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Las canciones de Mario Lavista: fidelidad a la música y a la palabra

Juan Vicente Melo

Unos cuantos días antes de salir hacia París –donde gozará de una beca justamente otorgada por el gobierno francés– Mario Lavista nos entregó un ejemplar de sus Dos canciones (modesta y asombrosamente calificadas como “opus 2”) que publicó Ediciones Mexicanas de Música, A.C.. Esta publicación necesita ser registrada aquí porque constituye, por más de una razón, una efemérides (sic).

Cierto es que nuestros jóvenes compositores han conseguido –al fin, y no sin pocos trabajos– que sus nombres figuren en conciertos de todo tipo al lado de sus “mayores” nacionales y extranjeros, de todos los tiempos e idiomas, y que sus obras conozcan un viaje. De algún tiempo a esta parte, esos mismos compositores van ganando cada vez mayor aceptación en el raquítico medio que rige la producción y distribución de discos mexicanos. Pero en el terreno editorial apenas si han logrado sentar cabeza de playa. En primer lugar, porque esa industria es prácticamente inexistente entre nosotros; luego, porque la limitada casi en exclusividad a Ediciones Mexicanas de Música, A.C., esta empresa ha preferido lanzar a sus consumidores y favorecedores a una “mafia” que pocas veces ha merecido (o solicitado) el auxilio de periodistas de ocasión o de (más) (o) (menos) necios publicistas. En fin, porque nadie sabe –¿o alguien sí?– la suerte que corren esas publicaciones de las que cuenta alguna nos dan los encargados de escribir la diaria historia de la música en México.

Efemérides: sí, porque Mario Lavista es un compositor joven, muy joven (24 años), lo cual no sería mérito mayor que el ver que el segundo de sus títulos –que esperamos alcancen la suma por él deseada o conseguida, o la mozartiana o milhaudiana o maxaubana que nosotros quisiéramos– ha merecido la atención de Ediciones Mexicanas de Música, A.C.: empresa que ha logrado una limpia, cuidadosa publicación al seguir exactamente las indicaciones del autor. Con esto quiero decir que ya era necesaria la presencia de Mario Lavista al lado de la de algunos fósiles y otros (pocos) compositores de mérito de todas las edades. Pero, ante todo, porque las Dos canciones de Lavista figuran en renglón sobresaliente en un género que se considera como “apto” para los compositores mexicanos dados nuestros talentos, sensibilidad y todos los etcéteras adicionales.

Estas Canciones fueron escritas por encargo de la Casa del Lago en 1966 y, exitosamente estrenadas, apenas han tenido una ocasional audición posterior. Las Canciones están basadas en poemas de Octavio Paz que forman parte de Salamandra : “Palpar” y “Reversible“. La elección es, ya, un acierto. Acostumbrados a repoetizar a García Lorca d’après Sivestre Revueltas o Salvador Moreno, o en el caso contrario de rebautizar a autóctonos y anónimos poetas, nuestros compositores no se habían fijado que existen otros escritores capaces de suscitar ideas musicales gracias al ejercicio de la poesía. Joaquín Gutiérrez Heras señaló una clara excepción al elegir algunos poemas de Jardín cerrado de Emilio Prados para su Cantata, también estrenada en la Casa del Lago. Por diferentes caminos, Manuel Enríquez descubrió la existencia de Tomás Segovia y concibió un ciclo que esperamos escuchar algún día. Luego, por otros también diversos senderos, Mario Lavista conoció musicalmente a Octavio Paz, poeta que repetidas veces se ha ocupado de la música (lo que Paz ha dicho sobre Revueltas o Varese, por no citar sino ejemplos que nos hablan del aquí y del allá, merece mayor atención). Interesado, entusiasmado por la poesía de Paz, Lavista encontró en esos dos poemas de Salamandra exactamente un “principio” y no una “traducción”, la lucha y el extenuante desafío que puede ofrecerse a la palabra, el instante imperceptible en que ese combate se efectúa para, después, estar capacitados a honrar la realidad por medio de la palabra.

La primera virtud de las Dos canciones de Mario Lavista es la de ser fiel a los poemas de Octavio Paz. Fidelidad a la palabra, claro, y, desde luego, fidelidad a la guerra definitivamente establecida contra la palabra. Y en primera y última instancia: esa “suerte de teofanía o aparición” que el mismo Paz anhela. Y ante todo y sobre todo: fidelidad a la música.

En las Dos canciones, y especialmente en Reversible, Lavista consigue que la voz humana sea “el recurso” y “el producto” de ese eterno combatir de, por, a favor y en contra de, la palabra. La voz es aquí el instrumento mismo que, a la vez, propicia su consagración como único medio capaz de aceptación y contradicción: silencio y grito, alto y siga, principio y fin. Arma de combate, la voz es también ocasión de defensa, revelación y reconocimiento, señal perpetua de vida y signo definitivo de muerte. Ese tratamiento –crimen y castigo– de la voz humana se complementa en el “temperamento” con el cémbalo, que a la vez pude substituirse por un piano. Piano y cémbalo permitirán – cada quién su vida– otra manera de decir la palabra, y, al decirla y escucharla, de llegar a su profanación, a su consagración.

Al estreno y a la edición de estas Dos canciones de Mario Lavista hallamos, como títulos primeros, las obras –meras tareas escolásticas –escritas para el Taller de Composición que fundara Carlos Chávez y que hasta ahora continúa, benéficamente, Héctor Quintanar, y un breve Monólogo para barítono y conjunto instrumental escrito bajo la delirante impresión que acaso causara al compositor la “actuación” de Carlos Ancira de un recorte del Diario de un loco, de Gogol, hermosa página que todavía corre fortuna por uno de los teatros de nuestra hermosa capital. Imperfecto, este Monólogo revelaba ya el talento, la sensibilidad y la capacidad de Mario Lavista y anunciaba estas Canciones y lo que será uno de los más ambiciosos proyectos de este compositor para futuros años: una Cantata basada en ciertos pasajes de Cómo es, de Samuel Becket. Con la edición de sus Canciones, Lavista deja en México un Cuarteto, escrito por encargo de la Sociedad de Autores y Compositores, estructurado por seis piezas de duración mínima y en la que la economía de medios es aún mayor que en las Canciones. Y con este Cuarteto, también otra obra solicitada por la Sección de Música de Difusión Cultural de la Universidad y Cinco piezas para orquesta de cuerda (título que clausura sus trabajos en el Taller de Composición, necesariamente dedicado a Raúl Lavista) y la promesa de otro, solicitado por Quintanar para el próximo Festival de Música Contemporánea del INBA.

Ciudad de México. 20-XII-1967

Publicado en
Juan Vicente Melo, Notas sin música, Colección Popular 428, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 149-152

La aventura de Mario Lavista

El segundo de los siete programas – con sus repeticiones en otros escenarios de Xalapa y diversos sitios del estado de Veracruz– que integran la actual Temporada de Primavera de la Orquesta Sinfónica de Xalapa bajo las órdenes de Luis Herrera de la Fuente, su titular, se inició con Lyannh, de Mario Lavista (n. en México, 1943), primer encargo que hiciera al compositor mexicano la Filarmónica de las Américas, cuyo creador y director musical es Herrera de la Fuente. El estreno mundial de Lyannh, se ofreció en agosto del año pasado y en Bellas Artes, con la grata compañía de Richard Strauss, Paganini y Ravel. En el programa de la OSX (7 de abril de 1978) se incluyeron, además, el primero de los Conciertos para piano, de Beethoven (solista: Laura Sosa), y la Cuarta Sinfonía, de Brahms. Recuerdo y constancia de estas fechas no obedecen a prurito fácilmente remediados por los “programas de mano”; son necesarios en esta Babel olvidadiza que habitamos. La audición de Lyannh por la OSX en el teatro del estado representó, en primera y última instancia, la oportunidad de que otro amplio sector del público conociera esta obra de uno de los compositores que más importan en la realidad musical de nuestros días. Personalmente, estimo que Herrera de la Fuente y la OSX nos conceden así el privilegio de estar vivos.

Para empezar por el principio: he tenido la suerte de conocer y compartir la aventura musical-espiritual de Mario Lavista. Paralelamente a su trayectoria como compositor, Lavista se ha preocupado por animar y difundir autores y obras, de remediar en buena parte el retraso que caracteriza desde incalculables años nuestra vida musical y cotidiana. Esta tarea ha estado presidida en todo momento por amor y conocimiento de causa, virtudes que la convierten en acto creador idéntico en importancia a su trabajo personal y que nunca agradeceremos lo suficiente, acostumbrados como estamos a otorgarle menos categoría o encargados a quienes, por regla general, no son autores. Como pianista, maestro, conferenciante, como jefe de la Sección de Música de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, a través de escritos y traducciones varios, como director fundador de la revista Talea, Lavista ha conseguido, entre otras cosas, formar un público numeroso, inquieto, joven en el mejor sentido. La aparición de la revista Talea constituyó una fecha de suma importancia no sólo en nuestro país, ausente de este tipo de publicaciones, sino en otras latitudes gracias a la inteligencia y el rigor privativos. No dejará de preocuparnos, por lamentable, que haya sido responsable de un solo número al renunciar a su continuación periódica dadas circunstancias extramusicales. Aprovechando la presencia en Xalapa de Mario Lavista me fue posible conversar con él en el intermedio de este concierto de la OSX, conversación que fue transmitida por Radio Universidad Veracruzana y de cuya grabación extraemos momentos en que se refiere a su obra y a Lyannh en especial.

Fue escrita en 1976. Anteriormente había elaborado tres obras de cámara que de alguna manera prefiguraban lo que habría de ser Lyannh. En ese conjunto me propuse el empleo de citas musicales de autores muy distantes en el tiempo, por consiguiente muy diferentes estilísticamente, e integrarlas en un contexto en el que de alguna manera perdiesen su carácter estrictamente referencial. En este sentido asumo una actitud contraria a la de Charles Ives, ese músico espléndido, quien hace de las citas musicales una obra del pensamiento, una forma de acción de sus propias obras. En el caso de Ives, las referencias son amplias y notoriamente identificables por el auditor. Yo quise utilizar pequeños fragmentos, integrarlos en diferentes tiempos y que desaparecieran dentro de la totalidad de mi .Pienso que las citas musicales se hallan lo suficientemente escondidas, porque resulta difícil reconocerlas en el momento de la interpretación, excepto momentos de La consagración de la primavera y de Alexander Nevski.

Mario Lavista

La partitura de Lyannh lleva como epígrafe palabras de Alicia en el país de las maravillas; en el lenguaje de los equinos de los Viajes de Gulliver, de Swuift, Lyannh quiere decir “mariposa”. Me sorprende e interesa la elección de textos literarios por parte de Lavista y que particularmente en esta obra encontramos citas de escritores al lado de referencias musicales. Fragmentos del Diario de un loco, de Gogol, fueron elegidos para un Monólogo, primera obra de Lavista dada a conocer al público. Más tarde, dos poemas de Salamandra, de Octavio Paz, constituyen el lenguaje oral de sendas canciones para mezzosoprano y clavecín o piano, evitando la rutina de “emplear” poemas de García Lorca, costumbre en que incurren no pocos compositores notables (dicho sea sin disminuir a García Lorca, por supuesto). Lavista especifica:

Independientemente de la calidad de los textos elegidos, quisiera anotar que hace 10 años aproximadamente, fecha en que escribí esas obras, me preocupaba una materia musical nueva para mí y necesitaba formalmente apoyarme en una escritura literaria a fin de lograr una cierta seguridad estructural. En suma: la elección obedecía a razones poéticas. En cambio, Lyannh no persigue ese anhelo. Simplemente admiro no sólo a Alicia en el país de las maravillas sino toda la obra de Lewis Carroll. Me sorprende el manejo del tiempo, empleo que es el objetivo de mi obra; de ahí que aproveche algunas palabras de Carroll como epígrafe. El tiempo se convierte en personaje; los fragmentos o citas de Lyannh responden a tiempos psicológicos y son personajes que reúno en otro tiempo musical que es mi propia escritura. En el caso de Gulliver, la relación esa coincidencia. Cuando escribía Lyannh estaba leyendo los Viajes de Gulliver y entusiasmado con la invención de un lenguaje. Lyannh es una palabra que me gustó, una palabra que se escribe pero no se dice. Yo pronuncio el equivalente a Lyannh.

Mario Lavista

Tapiz sonoro de diafanidad que alcanza la perfección de la transparencia del misterio, Lyannh, de Mario Lavista es, más allá de un trabajo capital que espera continuación, oportunidad de perpetuar el tiempo, vivir la presencia de los instantes.

Ciudad de México, 17-V-1978

Publicado en
Juan Vicente Melo, Notas sin música, Colección Popular 428, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 152-155

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