Portada: Lourdez Ambriz
En recuerdo de Violeta Dávalos, intérprete de ópera mexicana
A Fernando Lozano, impulsor de la ópera mexicana
¿Recuerda cuál fue su primer contacto con la música mexicana? ¿Fue tocando una obra o tal vez escuchando alguna grabación de ella? ¿Fue música de concierto, alguna “canción mexicana” o, acaso, un canto escolar? O en tiempos más recientes, ¿algún aria de ópera?
En mi caso fueron la canciones de Manuel M. Ponce. A los 16 años un profesor me regaló un casete. Me dijo:
—Escúchalas, te van a gustar. Es Alicia Torres Garza.
Hoy que escribo estas líneas, veo que fue una copia de un serie de discos LP que, bajo el título Los clásicos de México. Manuel M. Ponce. Semblanza de un compositor, fueron editados con la obra del compositor por EMI. En el caso de la soprano mexicana, su grabación fue realizada en 1980 y fue acompañada al piano por Luis Rivero. En ese disco interpreta alrededor de 20 canciones del músico zacatecano.
Alicia Torres Garza, soprano. Manuel M. Ponce. Si algún ser.
Eduardo Contreras Soto nos refiere que las primeras grabaciones de música de concierto en el país fueron iniciativa de Carlos Chávez. Poco después Pablo Castellanos grabó un disco, en 1949, con obras para piano de Ponce. Hacia 1956 se impulsó la serie Concertistas de Musart en la que grabaron Luis Herrera de la Fuente, Irma González y Miguel García Mora (cómo no recordar sus interpretaciones de aquel disco LP titulado “Las más bellas páginas de los Valses románticos mexicanos”.
Miguel García Mora. Vals Amor de Felipe Villanueva.
Entre 1975 y 1981, EMI emprendió un segundo proyecto que incluyó la serie Los Clásicos de México Manuel M. Ponce, Semblanza de un compositor que incluyó el disco de Torres Garza además de otros 12 volúmenes. Ponce y el mismo Chávez fueron los primeros compositores con obra grabada desde la década de 1930. Se les sumó Julián Carrillo también en ese tiempo. Después vinieron los nacionalistas de la mano del propio Chávez. La ópera mexicana tendría que esperar unas décadas más. En algún momento, grandes cantantes como Irma González (1916-2008), María Bonilla (1902-1990), Fanny Anitúa (1887-1968), Cristina Ortega (1938-), Gilda Cruz Romo (1940-) grabaron discos LP pero, en su mayoría, de música europea. Una de las excepciones fue Irma González quien grabó las canciones para niños de Silvestre Revueltas en el CD Revueltas & Moncayo bajo la dirección de Fernando Lozano, en 1982.
En La tradición grabada, Contreras Soto realiza un importante recuento para conocer sobre el tema. Fue editado por Cenidim en 2015 y se puede descargar, para su lectura, del repositorio de INBA Digital.
Descargar: La tradición grabada (libro)
¿En qué momento las óperas mexicanas fueron, además de representadas, grabadas?
Una de las primeras fue Leoncio y Lena, de Federico Ibarra. Fue representada y grabada en un disco LP en 1981 (hoy se puede escuchar en Spotify o apreciar la puesta en escena de 2017:
Ibarra junto con Mario Lavista fueron los compositores que rescataron el género operístico para la música contemporánea. Aura de Lavista fue estrenada el 13 de abril de 1989 en el Palacio de Bellas Artes y también salió bajo el formato de disco compacto (Conaculta–INBA, 1990). Lourdes Ambriz interpretó el papel principal. Su gentil figura y su voz acrisolada, nos envolvió en las sonoridades de la escala octactónica en conjunto con la personalidad de Alfredo Portilla como Felipe Montero.
Aura fue mi primer acercamiento a la ópera mexicana. Ese día, me pregunté si se habían compuesto óperas mexicanas en el siglo XIX. Así comenzó mi acercamiento al tema y al Cenidim. El mismo año que se estrenaba la obra de Lavista, se había montado, en versión para canto y piano, Anita de Melesio Morales por alumnos del Conservatorio en una iniciativa de Karl Bellinghausen que no se grabó. Años después, Fernando Lozano la estrenaría en versión de concierto con su grabación incluida. En 2010, el Conservatorio la pondría en escena bajo la batuta de Francisco Savín.
Regresando a la década de los noventas, 1994 fue un año crucial para la ópera mexicana. El estreno y grabación de la ópera Ildegonda (1869) de Melesio Morales hizo voltear la mirada hacia estas composiciones que solo se “leían” en los libros de historia de la música en México. Eran palabras en la literatura musical.
La interpretación de ópera mexicana
En 1994, realicé junto con Eugenio Delgado, el trabajo de restitución de Ildegonda de Melesio Morales. Fue un rescate de ópera mexicana decimonónica que encabezó Fernando Lozano y que se hizo en un momento importante no solo de la música sino también de la musicología mexicana. Si bien Atzimba de Ricardo Castro se había montado en 1952 en el Palacio de Bellas Artes, la música ya había quedado en la memoria histórica y no en la audición viva.
Ildegonda vino a poner la vista en la música mexicana realizada por nuestros compositores mexicanos del siglo XIX. Por otra parte, en Cenidim se había publicado el Catálogo de todas las obras del Centro publicadas hasta ese momento y mostraba cómo, una generación de investigadores, realizaban nuevos puntos de vista a diferentes tópicos de la música mexicana. Ildegonda se insertó como parte de ese influjo. Además, fue grabada en disco compacto.
En febrero de 2021, víctima de una peritonitis y en medio de la contingencia sanitaria, Violeta Dávalos se adelantó en el camino. La soprano mexicana se había convertido a partir de la década de 1990, en la gran intérprete de ópera de nuestro país. La ópera de los siglos XIX y XX. Su labor fue poco reconocida. El foco de atención siempre se puso en las composiciones más no en su interpretación. Hoy podemos apreciar su calidad vocal e interpretativa no solo a partir de las grabaciones que se realizaron sino también a través del YouTube que, gracias a que la pandemia nos ha permitido escuchar ópera mexicana como consecuencia del cierre de los teatros.
Una de las primeras óperas mexicanas que estrenó fue Ambrosio o la fábula del mal amor (1990) de José Antonio Guzmán. Esa ópera fue el preámbulo de la carrera que le esperaba a la soprano mexicana en el campo de la ópera mexicana. Pero sin duda, su consolidación llegó de la mano de Ildegonda (1994) de Melesio Morales. Si escuchamos el “Aria del delirio” nos sorprende no solo la sólida factura de la orquestación sino el manejo de la voz de Morales que le permite a Dávalos hacernos sentir arrebatados por su interpretación.
Violeta interpretó y grabó varias óperas a lo largo de su vida. Además de Ambrosio e Ildegonda, en 1995, Alicia* de Federico Ibarra; en 2008, El regreso de Orestes de Roberto Bañuelas; al año siguiente, Tata Vasco* de Miguel Bernal Jiménez; en 2011, el oratorio Brindis por un milenio* también de Ibarra; en 2014, Atzimba de Ricardo Castro; y, en 2017, Leoncio y Lena* de Ibarra (el asterisco señala que fueron grabadas en disco compacto). Además, en una temporada de ópera, en versión para canto y piano, organizada por Solistas Ensamble, se montaron Olga de Monterrojo (1895) de Antonio de María y Campos, Guatimotzin (1871) de Aniceto Ortega, La leyenda de Rudel (1905) de Ricardo Castro, El rey poeta (1901) de Gustavo Campa y, de nuevo, Leoncio y Lena de Ibarra y en todas también participó la soprano mexicana.
Los protagonistas de estas escenificaciones siempre han sido los compositores. Melesio Morales, Ricardo Castro, Miguel Bernal, Federico Ibarra…, pero los otros protagonistas son los cantantes. Sin sus interpretaciones, no podemos aquilatar el valor de la música. Y si son buenas interpretaciones, se resalta más la composición musical. Cuando todavía no estaba en el imaginario cantar ópera mexicana, Dávalos ya lo estaba haciendo. Y no nos percatamos hasta su prematura partida. Su repertorio, como podemos apreciar, fue muy amplio. Su biblioteca musical es digna de conservarse.
Podríamos señalar que hay una primera generación de cantantes mexicanos que interpretaron ópera mexicana: Lourdes Ambriz y Encarnación Vázquez como referentes de esa época. Pero ahí, como una figura de transición está Violeta Dávalos que, desde muy joven, formó parte de una segunda generación pero con un pie puesto en la primera; y de la mano de Dávalos, la mezzosoprano Grace Echauri. Ambas formaron la mancuerna de voces femeninas en los últimos tiempos, como Lourdes y Encarnación. También estuvieron presentes, pero a través del género de las canciones, Silvia Rizo y Gustavo Cuautli, con dos bellos discos grabados, además de los discos derivados del Encuentro de la Canción Mexicana, proyecto encabezado por Verónica Murúa. Ella, en tiempos más recientes, canta arias de ópera mexicana para soprano. Un disco que sigue siendo pionero en el tema.
No quiero terminar sin mencionar a otro de los artífices en la difusión de la ópera mexicana -la más de las veces con la propia Violeta-, el director de orquesta Fernando Lozano. Sin su ardua labor, no tendríamos una amplia discografía de la ópera mexicana que, en 2010, reunió en la edición conmemorativa “México y su música. Independencia y Revolución” y que incluyó las grabaciones de Anita e Ildegonda de Morales, Tata Vasco de Bernal Jiménez y el oratorio Brindis por un milenio de Ibarra, de la mano de Dávalos, Rizo, Echauri, Ricardo Santín, Jesús Suaste y Leonardo Villeda, entre otros.
En 2019 se estrenó Catalina de Guisa de Cenobio Paniagua, en un proyecto de colaboración entre la UNAM y el Cenidim. Veinticinco años después de Ildegonda. El impacto que tuvo, ahora, con otra mirada hacia la música mexicana decimonónica ha provocado que varios proyectos encabezados por cantantes y musicólogos se aglutinen en torno a la difusión de la ópera del periodo. En los primeros días de septiembre de 2021 se anunció en la cartelera del Palacio de Bellas Artes el concierto “Gala de ópera mexicana” así como también una “gira de ópera decimonónica” en Aguascalientes y Zapopan. Los protagonistas, ahora, la soprano Rosalía Ramos y el barítono Carlos Fernando Reynoso y los directores Iván López Reynoso, Rodrigo Sierra Moncayo y Lanfranco Marcelleti. En todos esos conciertos están programadas arias de ópera mexicana. Ojalá en pocos años, tengamos grabaciones del repertorio operístico decimonónico. ¡Larga vida a la ópera mexicana de todos los tiempos!
Sugerencias
Canciones mexicanas
Alicia Torres Garza, soprano. Manuel M. Ponce. Yo mismo no comprendo
Gustavo Cuautli, tenor. Gustavo Campa, À la bien aimée
Óperas mexicanas
Scena e quartetto final de Ildegonda de Melesio Morales
Atzimba de Ricardo Castro