Valle, quienes nos proporcionaron el conocimiento de un folklore mexicano rústico y literario de aquellos doce turbulentos años. Pudo uno gozar con las sátiras que el pueblo les dedicaba a los invasores de Napoleón III y sus víctimas, los emperadores Maximiliano y Carlota; así como con su adhesión a Juárez y sus colaboradores.

Al principio del trabajo advierten la autoras que “llevar la investigación hasta el fin del juarismo habría significado romper la unidad de acción del drama republicano”. Y para diferenciar los textos conservadores de los Iiberales solamente imprimieron los primeros en cursivas, aunque no hubiera sido difícil distinguir al bando de los traidores en cualquier forma.

Vamos siguiendo paso a paso los acontecimientos que comenzaron a desarrollase desde el desenlace de la guerra civil, hasta la entrada de Juárez a México, tras el fusilamiento de Maximiliano, pregonado a guisa de “Obertura a toda Orquesta a Juárez Bienvenido”, por los editores de “La Orquesta” (un pequeño periódico de oposición), el 13 de julio de 1867.

Sorprende la mayoría del material gráfico que las autoras tomaron de aquellos mismos pequeños periódicos y hojas volantes combativas, de carácter satírico. Le hacen a uno pensar un poco en Cuevas. Lástima que estás caricaturas conserven el anonimato de sus autores (o autor), tal como los versos o la prosa que ilustran . Solamente las caricaturas de “La Orquesta” están firmadas por su autor.


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