Heterofonía | 05 |

Portada: Tobias Matthay


Revista publicada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
Año 1 | Número 5 | Marzo 1969

Directora fundadora: Esperanza Pulido


De los editores

El Conservatorio Nacional de Música cuenta con un porcentaje muy elevado de estudiantes inscritos en las clases de piano; por consiguiente, los profesores de esta materia están numéricamente muy por encima de los otros. No es de sorprender, pues, que el maestro Francisco Savín, director del plantel, vea multiplicados sus problemas al tratar
de modernizar los anticuados programas de estudios pianísticos.

Las otras materias no le producen quebrantos. El año pasado se reunió un grupo de profesores de piano con el Jefe del Departamento de Música del INBA, maestro Miguel García Mora (distinguido pianista él mismo) y con el director del Conservatorio (director de orquesta y apto conocedor del instrumento de teclado), con el propósito de reformar el programa de piano. Tras acaloradas discusiones se unificaron los criterios y, tomando como ejemplo los programas que rigen en algunos de los principales conservatorios del mundo, se procedió a formular el que posiblemente conviniera a
las necesidades de nuestra máxima casa de estudios musicales.

Por razones que no viene al caso traer a colación, fue finalmente desechado el proyecto, en parte porque no se adaptaba a las actuales condiciones del Conservatorio. ¿Cuáles son estas actuales condiciones del Conservatorio? Podríamos resumirlas en una: falta de recursos pecunarios propios. En torno a tal premisa pueden bordarse las demás: el plantel carece de fondos para permitirse recusar a todos aquellos jóvenes que no demuestren, por medio de exámenes muy severos, una verdadera vocación musical; el Conservatorio se ve obligado a aceptar niños a granel, como si se tratara de un Kindergarten de Música; de la superabundancia de estudiantes de piano se desprende el exceso de maestros del instrumento -maestros que no siempre responden a su categoría; la institución carece de un servicio verdaderamente social, para la donación de las becas concedidas por la Secretaría de Educación Pública-, becas hasta de mil pesos mensuales, que sobrepasan a la mayoría de los salarios recibidos por los maestros, pero que, repartidas, no por procedimientos de concursos, sino mediante exámenes a puerta cerrada, con la intervención, en el jurado, de músicos de dentro y fuera del plantel y la colaboración efectiva de investigadores sociales que determinaran la verdadera condición económica de los aspirantes, constituirían un incentivo poderoso para atraer a los más grandes talentos entre la juventud mexicana anhelosa de hacer de la música su profesión. Entre los
jóvenes estudiantes receptores de becas ha habido en el pasado hasta potentados (aunque por excepción).

El día que el Conservatorio pueda permitirse seleccionar estrictamente al estudiantado y al profesorado (por contar con un presupuesto que no le obligue a depender del producto de inscripciones y exámenes extraordinarios), comenzará a adquirir categoría de escuela de alto estudios musicales, aunque se trate de principiantes. Si tal cosa
llegara algún día a convertirse en realidad, los centros de iniciación se encargarían de preparar adecuadamente a aquellos muchachos verdaderamente dotados de talento y vocación musicales.

Quizá se trate de una utopía, pero nadie nos impide soñar …

* * *

Hace siete años que el Departamento de Música del INBA viene organizando anualmente un Festival de Música Contemporánea, con eficiente empeño. Pues bien, acabamos de saber que el de 1969 ha sido cancelado, por la sencilla razón de que la Orquesta Sinfónica Nacional saldrá de gira por la América del Sur durante las fechas que se tenían
dispuestas para aquel evento. La Orquesta de la Opera tampoco está disponible, puesto que se hallaría entonces en plena Temporada de Opera Nacional.

El hecho es en verdad lamentable, porque este festival era una especie de puente para conectar a los compositores jóvenes de México con los de otros países y les daba la rara oportunidad de que se conocieran algunas de sus últimas obras. Ignoramos por qué razón la Orquesta Sinfónica de la Universidad no se presenta “al quite”; máxime que su titular es un joven compositor de vanguardia. Eduardo Mata debería hacer a un lado cualquier consideración de orden secundario y ofrecer la colaboración de un organismo sinfónico que él ha logrado conducir por vías de estricto profesionalismo. Así no se discontinuaría una tradición que es necesaria aquí.


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